80

Chapman telefoneó a Alice Gross a las nueve de la mañana y le preguntó si podía verla. Stone y Chapman llegaron a la sencilla casa de dos plantas en Centreville, Virginia, a primera hora de la tarde. Alice Gross realmente presentaba el aspecto de una mujer que acababa de perder a su marido. Su piel, de natural pálida, escondía bajo la superficie una lividez grisácea. Tenía los ojos enrojecidos y estaba despeinada. Mientras les acompañaba al pequeño salón, sujetaba en una mano un pañuelo arrugado y en la otra una botella de agua.

Stone vio un cuaderno para colorear encima de la mesa de centro, un bate de béisbol y algunos tacos en una esquina. Cuando su mirada se encontró con una foto de la familia Gross en la que se veía al difunto agente junto a su mujer y sus cuatro hijos de entre tres y catorce años, Stone hizo una mueca y apartó la vista rápidamente. Miró de reojo a Chapman y vio que ella había tenido la misma reacción.

Ellos se sentaron en el sofá y Alice Gross en una silla frente a ellos.

—Su marido era un agente excelente, señora Gross. Todos lamentamos su pérdida —‌dijo Stone.

—Gracias. ¿Saben que van a celebrar un funeral en honor a Tom?

—Sí, lo hemos oído. Se lo merece.

—Pero a él le daría vergüenza. Nunca le gustó llamar la atención. No era su estilo. Se limitaba a cumplir con su deber. No le importaba quién se llevara el mérito al final.

A Stone le preocupaba que el FBI hubiese informado a Alice Gross de las circunstancias exactas de la muerte de su marido. Y del papel que él había desempeñado, pero al parecer no lo había hecho.

—Estamos haciendo todo lo que está en nuestras manos para apresar a los responsables de su muerte —‌añadió Chapman.

—Se lo agradezco —‌repuso Gross sorbiéndose la nariz‌—. Su trabajo era muy importante para él. Trabajaba tantas horas …

—Me dijo que estaba preocupado, que creía que le vigilaban —‌comentó Stone.

Gross asintió con la cabeza.

—Su propia gente. Me preguntaron sobre eso, el FBI quiero decir.

—¿Y qué les dijo? —‌preguntó Stone.

Gross parecía confundida.

—¿No pertenecen al FBI?

Stone dudó.

—Trabajamos con ellos.

—Yo trabajo para el MI6. Quizá su marido lo mencionase —‌añadió Chapman con rapidez.

—Ah, sí, es verdad. Usted es la inglesa. Tom me habló de usted. Pensaba que era muy buena.

—Me alegra saberlo.

Gross suspiró.

—Bueno, ellos estaban muy disgustados con eso. Me refiero a que Tom creyese que sus propios compañeros le espiaban. No creo que le creyesen.

—¿Usted le creía? —‌preguntó Stone.

—Tom lo creía y eso era suficiente para mí —‌contestó con fervor.

—Exacto —‌dijo Chapman‌—. Tiene usted toda la razón.

Stone se inclinó hacia delante.

—Tom nos dijo algo. Algo sobre usted.

—¿Sobre mí? —‌preguntó sorprendida.

—Sí. Dijo que la única persona en la que confiaba era usted.

Las lágrimas anegaron los ojos de Alice Gross. Se llevó el pañuelo a los ojos y las enjugó.

—Siempre estuvimos muy unidos. Adoraba ser agente del FBI, pero más me adoraba a mí. Sé que se suponía que no debía comentar los casos conmigo, pero lo hacía y yo le daba mi opinión. Y en algunas ocasiones acerté.

—Estoy segura de que fue una gran ayuda para él —‌añadió Chapman.

—Puesto que sabemos que confiaba en usted, ¿le mencionó por casualidad algo sobre este caso? ¿Algo que le preocupase? ¿Recuerda alguna cosa? —‌preguntó Stone.

Gross puso las manos en su regazo y frunció el ceño.

—No recuerdo nada concreto aparte de que pensase que alguien le vigilaba.

—¿Nada? —‌insistió Chapman‌—. Podría haber sido algo insignificante en el momento en que lo dijo, cualquier cosa que recuerde. No importa lo trivial que parezca.

Gross negó con la cabeza, pero de repente se detuvo. Levantó la vista.

—Una noche dijo algo.

—¿Sí? —‌preguntó Stone.

—¿Ese agente de la ATF que trabajaba con él?

—¿Stephen Garchik? —‌preguntó Stone.

—Exacto.

—¿Qué dijo sobre él? —‌preguntó Chapman.

—Bueno, ya era tarde y nos íbamos a la cama. Se estaba lavando los dientes y salió del baño y dijo que tenía que comprobar algo que Garchik le había dicho.

—¿Le dijo de qué se trataba?

Gross entrecerró los ojos, obviamente en un intento de recordar.

—Solo algo que dijo sobre la bomba, de lo que estaba hecha.

Chapman y Stone se miraron.

—Y también quería comprobar algo relacionado con eso de los nanos —‌continuó Gross.

Stone pareció sorprendido.

—¿Le habló sobre los nanobots?

—Bueno, lo intentó, pero la verdad es que no entendí nada.

—¿Pensaba que había una conexión entre lo que quería comentar con Garchik y los nanobots? —‌preguntó Chapman.

—No lo dijo. Solo dijo que tenía que comprobar esas dos cosas. Que podrían ser importantes. Por algo que recordó, pero no me dijo qué.

—¿Algo que recordó? —‌caviló Stone‌—. ¿Sabe si siguió esa pista?

—Lo dudo.

—¿Por qué?

Los ojos se le llenaron de lágrimas.

—Porque lo mataron al día siguiente.