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Se marcharon del apartamento de Adelphia sin respuesta a la pregunta.

—¿Cómo llegaste a la conclusión de que no iban a por Bin Laden y de que Fuat Turkekul había quedado con otra persona aquella noche? —‌preguntó Chapman.

—Sospechaba que ambas cosas eran ciertas. Adelphia me acaba de confirmar los dos supuestos.

—Pero si no ha dicho nada.

—Eso es lo que lo ha confirmado.

—Pero ¿por qué empezaste a sospechar? —‌insistió Chapman.

—No se encomienda a un hombre que vaya a por Osama bin Laden y luego lo dejas de profesor en una universidad occidental, a no ser que creas que Bin Laden se oculta en algún lugar de la Costa Este. No tiene sentido. Por eso le dije a Harry que lo siguiera. No para protegerlo, sino para ver a qué se dedica. O, mejor dicho, a qué no se dedica.

—¿Y el hecho de que Adelphia no fuera al parque a reunirse con él?

—No se concierta una cita como esa para luego no presentarse. Se comunicaban mediante mensajes en el tablón de anuncios. La reunión iba a ser por la noche. Desde Georgetown se tardan diez minutos en taxi hasta el parque. Turkekul podía haber consultado el tablón justo antes de marcharse. Si Adelphia no podía asistir a la cita, podía haberle dejado un mensaje unos minutos antes de que saliera hacia el punto de encuentro. Respondió rápido a mi mensaje, lo cual me hace pensar que lo inspecciona con frecuencia. Turkekul no tenía por qué vagar por el parque mientras la esperaba. Es ineficiente y estúpido, aparte de potencialmente letal.

—Pero, si no era ella, ¿quién, entonces? ¿Llegó Turkekul a encontrarse con alguien?

—Que yo viera, no.

—¿Cómo interpretas eso?

—Que el encuentro tuvo lugar en otro momento y que sus superiores no estaban al corriente —‌añadió.

—Si fuera el caso, ¿por qué protegerlo?

—Si Turkekul es valioso, lo protegerían después del suceso. Incluso aunque la reunión se celebrara en otro momento, eso no significa que no tuviera que ver con la misión y, por tanto, es posible que fuera importante para sus superiores.

—¿Entonces es posible que le tendieran una trampa?

—No lo mataron. Podían haberlo matado fácilmente disparando unos minutos antes. No, no era el objetivo.

Chapman se palpó las sienes.

—Las infinitas posibilidades están dando vueltas en mi pobre cabeza y, por desgracia, ninguna de ellas tiene sentido.

Regresaron al parque. Stone lo recorrió de norte a sur y de este a oeste mientras Chapman le seguía diligentemente con expresión curiosa unas veces y aburrida otras.

—¿Crees que si recorres la escena del crimen te llegará la inspiración? —‌preguntó Chapman finalmente.

—No busco inspiración, sino respuestas. —‌Volvió a mirar el edificio desde donde se suponía que se habían producido los disparos‌—. Disparos. Todo el mundo echa a correr. Padilla salta al agujero del árbol. La bomba explota.

—La bomba explotó antes de tiempo. Tenemos que averiguar quién era el objetivo. Seguimos sin saberlo. Esa bomba tenía que estallar cuando el parque estuviera repleto de autoridades. Si somos capaces de determinar el objetivo, entonces podremos identificar a los artífices del complot. O eso espero.

Stone negó con la cabeza.

—Seguimos perdiéndonos algo. La imagen todavía está desenfocada. Mucho. —‌Hizo una pausa‌—. Bueno, cambiemos de dirección durante unos instantes y sigamos un proceso sencillo de eliminación.

—¿Cómo? —‌preguntó ella.

—Si Turkekul no había quedado con Adelphia, ¿a quién pensaba ver? —‌Stone miró alrededor‌—. No a vuestro hombre de seguridad. Ni a Alfredo Padilla ni tampoco a mí.

—Un momento. —‌Chapman emitió un grito ahogado‌—. ¿Te refieres a la mujer?

Stone asintió.

—Marisa Friedman.