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—¿Hay algo interesante? —‌preguntó Chapman mientras observaba a Stone consultando el tablón de anuncios.

Se fijó en un trozo de papel situado a unos cinco centímetros de donde había colocado el suyo la noche anterior. Lo leyó y tradujo rápidamente la respuesta en código.

—Sí. Vamos.

El viaje fue corto y enseguida llegaron al apartamento situado encima de la tintorería. Adelphia respondió a la llamada y les hizo una seña para que entraran. Se sentaron. Stone miró lentamente a su alrededor.

—No sabía que habías vuelto aquí.

—No he vuelto —‌dijo Adelphia. Llevaba una falda larga, una túnica blanca y un collar de cuentas verdes. Se había recogido el pelo entrecano en un moño bajo‌—. Es temporal. —‌Hizo una pausa‌—. Me sorprendió ver tu nota.

—Me alegra ver que el código que inventamos sigue resultando eficaz.

—¿En qué puedo ayudarte? —‌instó ella.

—¿Qué tal está Fuat Turkekul?

—¿Para eso has venido, para conseguir información sobre él?

—¿Y eso es un problema?

—Ya sé que alguien le sigue. Podría resultar muy peligroso para Fuat.

—Los disparos del parque procedían de un edificio de oficinas del gobierno. ¿No te parece peligroso?

Adelphia se recostó con expresión inescrutable para una desconocida como Chapman, pero Stone veía que estaba intrigada y preocupada a partes iguales.

—¿Eso está confirmado?

—Por mi parte, sí.

—¿Y por qué me lo dices? No colaboro en la investigación. Mi misión está relacionada con Fuat, nada más.

—¿Y si una cosa está relacionada con la otra?

—No lo creo probable.

Chapman, que había estado sentada en silencio, intervino:

—Pero ¿lo puedes descartar así como así? Tienes que plantearte esa posibilidad. De lo contrario, no estás haciendo el trabajo que te toca.

Adelphia ni siquiera se molestó en mirarla.

—No me esperaba que te asociaras con una persona tan impulsiva, Oliver.

—¿Descartas esa posibilidad? —‌preguntó él‌—. ¿Hasta tal punto que no te preparas para la misma?

Adelphia se encorvó hacia delante.

—Fuat está preparado para cualquier cosa.

—Come, da clases, lee. Supongo que en algún momento se dedica a buscar a Bin Laden, aunque esté a diez mil kilómetros de distancia.

—Como te dijeron, los planes están en una fase preliminar.

—Muy preliminar. Desde que mi colega le sigue, apenas se ha preparado.

—No siempre resulta tan obvio.

—Para un ojo experto es bastante obvio, Adelphia.

—¿Qué insinúas exactamente?

—Que lo que se me dijo sobre Fuat quizá no sea cierto.

—¿En qué sentido?

—Que no va a por Osama bin Laden. —‌Adelphia se recostó. Stone se fijó en que los dedos de la mano izquierda le temblaban un poco‌—. Es lógico, ¿no? —‌continuó‌—. Para deshacerte de mí me dices que Fuat va a por el terrorista más buscado desde Hitler. Probablemente creías que el nombre bastaría para no tener que dar más explicaciones.

—¿Te refieres a que no va a por Bin Laden?

Stone siguió mirando fijamente a Adelphia.

—¿Y bien?

Se levantó, se acercó a la ventana y miró al exterior.

—Ahí fuera no hay nadie —‌dijo él‌—. Por lo menos nadie relacionado conmigo, pero quizá no sea eso lo que te preocupa.

Se giró hacia él.

—En este tema mejor que no te metas, Oliver. De verdad que no. Te lo digo como vieja amiga.

—Ya estoy metido. —‌Stone se levantó‌—. Me gustaría hacerte otra pregunta.

—No prometo que vaya a responder.

—Turkekul no estaba en el parque para reunirse contigo esa noche. ¿Con quién había quedado en realidad?