44

—Tenemos compañía, Annabelle —‌anunció Reuben.

Ella miró por el retrovisor.

—¿El todoterreno negro con las ventanas tintadas?

—Ajá.

—Estaba estacionado en el bar donde hemos parado —‌dijo ella.

—Ya lo sé. Creo que a alguien le interesa nuestra conversación con los hispanos.

—¿Qué hacemos? —‌preguntó ella‌—. Estamos en el quinto pino, y no quiero llamar a la policía, porque entonces tendremos que dar explicaciones y no me apetece.

—Sigue conduciendo. Ahora viene una curva. Entonces se pondrán en evidencia.

—¿Y qué haremos nosotros? —‌preguntó Annabelle.

—Todavía lo estoy pensando. Sigue conduciendo. Y entra en la curva rápido. Quiero que el piloto preste atención a la carretera, no a mí.

Annabelle aceleró y tomó la curva a gran velocidad.

—Pisa más fuerte —‌ordenó Reuben.

Eso es lo que hizo, esforzándose por mantener el coche en la carretera.

Reuben se había girado en el asiento y miraba hacia atrás. Se sacó una pistola grande del bolsillo y apuntó fuera de la ventana.

—No sabía que ibas armado —‌dijo Annabelle.

—Pues ahora ya lo sabes.

—¿Tienes permiso para llevar eso?

—Sí, pero caducó hace quince años.

—Un momento, ¿y si esos tipos son policías?

—Estamos a punto de descubrirlo.

Entonces apareció el todoterreno. Había un hombre colgado de un lado del vehículo armado con una metralleta.

—Me parece que no es la poli —‌dijo Reuben‌—. Continúa.

El hombre disparó con la metralleta a la vez que Reuben. La metralleta apuntaba al coche. Reuben apuntaba al neumático delantero. La metralleta dio en el blanco y les destrozó la ventanilla trasera. Annabelle se inclinó hacia delante y hacia abajo y acabó con la cabeza casi en el volante.

Reuben disparó una, dos y luego una tercera vez mientras el tipo de la ametralladora la cargaba. Los neumáticos delanteros del todoterreno quedaron destrozados. El coche salió disparado de la carretera, chocó contra el arcén y volcó.

Annabelle se incorporó.

—Cielo santo.

Reuben se dio la vuelta.

—¡Cuidado! —‌gritó.

Un segundo todoterreno se les acercaba en la dirección contraria e iba directamente a por ellos. Annabelle dio un volantazo y el coche dio un bandazo hacia el otro lado de la carretera, sorteó el arcén y acabó en la tierra. Dio un acelerón y dirigió el coche hacia una arboleda. Al llegar a las inmediaciones, paró el coche con brusquedad, salieron del mismo y corrieron hacia los árboles mientras el todoterreno se abalanzaba sobre ellos.

Reuben se giró y lanzó unos cuantos disparos en dirección al vehículo, lo cual le hizo desviarse. En cuanto llegaron a la arboleda, recibieron una ráfaga de fuego procedente de una ametralladora. Reuben tomó a Annabelle del brazo y la hizo protegerse con la vegetación.

Él no tuvo tanta suerte. Una bala le alcanzó el brazo.

—¡Mierda!

—¡Reuben!

Se dio la vuelta y disparó al vehículo, que estaba parado. El parabrisas se astilló y los hombres que estaban dentro intentaron cobijarse.

Reuben giró sobre sus talones y se internó a trompicones en el bosque junto con Annabelle. Ella le ayudaba a caminar sujetándole por el otro hombro.

Reuben consiguió hablar con los dientes apretados.

—Ahora quizá sea un buen momento para llamar a la poli, Annabelle. Prefiero dar explicaciones que yacer en un ataúd cuando estos tíos acaben con nosotros.

Sacó el móvil del bolso y marcó el 911. Nada.

—Mierda. No tengo cobertura.

—Perfecto.

—Pero otras veces sí que tenía cobertura en esta zona.

—A lo mejor han provocado interferencias en la señal.

—¿Quiénes son, joder?

—Tipos con los que no queremos vernos las caras.

Se refugiaron detrás de un árbol. Reuben disparó el resto de la munición en dirección a sus perseguidores. Una ráfaga de fuego automático cayó sobre ellos.

—Cárgame la pistola —‌pidió Reuben con los dientes apretados‌—. Tengo otro cargador en el bolsillo derecho. —‌Ella hizo lo que le indicaba y le devolvió la pistola. Reuben inspeccionó el terreno que les rodeaba‌—. Varias ametralladoras contra una única pistola solo puede acabar de una manera —‌declaró.

—¿O sea que estamos condenados a morir?

—Yo no he dicho eso.

—¿Qué haría Oliver?

—Algo impredecible.

—¿Y qué significa exactamente en esta situación?

Reuben lanzó tres disparos más y luego se cobijaron detrás de un gran roble mientras la lluvia de fuego de metralleta caía a su alrededor.

—Cuando dejen de disparar, corre hacia allí —‌dijo Reuben. Señaló detrás de ellos‌—. Corta hacia la izquierda y vuelve a la carretera. Allí podrás hacer una llamada o parar algún coche.

—¿Y tú qué? —‌exclamó enfurecida.

Los disparos se interrumpieron mientras los hombres recargaban las armas.

Reuben agarró a Annabelle por el brazo y la empujó.

—Márchate.

—Tiene que haber otra manera.

—No la hay. No podemos salir airosos de esta.

—Reuben, no puedo dejarte …

Le apretó el brazo con tanta fuerza que Annabelle hizo una mueca de dolor.

—Haz lo que te digo. Uno de los dos tiene que salir de aquí.

—Pero …

Al cabo de un instante Reuben corría a toda velocidad hacia sus perseguidores.

Pasmada, Annabelle se giró y corrió en la dirección contraria. Las lágrimas le resbalaban por las mejillas cuando oyó que volvían a abrir fuego.

Annabelle corría, pero no lograba contener las lágrimas mientras oía los disparos de la metralleta.