Al cabo de unos minutos estaban en el puesto de mando del FBI de Jackson Place. Habían llamado a dos agentes del Servicio Secreto, que se apiñaron con ellos alrededor de una pantalla de televisión grande. Las imágenes que iban a ver procedían de los archivos del Servicio Secreto.
—Guardamos las imágenes un mínimo de quince años —explicó uno de los agentes del Servicio Secreto.
—Pero no sois la única agencia con ojos electrónicos en el parque —comentó Stone.
El mismo agente sonrió.
—Todos tenemos quien nos mira en nuestro pequeño trozo del Infierno. En un mundo ideal, todos compartimos lo que vemos, pero esto no se parece en nada al mundo ideal.
—¿Qué estáis buscando exactamente? —preguntó el otro agente.
Stone explicó lo del árbol que habían plantado y también lo del perro que había pasado cerca del árbol.
El agente Garchik se había quedado en el parque para seguir revisando la escena del atentado, pero Tom Gross les acompañaba porque Stone le había llamado.
—Necesitamos ver la grabación completa desde el momento de la entrega del árbol hasta el momento en que estalló la bomba —indicó el agente del FBI.
Vieron la grabación desde tres ángulos distintos. Les llevó mucho tiempo, aunque el guarda de seguridad consiguió pasar las imágenes a velocidad rápida sin que se perdieran detalles importantes. Al final se quedaron mirando la pantalla con los mismos interrogantes sin resolver.
—Los perros pasaron por ahí, pero permanecieron al otro lado de la zona acordonada. Eso fue un fallo muy grave de seguridad. En el Servicio Secreto rodarán cabezas.
Los dos agentes intercambiaron una mirada e hicieron una mueca, pero no dijeron nada.
—Y no se ve a nadie que coloque algo en el agujero —añadió Chapman.
—¿Estás seguro de que aquí están todas las imágenes? —preguntó Stone.
—Sí —respondió uno de los agentes.
Gross, Stone y Chapman se marcharon del centro de mando. De regreso al parque, Gross se sinceró con ellos.
—No recuerdo el último caso en el que no solo no avanzara nada, sino que también retrocediera.
Stone cerró los ojos y recordó lo que había visto en el vídeo. Una grúa había levantado el enorme árbol en el aire. Luego había aparecido un grupo de trabajadores del Servicio Nacional de Parques con su uniforme verde y caqui y habían ayudado a dirigir la colocación del arce en el agujero.
Abrió los ojos.
—Tuvieron que preparar el árbol en algún sitio. ¿Dónde lo guardaban antes de plantarlo? Eso no aparece en el vídeo.
—Es cierto —dijo Gross con expresión esperanzada.
—Y el indicador de la hora de la grabación muestra que colocaron el árbol el día antes del estallido de la bomba. Así pues, ¿por qué seguía destapado el agujero?
—Creo que debemos averiguar la respuesta a estas preguntas —dijo Gross.
Al cabo de unos instantes le sonó el teléfono. Habló unos momentos.
—Tenemos información sobre el hombre del chándal. Hace unas horas llamaron al servicio de personas desaparecidas. Un familiar. Concuerda con la descripción y estaba en las proximidades del parque.
—¿Por qué han tardado tanto en llamar? —preguntó Stone.
—Eso lo tendremos que averiguar cuando hablemos con ellos.
—Creo que deberíamos dividirnos —propuso Stone—. Tú y tus hombres podéis encargaros de la gente de jardinería, y Chapman y yo hablaremos con los familiares. ¿Tienes la dirección?
Gross se la dio. Cuando ya se estaban separando el agente del FBI añadió:
—Ahora solo nos falta localizar al hombre trajeado.
Stone no se giró.
—Sí —dijo por encima del hombro mientras Chapman caminaba a su lado.
Cuando llegaron al coche ella dijo:
—Sabes que podrían acusarte de ocultar información en una investigación. De obstrucción, incluso.
—Si crees que es el caso, delátame.
Los dos se miraron desde ambos lados del coche de alquiler.
Al final, Chapman exhaló un suspiro.
—No creo que el hecho de dejar a mi jefe en la estacada favorezca mi carrera. Así que entremos en el coche de una puta vez.
Arrancó en cuanto cerraron las puertas.
—¿Adónde vamos?
Stone echó un vistazo al trozo de papel que le había dado Gross.
—Anacostia. Asegúrate de tener la pistola a mano.
—¿Es peligrosa la tal Anacostia?
Stone caviló unos instantes antes de responder.
—Supongo que menos peligrosa que Lafayette Park.