—Es el doctor Fuat Turkekul —dijo Adelphia antes de que Stone llegara a formular la pregunta.
—¿Doctor en qué?
—No es médico. Es doctor en Ciencias Políticas y Economía. Es un hombre muy conocido en los círculos académicos de elite. Es políglota. Pasó años en Cambridge, en la London School of Economics. En la Sorbona. Ahora es profesor visitante en Georgetown.
—¿Turkekul? ¿De dónde es?
Adelphia se apartó un mechón de pelo de los ojos.
—¿Qué más da?
—Adelphia, ya sabes lo que pasó aquí.
—¿Y el hecho de que Fuat sea extranjero lo coloca en el primer puesto de la lista de sospechosos?
—¿Por qué quedó contigo en el parque esa noche? —Como vio que no respondía, añadió—: Hay muchas cosas que nunca supe de ti. ¿Acaso una de ellas era el verdadero motivo por el que pasaste todos esos años en el parque?
—Yo supe quién eras mientras estaba en el parque —dijo—. ¿Qué te indica eso?
—Que no trabajabas con ni para los americanos. De lo contrario, se me habrían llevado.
—Era leal a otro país, pero un país aliado de Estados Unidos.
—¿Cuál?
—¿Importa?
—Quizá no a mí, pero sí a otros.
—¿A ella? —preguntó, señalando a Chapman.
—No demasiado, no.
—Vuestro mejor aliado en Oriente Próximo —dijo al final—. Era mi señor.
Stone meneó la cabeza lentamente.
—De acuerdo, lo entiendo. Pero volvamos a Turkekul.
—No es solo un erudito, tiene otros intereses. Pero, insisto, dichos intereses están en sintonía con los de los americanos.
—Eso es lo que tú dices, pero lo que sucedió hace dos noches me hace pensar otra cosa.
—No tuvo nada que ver con el atentado —replicó ella con severidad—. Como he dicho, había quedado conmigo. Si no se hubiera marchado cuando lo hizo lo habrían matado.
—Sí, hay que ver la suerte que tuvo —dijo Stone con escepticismo.
—Te digo que no tuvo nada que ver.
—¿Y por qué no te reuniste con él? No estabas aquí, eso lo sé seguro.
Parecía nerviosa.
—No es fácil decir por qué, pero no pude. Pasó la hora en que tenía que llegar y por eso se marchó. Respetamos unos horarios exactos.
—¿Has hablado con él desde entonces?
Ella lo miró con recelo.
—Yo no he dicho eso.
—Adelphia, tengo que hablar con él. De inmediato.
—Estoy segura de que no sabe nada de todo esto.
—Si es verdad entonces no tiene nada que temer.
—Eso lo dices ahora.
—¿No confías en mí?
—Has vuelto al servicio, tú mismo lo has dicho. Confío en ti, pero no en ellos. —Volvió a lanzar una mirada a Chapman como si representara a «ellos».
—Si Turkekul no está implicado en el atentado no tiene por qué preocuparse.
La expresión de ella era claramente escéptica.
—Ayer te vi con el agente del FBI. No los llevaré a Fuat. No lo haré por nada del mundo.
—No puede decirse que tus palabras me hagan pensar que es inocente.
—Hay muchos intereses creados por ahí, Oliver. Y la mayoría no tienen nada que ver con la culpabilidad o inocencia verdaderas. Tú lo sabes.
—De acuerdo, entonces llévame, solo a mí.
Ella asintió hacia Chapman.
—¿Y qué pasa con ella?
—Solo yo, Adelphia, pero tengo que hablar con él de inmediato.
Ella exhaló un largo suspiro.
—No es fácil, Oliver.
—Nos conocemos desde hace mucho tiempo. Soy de fiar. Igual que tú confías en mí. Al fin y al cabo, eres tú quien ha acudido a mí.
—Déjame hacer una llamada —acabó diciendo ella a regañadientes.