17

Garchik los condujo a la unidad de mando de la ATF. Una vez en el interior, puso en marcha un despliegue de equipamiento electrónico. Al cabo de unos instantes estaban mirando parte de la grabación de vídeo de la noche anterior. Paró la imagen cuando apareció una escena en concreto y señaló la pantalla con el dedo.

—Ahí. Como he dicho, se acercó a los perros. O al perro, en este caso.

En la imagen se veía al hombre vestido con el chándal. Entraba en el parque desde el norte. Se le veía de pie justo al lado de dos agentes uniformados, uno de los cuales tenía un perro. El corredor se encontraba a unos treinta centímetros del can.

—¿Es un can de detección de bombas? —‌preguntó Chapman.

—Sí, del Servicio Secreto. Bueno, no creo que sus perros sean mejores que los nuestros, pero sí sé que cualquier persona que transportara un explosivo y se acercara tanto a un perro detector de bombas entrenado en este país sería descubierta. Me da igual cómo intentara ocultarlo. Ese perro se habría vuelto loco o realizado una alerta pasiva, es decir se habría sentado sobre las patas traseras, pero no hizo ninguna de esas dos cosas.

—Y cabe pensar que si llevaba una bomba encima no se habría acercado al perro, eso para empezar —‌dijo Stone‌—. No podía dar por supuesto que no se tratara de un perro detector de bombas.

—Lo cual significa que no era un terrorista suicida —‌añadió Gross‌—. El tipo se lanzó al agujero para evitar los disparos. Parece ser que la bomba estaba en el agujero.

—Bueno, algo es algo —‌dijo Stone‌—. Descartemos al del chándal.

—¿Y si fuera un conmutador de presión? —‌sugirió Chapman‌—. El tipo del chándal le dio y explotó.

—Podría ser —‌concedió Garchik, aunque no parecía muy convencido‌—. ¿Te refieres a una detonación accidental?

—Tal vez. ¿Habéis encontrado alguna otra prueba de otro tipo de conmutador de detonación?

—Hay un millón de fragmentos desperdigados por aquí y seguimos buscando. Pero, para liar más las cosas, en Lafayette Park hay mucha electricidad estática.

—Y la electricidad estática puede detonar una bomba —‌dijo Chapman.

—Eso es.

—Pero si uno se toma la molestia de colocar una bomba en Lafayette Park, ¿por qué fabricarla de tal modo que pueda estallar de forma accidental? —‌planteó Gross.

—Podría ser tan sencillo como que los tipos que consiguieron colocar la bomba aquí fueran mejores que los que hicieron la bomba. No es tan descabellado como parece. O podría haber estado en un conmutador de frecuencia y algo provocó interferencias.

—El del chándal llevaba un iPod —‌señaló Gross‌—. Podría haber interferido.

—Es posible, sí.

—¿Pero estás convencido de que la explosión se originó en el agujero del árbol? —‌preguntó Chapman‌—. Quizá nos precipitamos al llegar a esa conclusión.

—No hemos terminado el análisis, pero es bastante probable que la bomba estuviera ahí —‌reconoció Garchik.

—Entonces, ¿la bomba detonó de forma accidental? —‌dijo Stone.

Todos lo miraron con curiosidad.

—Sin duda —‌dijo Gross—, porque ¿qué sentido tendría hacer explotar una bomba que no mataría al primer ministro?

—A no ser que funcionara con un temporizador —‌dijo Chapman‌—. El primer ministro tenía que haber estado en el parque anoche. Si estaba programada no se podía cambiar.

—Y fue casualidad que el hombre saltara al agujero y explotara entonces —‌añadió Garchik‌—. Tiene sentido.

—No, no tiene sentido —‌replicó Stone‌—. Os olvidáis de los disparos. ¿Por qué emplear una bomba y un arma de fuego? Si los disparos no se provocaron de forma remota los tiradores habrían sabido que el primer ministro no estaba en el parque.

—No necesariamente —‌dijo Chapman‌—. Os lo enseñaré.

Los condujo otra vez al exterior, donde señaló unos árboles situados delante del hotel Hay-Adams.

—Si estaban en el jardín de la azotea los árboles les impedían ver el parque. Oyen las sirenas y la llegada del séquito de coches. Esperan que paren y que el primer ministro salga y camine hacia el parque. Entonces empiezan a disparar.

Stone no parecía muy convencido.

—¿O sea que crees que urdieron este plan tan complejo y que los tiradores dispararon a ciegas? —‌Negó con la cabeza‌—. Si yo lo hubiera hecho, como mínimo habría tenido a un observador que disfrutara de una visión clara de los movimientos del primer ministro apostado en algún sitio cerca del parque con una línea de comunicación segura. No dispararía a ciegas a través de las copas de los árboles. Y si el primer ministro no llegase al parque, abortaría la misión. Pero si ponía un pie en el parque no podría permitirme el lujo de fallar.

—Y fallaron estrepitosamente —‌señaló Gross.

El agente de la ATF asintió.

—Es todo un enigma.

Stone se giró hacia él.

—Si tuvieras que poner en marcha este atentado, ¿cómo detonarías la bomba, Steve?

—Los conmutadores de presión pueden ser problemáticos, sobre todo en estas condiciones. Me refiero a un árbol en un agujero y la bomba cerca. Tal vez en el cepellón o quizá debajo del árbol. Es mucho peso. Y con gente moviendo cosas, cavando. Es probable que un conmutador de presión acabe saltando. Y si se tapa la bomba con tierra, ¿qué va a accionarla? Tiene que haber algo que presione el conmutador. Por algo se llama conmutador de presión. No, si yo hubiera sido el cerebro de esta operación habría empleado un mando a distancia para detonar la bomba de forma remota. Si hicieron tal cosa, es probable que utilizaran un teléfono móvil, lo cual nos facilitaría mucho el trabajo. Los móviles tienen una tarjeta SIM y todos los componentes tienen un número de serie, por lo que podemos reconstruir el teléfono e incluso rastrear dónde y quién lo compró. Por supuesto, si usaron un móvil en realidad había dos teléfonos. Uno en la bomba que actuaba de interruptor y el otro para llamar a ese teléfono. Encontramos fragmentos de micrófono, de un transistor, carcasa de plástico, cuero …

—¿Cuero? —‌preguntó Stone.

—Sí, trocitos muy pequeños. Unos doce. Tenían unas marcas negras, por lo que es probable que formaran parte del explosivo. Todavía no hemos determinado de qué se trata. Pero lo conseguiremos. Y luego tenemos que determinar a ciencia cierta si estaba relacionado con la explosión, porque no todos los restos que hemos encontrado por aquí lo están.

—Podrían proceder de las zapatillas del hombre del chándal —‌sugirió Chapman‌—. Las zapatillas eran de piel, ¿no?

—Sí, pero el color no coincide. He visto las imágenes de vídeo y eran azules.

—Las marcas negras podrían ser quemaduras de la bomba —‌señaló Chapman.

—No, el resto del cuero era marrón. Probablemente no guarde ninguna relación con todo esto.

—O sea que ahora mismo —‌dijo Gross— ¿todavía no puedes decirnos cómo se realizó la detonación?

—Eso mismo.

—¿Por qué piensas que la bomba estaba en el agujero del árbol? —‌preguntó Gross‌—. Aparte de por la ubicación de los daños …

—Seguidme —‌indicó Garchik. Los condujo al lugar de la detonación y señaló el agujero‌—. A no ser que malinterprete los indicios, esta es la zona cero. El árbol saltó por los aires, y no era precisamente ligerito.

Todos se quedaron observando el enorme agujero causado por la explosión.

—De acuerdo. Entonces, ¿qué estamos buscando? —‌preguntó Gross.

—Bueno, aquí ya había un agujero. La excavación para el árbol.

—Vale —‌dijo Gross‌—. ¿Y?

Garchik cerró el puño y lo blandió hacia abajo.

—Cuando se golpea el agua con el puño parte de la misma sale disparada a ambos lados de la mano. Es un concepto sencillo de desplazamiento de volumen. Lo mismo ocurre con una bomba. Si la bomba está por encima de la tierra, actúa como el puño. Irá hacia abajo, hacia los lados y también hacia arriba. Pero una bomba enterrada en el suelo tiene un efecto distinto. Se propulsa sobre todo hacia arriba porque está cubierta de tierra más suelta. Es la vía que ofrece la menor resistencia. De todos modos hizo más profundo el orificio existente.

—Y formó un cráter. Un cráter mayor que si la bomba hubiera estado por encima de la tierra —‌dijo Stone lentamente.

—Pero en ese caso la bomba estaba enterrada, ¿verdad? —‌dijo Gross. Los miró de uno en uno como si esperara una afirmación colectiva.

—Ojalá os lo pudiera decir a ciencia cierta —‌repuso Garchik‌—. Determinar esto suele ser una de las partes más fáciles de la ecuación. Pero aquí tenemos un factor que lo complica todo. Ya había un cráter grande antes de que estallara la bomba.

Gross parecía confuso.

—No te acabo de entender.

—Quiere decir que no sabe si la bomba estaba enterrada, en el cepellón o incluso debajo del árbol —‌repuso Stone. Miró al agente de la ATF‌—. ¿Cierto?

—Cierto.

—¿Y eso importa? —‌preguntó Chapman‌—. En todo caso la bomba estaba en este agujero.

—Exacto —‌dijo Gross‌—. La cuestión sigue siendo la misma: ¿cómo lo hicieron? Estamos en Lafayette Park, no en un callejón de Bagdad.

Stone miró a su alrededor. Armas y bombas justo delante de la residencia presidencial. Solo podía haber una respuesta.

—Tenemos a un traidor en algún sitio —‌declaró.

—Y si el primer ministro no se hubiera torcido el tobillo estaría muerto —‌añadió Chapman.

Stone la miró.

—Pero lo más increíble es que consiguieron colocar una bomba en Lafayette Park, delante de la Casa Blanca. El lugar más vigilado del mundo. ¿Cómo?