Stone y Annabelle llegaron al final del cilindro, a las celdas de detención.
Si Caleb no estaba en una de ellas, Stone tendría que volver a empezar por el otro lado, y llevar a Annabelle consigo.
Lo que vio le sorprendió y alivió a partes iguales. Knox, Finn y Caleb les estaban esperando. Una luz tenue les permitía verse.
—¿Cómo habéis entrado aquí? —preguntó Stone cuando se apiñaron en un rincón y Annabelle abrazó a Caleb a pesar de la ropa y el olor nauseabundo.
—Todo ha sido idea de Chapman —dijo Knox y pasó a explicarle a Stone lo que les había sucedido hasta ese momento—. También nos ha explicado cómo pasar el laberinto. Ha dicho que había pedido información.
Stone miró hacia atrás.
—¿Así que ella se ha ido hacia la izquierda?
—Eso es. ¿Tienes idea de dónde puede estar?
—En algún lugar detrás de mí. Y acaba de salvarme la vida.
—Hemos pillado a un ruso en la entrada principal. Bueno, más bien Chapman.
—Así que solo queda uno.
—Y ahora ya no queda ninguno —dijo una voz. Chapman salió a la luz—. El tipo intentó abalanzarse sobre mí cuando iba a empezar con la primera sección —explicó—. O él no era muy bueno o yo soy mejor de lo que creo.
Cuando terminó de hablar, Stone echó un vistazo a su alrededor con una expresión extraña.
—¿Alguna señal de Friedman? —preguntó Finn a Chapman.
—No.
—Yo creo que lo mejor es que nos larguemos de aquí lo más rápido posible —sugirió Knox—. Ya tenemos lo que veníamos a buscar. Friedman puede esperar.
Miró a Stone, que parecía que se había quedado petrificado en el sitio.
—Oliver, ¿estás bien?
—Rusos.
—¿Qué? —preguntó Finn.
—Rusos —repitió Stone.
—Sí. Y hemos acabado con todos ellos.
—No eran muy buenos estos rusos —dijo Stone—. Cabía pensar que serían mejores.
Todos le miraron.
Stone les devolvió la mirada.
—Acabar con ellos ha sido muy fácil. Demasiado fácil. No eran muy buenos. Y creo que esa era la intención.
—¿Para qué iba a contratar Friedman un servicio de seguridad que no fuese muy bueno?
—Porque no necesitaba al equipo A. El equipo B era suficiente.
—¿Suficiente para qué? —preguntó Chapman.
—Para atraernos hasta aquí. En realidad, para que llegásemos hasta este lugar. Eran prescindibles. No le importaba si morían o no. No, retiro lo dicho. Quería que muriesen.
—Pero, si nosotros los matamos, ellos no nos matan a nosotros. ¿De qué le sirve eso? —preguntó Knox.
—Está intentando subsanar su error con Carlos Montoya. Fracasó la primera vez, pero ahora vuelve a intentarlo con su plan B.
—¿Plan B? —exclamó Knox.
Stone asintió con la cabeza.
—Siempre hay que tener un plan B. Y yo me he metido de lleno en él.
—¿A qué te refieres exactamente? —preguntó Chapman nerviosa.
—Nos encontrarán aquí con un grupo de rusos. —Stone hizo una pausa—. Allí atrás hay un laboratorio lleno de aparatos nuevos, y me parece que ya sé para qué están.
Chapman fue la primera en darse cuenta de adónde quería llegar.
—¿No serán nanobots?
Él asintió con la cabeza.
—Exacto, nanobots.
—Pero los rusos no están detrás de esto. Creo que ha quedado bien claro.
—Pero cuando nos encuentren con todos estos rusos muertos y un laboratorio dedicado a la investigación sobre nanobots, con aparatos traídos probablemente de los complejos científicos de Montoya, ¿qué creéis que va a pensar el mundo?
—¿A qué te refieres exactamente cuando dices «cuando nos encuentren»? —preguntó Caleb con nerviosismo.
—Nos han tendido una trampa. La intención era que viniésemos aquí, nos enfrentásemos a los rusos y llegásemos hasta donde estamos ahora —respondió Finn.
—¿Por qué? —preguntó Annabelle.
La explosión se oyó por encima de ellos.
La fuerza era tal que el suelo tembló. Todos saltaron cuando cayeron cerca unos trozos de hormigón y una placa de acero.
—¿Qué coño ha sido eso? —gritó Chapman.
—Eso —dijo Stone— es que ha sellado herméticamente la puerta principal. —Tomó a Annabelle de la mano—. Vamos.
Todos le siguieron mientras Stone les guiaba hacia el vestíbulo principal y, a continuación, por el camino que él había seguido al entrar.
—¿No deberíamos al menos intentar salir por la entrada principal? —gritó Knox.
Su respuesta llegó en forma de otra explosión, que derrumbó parte de la montaña que estaba a seis metros a sus espaldas y que cortaba sin miramientos todo acceso a la entrada principal.
Corrieron más rápido.
Ahora la montaña temblaba a causa de las explosiones, que detonaban una tras otra con gran precisión.
—¡La montaña entera se va a derrumbar sobre nosotros! —gritó Annabelle.
—No, no se derrumbará —dijo Stone mientras corrían—. Solo lo suficiente para matarnos. Tiene que dejarles entrar para que puedan encontrar las pruebas que a ella le interesa que encuentren.
—¡Qué hija de puta! —exclamó Chapman cuando otra bomba detonó delante de ellos y Stone tuvo que girar a la izquierda con todos los demás detrás de él.
—Oliver, ¿qué pasa con el camino por donde has entrado? —gritó Finn—. Puede que ella no lo conozca.
—Sí que lo conoce, pero no nos queda otra alternativa —repuso Stone.
Un trozo de pared se derrumbó y a punto estuvo de aplastar a Caleb. Afortunadamente Finn y Knox tiraron de él justo a tiempo, pero Caleb se quejaba y se sujetó el hombro, que un trozo de roca le había golpeado.
Finn le desabrochó la camisa y le enfocó con una linterna.
—Clavícula fracturada, pero no es grave. La clavícula es un mecanismo de seguridad. Se fractura para que no se rompa otro hueso más importante.
—Menudo alivio —gimió Caleb.
Cuando Stone llegó a la cocina se paró y miró con impotencia lo que tenía ante él. Friedman se le había adelantado también en esto. Había tapado la entrada que estaba en la parte posterior de la cocina con los escombros que habían caído al derruir una gruesa pared con una carga explosiva que sin duda había sido colocada en el lugar adecuado para ese fin. Y si conseguían excavar entre los escombros, Stone sabía que se encontrarían con otra pared de escombros todavía más gruesa. Friedman ya se habría encargado de ello.
«Ha hecho los deberes».
Por un momento se preguntó desde cuándo tenía preparada la Montaña Asesina. Y si ella estaba en algún lugar cercano detonando las cargas explosivas. Y si les estaba observando y sabía exactamente cuándo detonar cada una de ellas. Después ya no tuvo tiempo para preguntarse nada más, pues todos le estaban mirando.
—Y ahora, ¿qué hacemos? —preguntó Chapman sin aliento, su rostro, como el de los demás, mugriento de polvo y humo.
Stone alzó la vista cuando explotó otra carga, aunque esta vez no fue cerca, pero se derrumbó otra parte del complejo y la montaña tembló de nuevo.
Entonces se apagaron todas las luces y se quedaron a oscuras.
Stone, Finn y Knox encendieron inmediatamente sus gafas de visión nocturna. Stone cogió a Annabelle de la mano, Knox a Caleb y Finn agarró la muñeca de Chapman.
—Seguidme —indicó Stone.
Todavía quedaba una forma de salir de allí. Y que Stone supiera, él era la única persona que la había descubierto. Era su última oportunidad.
Era muy consciente de que no tenía ni idea del lugar donde iba a detonar la siguiente carga que había colocado Friedman. Ella no tenía ningún interés en dejarlos salir de allí con vida para que pudiesen contar la verdad. Cada paso que daban podría perfectamente ser el …
Annabelle gritó.