Suerte que corrieron algunos personajes después de la conquista

ABU ABD ALLAH MUHAMMAD IBN SAAD «ALZAGAL». Cuando al-Zagal pisó la playa africana, besó el suelo hospitalario donde pensaba pasar el resto de sus días tranquilo. Sin sospechar que su destino estaba condenado al infortunio. Después de desembarcar en Oran, se estableció en Tremecén donde el sultán le dio protección y le prodigó el trato y las consideraciones propias de su linaje. Pero poco tiempo después, su enemigo mortal, su sobrino el emir de Granada, pese a su parentesco de sangre, envió un emisario a Tremecén informando al sultán de la vergonzosa entrega de Baza, Guadix y Almería a los cristianos por parte de su tío. El sultán de Tremecén, que ambicionaba apoderarse de los bienes del andalusí, hizo prender a alZagal y le sometió a juicio sumarísimo, acusándole de traición y de haber contribuido a la ruina de al-Andalus.

Hallado culpable, se le condenó a la ceguera, quemándole los ojos con un hierro candente, y todos sus bienes fueron confiscados. Murió en la noche de luna nueva, del mes de Xaabân del año 899 de la Hégira (1494).

Se dice que sus descendientes, reducidos a la miseria, se tenían que buscar el sustento como mendigos a las puertas de las mezquitas.

ABU ABD ALLAH MUHAMMAD IBN ALÍ (BOABDIL). En septiembre de 1493, el secretario de los Reyes Católicos, Hernando de Zafra, convence a Boabdil para que abandone las Alpujarras y embarque rumbo a África. La partida se retrasa debido a que las naves de Íñigo de Artieta, destinadas al transporte del emir y su familia, se encontraban dando escolta y reserva, hasta las islas Canarias, a la flota de Cristóbal Colón en su segundo viaje a las Indias, el 28 de agosto de 1493. Las naves de Artieta regresaron a finales de septiembre, anclando en el puerto de Adra. Entrado el mes de octubre, el último emir de Granada, el desdichado Boabdil, embarcó en una carraca de Íñigo de Artieta. En el mismo barco, junto al emir, partieron sus hijos Ahmed y Yusuf, así como su madre la enérgica sultana Fátima. (La esposa de Boabdil, Moraima, había muerto en las Alpujarras). El séquito, compuesto por 1.130 personas, se repartió entre una nave genovesa y dos galeotas.

Arribaron a la costa africana, desembarcando en la fortaleza de Cazaza, cerca de la ciudad de Melilla; desde allí, se trasladaron a Fez, donde fueron acogidos bajo la protección del sultán Ahmed el Meriní. En la corte de Fez, Boabdil fue considerado como un príncipe, recibiendo agasajos y consuelo por la pérdida de su reino. Se cuenta, que algunos años después de la llegada de Boabdil, Fez fue atacada por las hordas de los sanguinarios hermanos Xerifes. Boabdil acompañó al sultán al frente de su ejército, que se enfrentó a sus enemigos en el llamado río de los Esclavos, al pie de las montañas del Atlas. Las tropas del sultán de Fez fueron derrotadas, y Boabdil pereció a manos de aquellos salvajes, quedando su cadáver abandonado en el campo de batalla. Aunque el historiador árabe, Ahmed ibn Muhammad al-Aqqari (Almaqqari), afirma que el emir andalusí Abu Abd Allah (Boabdil) murió en Fez y se le dio sepultura en la Rauda que hay a la salida de Bab al-Sharía (Puerta de la Ley).

Pero el periodista y profesor Álvaro Machordom Comins, en su libro «Granada: El último rey Andalusí», narra que, investigando en los Archivos y Bibliotecas de Fez, no encontró huella alguna de la presencia física del último rey de al-Andalus en esta ciudad, ni halló vestigios del emir de Granada en los diversos cementerios que visitó, dedicando especial atención a la Rauda que hay en Bab al-Sharía. Por lo que los interrogantes, sobre la muerte y enterramiento del último rey andalusí, siguen en pie.

ZORAYA Y SUS HIJOS. La bella cristiana que conquistó el corazón del sultán Abu-l-Hasan, después de la muerte de éste, recibió de Boabdil toda clase de respetos y consideraciones; tomando bajo su protección, tanto a ella como a sus hijos, siendo respetados sus personas y bienes. En las Capitulaciones de la entrega de Granada, hay una cláusula especial para ella y sus hijos, en la que se reconocen sus derechos y privilegios, así como sus propiedades, entre ellas las tahas de Orgiva y Jubiles que Boabdil cedió generosamente a sus hermanos, con los que nunca mostró resentimiento ni odio.

Tras la conquista, la reina Isabel consiguió que Zoraya retornara a la religión católica, recobrando el nombre cristiano de Isabel. El rey Fernando y el príncipe Juan fueron los padrinos del bautizo de los hijos del emir y Zoraya, Saad y Nasr, que tomaron los nombres de Fernando y Juan respectivamente y el apellido de Granada; y se les honró con el título de Infantes.

Doña Isabel de Solís y sus hijos permanecieron en Granada hasta el año 1499, en que los Reyes Católicos consideraron prudente alejarlos de la ciudad, al prender la rebelión en el Albycín; siendo trasladados a Castilla.

Don Fernando de Granada (Saad) casó con una de las damas más ilustres de España, doña Mencía de Sandoval y de la Vega, señora de Tordehumos y biznieta del primer duque del Infantado. Pero don Fernando fue muy desgraciado en su matrimonio por el carácter de doña Mencía, que era dama de costumbres licenciosas. Don Fernando murió sin descendencia en Burgos por el mes de marzo de 1512.

Sobre este asunto, un cronista de la época, el jurista e historiador Galíndez de Carvajal escribe: «En marzo de este año 1512, falleció en Burgos el Infante Fernando de Granada, hermano del rey Boabdil y del Infante Juan de Granada, hijos del rey Muley Hacén. Don Fernando era persona valerosa y ha muerto de pesadumbre por los disgustos y amarguras que le causó su esposa doña Mencía de Sandoval, hija de don Diego, que fue ahorcado en el Prado de Madrid en el año 1495 por sus maldades. La doña Mencía fue señora de costumbres livianas y se casó cuatro veces. La primera con don Pedro de Mendoza, hijo del duque del Infantado. La segunda con don Bernardino Quiñones, conde de Luna, el cual tuvo grandes desafíos con el marqués de Astorga por fundados celos. La tercera con don Fernando de Mendoza, hijo del Gran Cardenal. Y la cuarta con el Infante don Fernando de Granada. Y se dice que el dicho Infante murió de los enojos que de ella recibió».

En cuanto a su hermano don Juan de Granada (Nasr) casó con doña Beatriz de Sandoval, hija del conde de Castro y prima hermana de la anterior. Don Juan fue más feliz en el matrimonio que su hermano, y tuvo descendientes que enlazaron con las familias más nobles de España. Los duques de Granada, establecidos en Valladolid, conservaron la estirpe y el linaje de Abu-l-Hasan y la hermosa Zoraya; y en su escudo de armas figuran dos granadas en campo azul con el emblema en árabe de la dinastía Nasrí: «wala galiba ill-llah» (sólo Dios es vencedor).

LOS HERMANOS VENEGAS. Abu-l-Qasim y Ridwan Venegas retornaron a la fe de sus antepasados. Siendo reconocidos sus derechos de nobleza, pues eran descendientes de Don Egas, tercer señor del estado de Luque, y de doña Mencía de Quesada, hija de don Pedro, señor de Garcíez, de la que nació Don Pedro Venegas, cautivo a la edad de ocho años y criado en la Corte de Granada.

YAHYA AL-NAYYAR. Hijo del príncipe Salim, alcaide de Almería. Adjuró de la fe musulmana y recibió el agua del bautismo en presencia de los reyes Isabel y Fernando, adoptando el nombre cristiano de Pedro de Granada.

Don Pedro obtuvo el título de Grande de España con facultad de llevar escolta y servidumbre de 20 hombres de armas. Fue amparado con privilegios especiales y posesión de señoríos en los términos de Almería y el valle del río Almanzora. Y recibió una merced de 550.000 maravedíes de renta en las tahas de Dalias y Marchena. El príncipe Yahya ibn Salim al-Nayyar se había casado con Maryam Venegas, de la que tuvo un hijo, Alí, que se bautizó con el nombre de Alonso de Granada y Venegas. Éste obtuvo la mano de doña María de Mendoza, dama favorita de la reina. Sus descendencia radica hoy en los marqueses de Campotejar.

Yahya al-Nayyar (Pedro de Granada) murió el 6 de febrero de 1506.

AHMED AL-ZEGRÍ. El famoso caudillo africano, al-Zegrí, cuyo significado es «Hombre de frontera». Aguerrido y fiel a su palabra y a sus compromisos. Valiente defensor de la ciudad de Málaga.

Cuando, cargado de cadenas, fue interrogado por algunos nobles cristianos del porqué de su obstinada resistencia a sabiendas de su imposible victoria, al-Zegrí contestó que sólo había cumplido con su deber de defender la ciudad, así como su honor por la palabra empeñada, el día que aceptó gobernarla. Y que su deseo habría sido haber muerto peleando.

Los vencedores no hicieron la debida justicia con un hombre tan honesto y un guerrero tan valiente. Y el valeroso Ahmed al-Zegrí murió en una lúgubre cárcel de la ciudad de Carmona.

ALÍ DORDUX. Este personaje, que tan importante papel jugó en la rendición de Málaga, fue nombrado juez mayor y alcaide de los mudéjares de Málaga, y premiado por los Reyes Católicos con la propiedad de 20 casas, 1 horno, huertos, viñas y otros terrenos. Ya anciano se retiró a sus propiedades de Antequera, donde falleció; dejando su hacienda a su hijo Muhammad, que se hizo cristiano tomando el nombre de Fernando de Málaga.

FRAY HERNANDO DE TALAVERA. El humilde y tolerante fraile de la orden de San Jerónimo y primer arzobispo de Granada fue víctima de la ira y el odio del colérico inquisidor de Córdoba, Diego Rodríguez Lucero.

Durante un tiempo, Rodríguez Lucero, celoso vigía de la pureza de sangre, estuvo amenazando con encausar a fray Hernando, por su ascendencia judía y estar implicado en una supuesta conjura para entregar España al judaísmo mediante artes de brujería, pero tuvo que contener sus abominables deseos por temor a la reina. Una vez muerta Isabel la Católica (1504), el inquisidor lanzó su anatema, acusando de herejía al anciano arzobispo, a su hermana María y a sus sobrinos Francisco, Constanza y María. Para actuar contra el arzobispo pidió licencia al Papa. Y los familiares de fray Hernando fueron encarcelados y sometidos a tormentos. Cuando llegó la autorización de Roma, en Castilla gobernaba Felipe el Hermoso, enemigo declarado de los inquisidores. Por orden de Felipe, el Inquisidor General, Diego Deza, fue destituido y había orden de prender a Rodríguez Lucero. Bajo estas circunstancias se pudo salvar fray Hernando y lograr la absolución de su familia.

Consumido por la aflicción de tan injusta persecución, el ilustre prelado falleció el 14 de mayo de 1507, siendo enterrado en la antigua mezquita Mayor de Granada, actual Catedral.

YUSUF IBN QUMASA. Todos los mandos militares y las ricas familias nobles como los Banu al-Sarraj (Abencerrajes), Ibn Abdal-Barr, Ibn Fary, Mufarrij o las antiguas estirpes de los Banu al-Mawl o los Asqilula no quisieron permanecer en Granada bajo el yugo de los cristianos, y emigraron a tierras extrañas. La mayoría fijó su residencia en las ciudades africanas de Fez, Tremecén, Túnez y Alejandría, y allí viven sus nietos, conservando sus apellidos andalusíes, guardando las llaves de sus casas de Granada y con sus corazones embargados por la nostalgia de al-Andalus.

La suerte de Yusuf ibn Qumasa, visir de Boabdil, fue bien distinta. Las aventuras y vicisitudes en las que se desarrollaron los últimos años de la vida de este personaje, maestro de truhanes, conspirador e impostor, inspiraron relatos novelescos de la época.

Después de la traición y la perfidia con la que actuó, vendiendo la hacienda de su rey, a espaldas de éste; Boabdil ordenó prenderle. El artero visir, temiendo por su vida, se refugió en la Corte de los Reyes Católicos alegando que quería hacerse cristiano. La reina Isabel, muy impresionada, le tomó bajo su protección. Aquel desalmado no sólo recibió las aguas del bautismo, sino que, para halagar a la reina, pidió tomar los hábitos de fraile en la Orden de san Francisco, lo que provocó gran entusiasmo en la reina Católica, que lo presentaba como ejemplo a seguir.

Ibn Qumasa, como buen truhán, utilizaba el arte de la seducción y poseía facilidad de palabra; dominaba la lengua castellana y hacía alarde de una gran simpatía personal con lo que tenía ganada la voluntad de la reina y de muchos nobles. Pero poco tiempo después, incapaz de soportar las estrictas reglas de la orden franciscana, el impostor colgó los hábitos y, en Almería, haciéndose pasar por un caballero español, se embarcó en una galera veneciana. Durante el viaje, encabezó un motín, se apoderó de la nave y se hizo pirata. Después de saquear varias ciudades en la costa mediterránea, apareció en Bujía (Argel). Se presentó ante el sultán Abd-l-Rhman y valiéndose de sus dotes de persuasión, se gana la voluntad del sultán de Argel que le hace su favorito y le concede un alto cargo en la Corte.

Pero el carácter de Ibn Qumasa, inclinado a la intriga y a la conspiración, le hizo confabularse con un aventurero español, Pedro Navarro, que al mando de cuatro naves había desembarcado en las costas de Argel. Ambos planean una revuelta para hacerse con el poder en la corte argelina y repartirse las ganancias. Finalmente, cuando todo estaba a punto, el sultán Abd-l-Rahman descubrió la conjura, mandó traer a su presencia al favorito, y allí mismo fue cosido a puñaladas.

Así terminó la azarosa vida de Yusuf ibn Qumasa. Era el 6 de diciembre de 1510.