De alguna manera, en algún momento, tuvo que haber un mal entendido o un error de cálculo en el acuerdo austriaco-coreano. El hecho es que, el 1 de agosto, no sólo subieron los tres austríacos al campo IV, sino que también lo hicieron tres porteadores de altura coreanos, que regresaron el mismo día al campo III. El día 2 de agosto volvieron a subir dos porteadores coreanos al campo IV, además de los componentes del equipo de cumbre de Corea, como también uno o dos coreanos más. Por eso me pareció demasiado poco que todas esas personas juntas subieran sólo una tienda para tres personas al campo IV. De la situación momentánea se desprende un error disculpable de planificación, que tiene su origen en la repentina aparición de los austriacos, pues éstos se habían ofrecido para trasladar la tienda coreana del campo III a la posición del campo IV. Las cuerdas fijas las llevarían seguramente un porteador, y las cuatro botellas de oxígeno las transportarían dos más. Incluso considerando el peso del gas y de los víveres, no creo que hubiera sido imposible subir también una segunda tienda (al menos al día siguiente). Lo di por supuesto, pero la mirada que echamos sobre el Hombro del K2 me demostró otra cosa.
Mi opinión es que el plan de los coreanos estaba sencillamente determinado en función de las dimensiones de su ataque a la cumbre, que con una sola tienda hubiera sido perfectamente posible.
El compañerismo y la ayuda coreana hacia los austríacos suponía una ampliación de la capacidad del campo IV pero, o bien no supieron verlo o no fue posible.
Los austríacos por su lado no fueron en absoluto menos receptores de ayuda. Ellos abrieron la huella desde el campo III hasta el Hombro. También fue, sin duda, de gran valor el montaje de algunas cuerdas fijas coreanas por debajo del glaciar suspendido de la pirámide de la cumbre. Ambas partes no debieron de hacer cálculos de tiempo o los hicieron irreales. Con sólo una tienda en el campo IV, a unos ocho mil metros, los austríacos tendrían que montar las cuerdas fijas, hacer cumbre, y volver a bajar al campo III en un solo día.
Incluso quienes no conocen el K2 pueden ver que algo así es poco menos que imposible. Y de hecho nadie lo ha intentado.
Un poco de luz sobre lo ocurrido allá arriba la arroja la crónica, minuciosa y exacta, del informe de la expedición coreana. Contiene no sólo los movimientos en la montaña, sino también las conversaciones por radio mantenidas con el campo base.
Kim Byung-Joon, el jefe de la expedición, no tomó sus decisiones a la ligera. Cuando los austríacos solicitaron por radio cien metros de cuerda y la tienda coreana para el ataque a la cumbre, el jefe de la expedición coreana se lo pensó mucho, pues se encontraba en una situación incómoda e incierta. Si no accedía a la ayuda temía por el buen nombre de los coreanos y si accedía, podría comprometer y arriesgar seriamente el ataque de su expedición.
La cuerda no planteaba ningún problema —los coreanos tenían 800 metros— pero la tienda sí. En caso de mal tiempo los austríacos podrían utilizarla demasiado tiempo. Por ello Kim Byung-Joon exigía una garantía: únicamente cuando Hannes Wieser aseguró que los austríacos sólo utilizarían la tienda una noche en el Hombro, Kim estuvo de acuerdo. Las cuerdas las regalaron sin poner condiciones.
Mientras que la expedición austríaca estaba en parte ocupada desmontando campos y por otro lado tres de sus hombres subían hacia la cumbre, los coreanos habían dividido todo el equipo sistemáticamente en un grupo de ataque y varios de ayuda, y habían reequipado los campos del espolón con todo lo necesario. Incluido el campo III del que se temía que hubiera sido destruido por el alud de la tetera.
En cualquier caso, después de la descripción austríaca, me parece casi incomprensible que Willi Bauer se indignara luego porque los coreanos no subieran una tienda más para ellos mismos.
¿Es que no hablaba Bauer con Wieser?
Sin duda hoy cada uno ve las cosas a su manera.