A Giacomo Papi, Paola Gallo y Dalia Oggero por haber creído en el libro desde el principio.
A cuantos me han ayudado a releerlo a través de sus ojos: Alberto Masala, Fabrizio Elo Gagliarducci, Teo Nakkio Miavaldi, Arianna Giorgia Bonazzi, Riccardo Nin Turrisi, Giulia Blasi, Roberta Scotto Galletta, Marco Volpe Schirra, Alessandra Raggio, Tonina Lasiu, Valerio JDM Giardinelli, Marzia D’Amico, don Francesco Murana y Maso Notarianni.
A Alessandro Giammei, mi valioso catalizador.
A don Giuseppe Pani y don Antioco Ledda por el asesoramiento litúrgico y antropológico.
A Marcello Fois por haberme quitado el miedo a emplear mi sardo.
A Giulio Angioni por haberme obligado a revisar algunos prejuicios sobre la acabadora.
A la tía Peppina Fròri por haberme explicado cómo se hace un affumentu[16].
A Luis Pellini por haberme inspirado el personaje de Nicola Bastíu.
A Benito Urgu por haberme dado su talismán y a la señorita Lucia por haberlo predicho todo antes que nadie. A Patrizio Zurru y Daniele Pinna, de la agencia Kalama, por el modo admirable en que realizaron el trabajo de mindguard mientras redactaba la historia.
Quiero dar las gracias también a cuantos me han abierto su casa para que pudiera escribir mientras estaba de viaje, cosa que ha sucedido con frecuencia: Silvia Fontana y Giorgio Vannucci en Lari, Gennaro y Enrica Ferrara en Roma, Giordana Melú Bassani en Treviso, el restaurante Le Dune en San Giovanni di Sinis, Furriola Demuru y la librería Piazza Repubblica en Cagliari.
Un reconocimiento especial a mi marido, Manuel, porque otro no habría resistido este libro.