Epílogo

Cuando pensé que este libro estaba listo para salir a la imprenta, le dejé una copia a Cleo para que lo leyera y diera su visto bueno, ya que ella exige que así sea. Si no puse en el libro un par de capítulos dedicados al éxito de la ópera cumbia La Virgen Cabeza es porque eso es algo que todo el mundo conoce; aparece en la tele, en las revistas, en los diarios, tiene mil sitios de fans en Internet, ha sido ocasión de polémica entre Cleo y el Papa… ¿Para qué iba a contarlo otra vez? En esos días decidí que de aquí en más me voy a dedicar a la ficción: no se puede escribir la propia biografía con una esposa que se considera coautora, salvo que sea otra escritora. Cleo me pidió unos días para leerlo bien. En respuesta, encontré este mensaje:

No, Catalina querida, esto no se termina acá. No se termina ni en pedo: se acercan tiempos de cataclismos y catástrofes y va a haber Posos en medio mundo, así que no se termina, no lo decidís vos. Además, una historia de Santa María no puede terminar con un asesinato y un polvo. No te lo voy a permitir.

Yo sé que vos te creés que es tu libro y que entonces ponés lo que se te da la gana y se acaba donde se te canta el culo, pero estas equivocada: también es mi libro y sobre todo es el libro de la Virgen. Imagino lo que me dirías si estuvieras: que no tenés pasta de evangelista y que si yo y la Santa Madre queremos un libro lo escribamos nosotras. No importa de qué tenés pasta, mi amor, además de que toda la pasta que tenés la tenés gracias a Santa María, igual que yo. Y escribir te toca a vos, es tu parte en esta historia.

Aunque contastes mal muchas cosas y otras no las contastes. Y ahora no voy a tener tiempo de ponerlas yo en el libro. ¿Por qué no escribistes el capítulo de la ópera cumbia? ¿Qué pasa si ponés que cuando canto cantan conmigo cincuenta mil personas cada vez? ¿Y que se hicieron marianos quinientos mil gringos desde que estrenamos la cumbia? ¿Y si contás que en Florida hay más estampitas de la Virgen Cabeza que banderas americanas? Eso tampoco es nuestro, Qüity: la fama y la guita vienen de la Virgen y por la Virgen y para la Virgen y ya es hora de devolvérselas. Asegúrate de poner esto tal cual te lo digo, querida, porque si no vamos a tener muchos problemas. Más de los que vamos a tener cuando escuches esto.

Seguro que no es lo que más te preocupa, pero la fama se la voy apagar a Santa María predicando por el Caribe: primero me tengo que ira Cuba, Qüity. Fidel parece eterno pero no es y ni la Virgen sabe si se va a ir al cielo o al infierno, pero que la isla se va a ir ala mierda lo saben hasta los niños en China. Y van a necesitar la luz de Dios y de la Virgen Santa y yo se la voy a llevar porque Ella me lo ordenó.

Cuando escuches lo que te voy a decir ahora te vas a preocupar un poco más: te tengo que dejar a Cleopatrita. La Virgen dice que se acercan tiempos de cataclismos y catástrofes y que «es mejor que la niña permanezca en su hogar».

Porque los desastres no van a ser solo en Cuba, mi amor, van a ser en todas partes. Ya hubo crisis y hambre, Qüity. Pero lo que se viene es todavía peor: primero se va a cortar la luz. Y no van a funcionar los celulares, ni las computadoras, ni Internet, ni los motores que suben el agua a los edificios, ni nada. La guerra contra el Islam nos va a dejar sin nafta y los autos abandonados nos van a dejar sin caminos. No va a haber shoppings ni televisión ni ninguna forma de comunicarse más que la de los radioaficionados, que es lo que vos te tenés que aprender ahora, mi amor. No va a haber remedios. Ni comida frizada. No sé si entendés el desastre que te estoy contando.

Acá en casa hay un generador electrógeno, provisiones, combustible, armas y comida en lata como para cinco años. Vos lo sabés mejor que yo, el búnker lo armastes vos. Yo te agregué las gallinas y la huerta y Helenita construyó el nuevo estanque en el medio de todo porque pura lata no es una alimentación saludable y Cleopatrita tiene que crecer sana. Vos te creías que era un ataque de nostalgia, una forma mía de tenerle fidelidad a mis orígenes, o algo así dijistes. Pero te equivocastes: nada de nostalgia, si hice levantar estas murallas altísimas y las coroné con una Virgen, una estatua de San Jorge y millones de pedazos de vidrios rotos bien filosos fue porque se viene una catástrofe y yo no las puedo dejar solas y desarmadas. Y debo dejarlas un tiempo. Y vos tenés que quedarte acá, cuidando a Cleopatrita y a Helena y a su Klein y al Kleinsito Klein que está por nacer. Porque nuestra casa será salvada, Qüity, pero eso no quiere decir que no vaya a haber batalla.

Va a haber guerra en medio mundo, Catalina, escúchame bien. Y todos los que vivan y los que mueran van a necesitar consuelo durante los próximos años: los que van a tener que arrastrar los cajones a los cementerios van a ser los viejos, Qüity. Y van a tener que cinchar con sogas, porque ya te dije que ni nafta va a haber Los padres van a tener que enterrar a los hijos, los tíos a los sobrinos y los abuelos a los nietos: todo al revés, los muertos van a terminar apilados en cualquier parte porque los viejos se van a quedar sin fuerza. Y se van a morir también y no sé quién mierda los va a enterrar a ellos. Para todos los que sufran, los viejos y los jóvenes y los de edad media, le hice una catedral a la Virgen Cabeza: al que quiera llorar y llore a los pies de este altar lo va a consolar la mismísima madre de Dios, que consuela mejor que nadie. Para eso ganamos la riqueza que ganamos con la cumbia: para hacerle a la Cabeza la iglesia que se merece. Era para hacerle una catedral.

Y sí, vos te vas a enojar, por eso no te conté antes, pero la verdad es que le hice la catedral que se merece a la Virgen Cabeza. El diseño un poco fue idea tuya también: se me ocurrió cuando me regalastes el Rolex Pearlmaster de oro amarillo dieciocho quilates con esfera de nácar engastada de diamantes y bisel engarzado de brillantes, que lo tuve que vender para hacerle el altar a la Santa Madre. La Virgen quería su catedral, pero una catedral nómade, una que vaya a donde vaya yo, me ordenó. En la gira europea del año pasado, cuando vos decidistes quedarte escribiendo porque viajar te aburre, dijistes, yo me fui a la sede de Rolex en Suiza y diseñé con ellos el monumento portátil a la Virgen. Les encantó la idea, querida, les gustó mi diseño, y eso que ellos son todos unos protestantes y unos judíos que con la Virgen nada, como si no existiera.

Son los joyeros del «lujo eterno», Qüity, eso dice al lado de Rolex, así que es obvio que tenía que hacerla con ellos. Para la cabellera, le pusimos dieciséis mil trescientos cincuenta y un hilos de oro blanco de veintidós quilates; no por canuta, no son veinticuatro porque hubo que ponerle paladio y plata para que fuera más claro y ni así brillan los hilos como brillan los pelos de ella, que es rubia como un fuego que no quema, como una diosa vikinga, no sé cómo explicarte: echa luz.

Le puse los dientes también; los mejores dientes que te puedas imaginar; mi vida, diamantes blanco azulados, usé sesenta y cuatro: la sonrisa de Santa María irradia luz como un plato volador; un aire veraniego, un impulsor de nano-máquinas, o como que te digan que te curastes cuando tenías una enfermedad mortal Y le puse rubíes a esos labios finitos que tiene y que usa para dar consuelo, cincuenta y cinco rubíes. Le hice los ojos también, ¿nunca te hablé de los ojos de la Virgen? Son azules, pero azules como el Mediterráneo en Sicilia, azules como los dos zafiros gigantes que hice traer de Sri Lanka para Ella, Qüity. Los antiguos, que a vos te gustan tanto, creían que esta piedra tenía el poder de la sabiduría. Se creían que cuando tenías un bardo padre y no sabías qué hacer la piedra te lo resolvía, querida. Y así son los ojos de la Virgen: azules como la sabiduría son.

Lo único que no hice con los de Rolex fue la piel: se la hice con Ivo Pitanguy, que no será Dios pero se acerca. Esperá que veas la piel de la Virgen y vas a ver. Se la hicimos con láminas de quitosano, que es lo que usan en los hospitales para ponerles a los quemados; es una especie de milagro de la medicina, Qüity. Cuando le veas la cara a la Virgen vas a entender; tiene la piel de una adolescente sin acné.

Todo lo demás lo hice con los joyeros. Qué más, te estarás preguntando. Qüity, no podía hacer una joya así y dejarla sin seguridad. Está en una caja de vidrio muy transparente y más impenetrable que tu búnker; querida: los compré en Colombia, viste que allá a los ricos los viven cagando a tiros, sí, ya sé que a los pobres también, pero a los ricos los cagan más a tiros que en los otros países así que se inventaron unos vidrios bárbaros: son como capas, muchas capas, por ejemplo, el que tiene un centímetro de grueso puede resistir un arma de nueve mm a una distancia de disparo de 4,57 metros y con una velocidad de bala de trescientos noventa y cuatro metros por segundo; puede recibir tres impactos. Este tiene treinta centímetros de grueso, mi amor, hacé la cuenta: nos pueden recagar a balazos antes de que se astille el vidrio este. Está electrificada además. Solo deja de echar electricidad cuando la toco yo con mis huellas digitales, si están entre treinta y seis y treinta y ocho grados, corazón: no la puedo abrir ni muerta ni con fiebre. Y filma, Qüity, es como una caja negra con imagen, graba todo lo que le pasa alrededor en un círculo de trescientos cuarenta y tres metros y una definición de siete megapíxeles. Y tiene unos minialtavoces de última tecnología, de AMP 4 x 120, la potencia de las columnas de sonido que usamos en los estadios. La computadora que le metimos adentro está programada en loop, pasa música santa todo el día, como la cumbia y el avemaría y otras canciones de la virgen. Reza el rosario también, Qüity. Entiende las órdenes que le digo y entonces canta, pasa música, reza o no hace nada.

Tiene un generador de energía propio, que se lo hice con dínamos y un sistema de pedales parecido a una bicicleta. Tengo que pedalear diez rosarios por día, que es lo mínimo que se necesita rezar en tiempos de crisis. Y de paso hago gimnasia, mi amor. Cuando vuelva voy a estar tan espléndida como siempre.

Te dejo este aparato de radio que está sincronizado con el mío. Y no te preocupes, que por ahora los aviones funcionan y para cuando dejen de funcionar ya estuve hablando con un grupo de balseros que me van a cruzar otra vez a Miami. Para cuando me toque volver a estar con vos, mi amor, y con nuestra hija. Mientras tanto, no sé cuánto será pero no será tanto tiempo, me lo dijo la Virgen, voy a grabar un diario con todo lo que vaya pasando. Porque está escrito esto tiene que ser escrito, y lo vas a tener que escribir vos, mi amor.

Me estoy yendo a Cuba a buscarla. No sé si tengo el corazón roto o si tengo una granada en el lugar donde antes tenía el corazón. También ignoro si me voy a enfrentar con un divorcio o con el Apocalipsis. No entiendo qué le pasó; por ahí no son tan fáciles de abandonar los orígenes y en la cultura de origen de Cleo mandarse a mudar con toda la guita y dejarme a la cría en casa es algo que cualquier varón puede hacer sin menoscabo de su honor y buen nombre. Pero no creo, estrictamente hablando Cleo no es un varón, quiere a su hija y realmente cree en su Virgen. Así que debe ser cierto que transformó ese pobre pedazo de cemento en un adefesio carísimo y estrafalario y que está en La Habana tratando de organizar algún megarrecital para convertir a los isleños a la fe de la Virgen Cabeza. Si no estuviera tan furiosa como estoy, el proceso de reescribir la cumbia como un texto digno de la Revolución me resultaría apasionante. Pero en nuestras cuentas bancarias quedan apenas trescientos mil dólares. Y teníamos más de diez millones. Y mi amada se mandó a mudar sin avisarme. Se escapó con toda la guita y me dejó a la nena, como si yo fuera, no sé qué, ¡una mujercita! Por supuesto que le mandé una respuesta:

Carlos Guillermo Cleopatra, tenés razón, esto no se acaba acá. Te voy a ir a buscar, vamos a vender todos esos metales y piedras preciosas que le pusiste a tu catedral y le vas a seguir rezando al pedazo de cemento que rescataste de la villa, que tan mal no te fue hasta ahora. Sin oro y sin diamantes te rendía igual tu Virgen. Con lo que recuperemos te voy a pagar un tratamiento psiquiátrico. Y si no accedés, te voy a hacer juicio por chorra. Y te voy a pedir la extradición. Y te vas a volver en avión con las manos esposadas y no lo va a poder impedir ni Fidel, ni vivo ni muerto, ni todos tus clubes de fans juntos. Nos vemos en La Habana, mi amor.