Fue por la Virgen María
que cambió toda mi life:
me empezaron los milagros
y hasta la villa fue nice.
Ay, Qüity, si empezarías las historias por el principio entenderías mejor las cosas. ¿Que cuál es el principio? Ternura de mi corazón, hay un montón de principios porque hay un montón de historias, pero yo quiero contar el principio de este amor, que no te lo acordás bien vos, Qüity, un poco contás las cosas como fueron y otro poco no sé qué hacés, mi amor, ponés cualquier pelotudez, así que yo también voy a contar la historia nuestra. Te la voy a grabar, mi vida, y vos la vas a poner en tu historia. Pará, pará, apareció Cleopatrita, ¿qué hacés acá, mi amor? ¿No te dijo mami que te quedes abajo con Lily? Sí, bajá, corazón, que mami termina un trabajo y va a jugar con vos. Sí, está bien, bajo y jugamos con las barbies. Perdón, acá estoy otra vez, voy a desconectar los teléfonos y a cerrar la puerta así sigo contando en paz.
No, no voy a poder contarlo todo: hay cosas que todavía no sé. No es que me importe demasiado saberlas, no me cambian la vida, pero me dan curiosidad, me carcomen un poco, es parecido al hambre o a las ganas de coger, ay, curiosidad es, no entiendo qué es lo que no entendés de eso. ¿Lo que llevó a Eva a la manzana? ¡Para gastarme sí que te agarra la intriga! Qué sé yo qué llevó a Eva a la manzana, mi amor. Son rojas, tienen lindo olor, le habrán dado ganas de morderla. Tampoco me parece que tenga que explicar demasiado: cualquiera menos vos, Qüity, que sos medio extraterrestre, puede entender la curiosidad. Y no seas boluda: no me mandés a preguntarle a la Virgen porque ya te expliqué quinientas veces que a la Virgen no le gusta que le pregunte cualquier cosa, pone cara de harta, se calla y no la hace hablar ni Dios. No, no estoy segura de que no la haga hablar ni Dios. La cuestión es que se pone un poco del orto si le pregunto demasiado. No, no sé por qué, tal vez la cansamos sus médiums, somos todas minas, seremos chusmas. Que los chongos también son chusmas. Sí, ya lo sé. Bueno, seré machista yo también, Qüity, aunque haya renunciado a ser un macho según decís vos, que no sos curiosa un poco porque todo te importa un carajo y otro poco porque agarrás y te inventás las historias que te vienen bien. La verdad es que no fui nunca un macho, querida mía.
Pero no quiero hablar de eso hoy, quiero hablar del principio y que yo haya sido o no un macho no es el principio de nada, me parece. Ese día los vi bien a ustedes en la villa. Era muy temprano y llegaron fresquitos, como listos para un picnic, vos incluso tenías zapatillas y pantalones de aventura, la misma clase de ropa que te ponés ahora para ir de vacaciones a la selva; te creías que ir a la villa era ir de safari, qué sé yo qué te creías, parece que no te habías dado cuenta de que nosotros nos vestíamos normal, como todo el mundo, con ropa de ir a trabajar o de ir al baile o de estar en casa, no como vos que te venías como si fueras a cazar un oso o a pisar arenas movedizas. Daniel parecía un tipo fino, qué lindo chongo era Daniel, me gustó ese día cuando lo vi, esos ojos azules y ese pelo plateado que tenía me mataron. Bueno, Qüity, vos tampoco eras virgen y sabés que antes de vos yo con las minas nada, no había pasado de chupar alguna concha cuando mis clientes más viciosos pagaban por el show. Pero no estoy hablando de eso, estoy hablando de Dani. Pensé que era policía porque sacaba fotos con disimulo todo el tiempo mientras desayunábamos pero también parecía demasiado cheto para policía y además estaba al lado tuyo que creí que eras del equipo de producción de algún programa de la tele, parecías una de esas pendejas zarpadas que a la villa venían solamente a filmar documentales o a comprar merca, media reventadita, enseguida te saqué la ficha yo a vos. ¡Y mirá cómo terminamos, mi reina! ¿Vos te lo imaginastes alguna vez? ¡Madres de familia con deck al Caribe y fama internacional! Desde el milagro de la Virgen en la comisaría esperaba maravillas de la vida yo, pero ni loca me imaginé que iba a estar acá hoy, madre de tu hija, en un palacio, saliendo por la tele todo el día. Eso sí sabía desde chiquita: quería ser vedette y estar en la tele, incluso te diría que más estar en la tele que ser vedette. ¿Que me salió bien? Un poco sí, un poco no. En la tele estoy pero vedette no soy, más bien sería medio monja aunque parezca una trola como vos decís que parezco; yo sé que soy famosa porque hablo con la Virgen y no por las tetas, que las tengo y bastante grandes. Para haber sido heterosexual hay que decir que te prendistes como una loca, no parabas más, y con esos pezones de yegua que te gustan tanto y que tan caros nos costaron en su versión miamense me hicistes sentir la loba de Rómulo y Remo.
Qüity, mi amor, yo me doy cuenta de que estoy en la tele por la Virgen y por los muertos y por vos que escribiste casi todas las letras de la ópera cumbia que me lanzó al firmamento de la fama latina mundial. Y ahora estás haciendo este libro y yo me imagino que se lo vas a vender a Hollywood y que el hijito trolo y salvadoreño de Madonna va a interpretar mi papel. No, la Virgen no dice nada. A ella que es una estrella hace dos mil años te imaginás que la fama perecedera no le interesa aunque entiende, no sé cómo, pero parece que le quedó bien grabado en la memoria eterna su corazoncito de mortal y entonces sigue entendiendo aunque parezca mentira, ¡lleva como dos mil años muerta y todavía se acuerda! Ay, dos mil años de inmortal quise decir. Tus dioses griegos también entienden. Y no, Qüity, no es tan raro que entiendan si ellos nos hicieron o si a ellos los hicieron los mismos que a nosotros. ¡Ay! Cómo sos, no sé por qué te quiero yo a vos; no me dejás un minuto de paz, como si tuviera poco con María Cleopatra, que ni bola le das vos, mi vida, aunque hayas tenido el privilegio de llevarla en tu vientre. Ya sé que a los lagartos también los hizo Dios y que a vos no te parecen comprensibles los lagartos aunque tengamos el mismo padre. A mí me parece que yo a Juancho lo entiendo bastante: desde que lo cambié de pileta y le doy ranas orgánicas y salmón patagónico me mira con cariño; quiere estar cómodo y comer rico y ser querido, ¿te suena tan raro eso, boludita? Sí que quiere ser querido, hasta las piedras quieren ser queridas. Y no digo boludeces. Este es mi turno, y yo te voy a seguir grabando mis comentarios, Qüity, que vos escribís todo y yo quiero contar mi verdad también. Ya sé que vos no dijiste nunca que yo sea boluda pero en tu libro parezco, así que vas a meter esto que te estoy diciendo, amada mía, y si no, me sacás del libro. O lo voy a meter yo, que tengo derecho a hacerme escuchar.
Esa mañana, entonces, pensé que él parecía un cana cheto pero como estabas vos creí que eran de la tele o algo así y que estarían haciendo un documental en secreto, qué sé yo por qué en secreto, no pensé tanto, igual no me preocupaba mucho porque ya sabía que en la tele iba a salir igual, eso sí me lo había dicho la Virgen, y esa mañana estuve segura cuando la Santa Madre se evaporó por los aullidos de Susana, te acordás, sí, ya sé que vos escribistes eso, pero ahora me lo acuerdo yo, qué sé yo por qué te pregunto si ya sé, Qüity, no es todo tan sencillo en la vida, estoy hablando y te pregunto por cariño supongo, porque compartimos memorias, porque ya no sé ni pensar en mí sin hablar con vos. Dejó la silla de ruedas enterrada y se fue aullando Susana, chapoteando en el barro como una pendeja con sus piernas recién curadas, agradeciendo el milagro y jurando que me daría un lugar en su nueva temporada. Yo medio me calenté por los gritos: «¿Qué hacen tanto quilombo, che? A la Virgen no le gusta, se fue y ni siquiera me dio un beso como hace siempre. Nada más dijo “rezad, hija mía, que Dios os aiudará y io cuidaré a vosotros” o algo así», hablaba más en español que ahora la Virgen, ¿te distes cuenta?