Pocos meses después de los hechos detallados, los cónyuges de los extranjeros muertos en Calabella recibieron la Creu de Sant Borni, distinción que otorgaba la Generalitat de Catalunya a los caídos en acto de turismo —excepción hecha del ginebrino del Escarabajo, que como no tenía cónyuge conocido, fue homenajeado a través de un amigo suyo de Can Fanga, un señor con bigote que compareció en la ceremonia vestido de cuero y adornado con vistosas cadenas sobre el pecho increíblemente peludo.
Cinco de los otros seis extranjeros reconectados —el argentino, el magrebí, la peruana, la italiana y el francés— no presentaron ulteriores síntomas que hicieran temer por su salud, aunque sí ramalazos tales como guardar todas las bolsas de plástico del supermercado o patearse los bosques en busca de rovellons, llanegues, peus de rata y otras delicias micológicas. Pese a su perfecto catalán hablado, ninguno de ellos llegó jamás a obtener el inextricable Certificat C de catalá, de modo que sus oportunidades en el mercado laboral no mejoraron inmediatamente. El magrebí y la peruana siguieron en sus empleos precarios y mal remunerados hasta finalizada la crisis, cuando llegó una nueva hornada de inmigrantes ilegales para hacer el trabajo sucio; el argentino aprovechó su bilingüismo lunfardocatalán para trapichear sin suscitar la desconfianza que siempre suscitan los argentinos en cuanto hablan de negocios; el francés, que ya era hijo de rico antes de la reconexión, siguió siendo artista, pero abandonó la abstracción brutalista y le dio por pintar teleféricos blandos y otras genialidades surrealistas; y la italiana participó con gran éxito en Gran Hermano 23, donde protagonizó la primera liposucción en directo desde la casa de Guadalix.
El brasileño Ricardinho, sin embargo, se las ingenió a través de su representante para someterse a una nueva reconexión neuronal para aprender carabanchelí —cheli para abreviar—, lo que, apenas a la temporada siguiente, le valió para fichar por el Real Madriz cobrando un 10 por ciento más que en el Can Fanga.
Satrústegui el gord…, el Lehendakari, presentó una ingeniosa propuesta de aproximación a la independencia de Euskal Herria, consistente en la convocatoria de un referéndum para preguntarles a los vascos y las vascas si querían formar parte del Estado español los laborables de lunes a viernes y librar los fines de semana, vacaciones y fiestas de guardar. Inexplicablemente, la iniciativa no encontró comprensión entre las instituciones del Estado invasor, que opusieron toda clase de estúpidas trabas constitucionales.
Nicolás, el Presidente de Aragón, presentó otra igualmente novedosa propuesta para convertir los Monegros en base de despegue para los cohetes de la Agencia Espacial Europea. El proyecto incluía —además de un museo dedicado a la poco conocida época galáctica de Goya— originales puestos para vender souvenirs temáticos tales como cascos de astronauta con cachirulo y estaciones orbitales en forma de basílica del Pilar. Tampoco él obtuvo el apoyo que merecía por parte del Gobierno Central.
El President de la Generalitat de Catalunya fue reelegido doce veces, en una de las carreras políticas más largas que se recuerdan. En ese largo periplo llegó a acariciar su viejo objetivo de que los impuestos que pagaban los catalanes se quedaran en Cataluña; sin embargo, cuando la nueva ley fiscal estaba ya en trámite parlamentario en Madriz, el alcalde de Baqueira Beret y un nutrido grupo de potentados de Vielha solicitaron a la Generalitat que sus impuestos tampoco salieran del Valle de Arán; una semana después, varias localidades costeras del alto y bajo Ampurdán solicitaron lo propio respecto a sus contribuciones tributarias, y, ya extendida la fiebre de la autodeterminación fiscal a la mismísima capital catalana, el acomodado barrio de Pedralbes se negó en pleno a que sus dineros se gastaran en otros distritos de la ciudad, siempre tan sucios y atestados de inmigrantes de color oscuro. Llegados a este punto, el President de la Generalitat carraspeó un poco y, con elegante naturalidad, se pasó por Madriz y retiró su proyecto de financiación autonómica.
El Ministro Pachorra del Cuajo no sobrevivió políticamente a la pertinaz desaceleración de la economía, pero consiguió que una multinacional de la telefonía móvil le pagara 15 millones de euros anuales por hacer justamente lo contrario que cuando era Ministro de Economía, esto es: manipular las cifras hasta conseguir que la cuenta de resultados de la multinacional pareciera horriblemente deficitaria.
Dos años antes de someterse a la primera de sus numerosas operaciones de cambio de sexo, la Ministra de Igualdad hizo un viaje oficial a Sudamérica para interesarse por la situación de las mujeres mapuche. Allí, impecablemente vestido de chamán, conoció a Bono de Uz, con el que congenió al extremo de volver del viaje embarazada de gemelos, de los que fue madre ejemplar hasta que, una vez destetadas las criaturas y en pasando ella por el trámite quirúrgico mencionado, empezó a ser padre ejemplar.
Berto, el Ministro de Interior, jamás llegó a superar las largas horas de estrés que había pasado como Presidente en funciones; quizá por ello, nada más terminar la legislatura, abandonó la política y recuperó su antiguo empleo de humorista en el popular programa de Andrés Bonafont.
El Presidente Paquito también repitió mandato durante varias legislaturas, y de hecho fue el único miembro del gobierno que vivió en activo el final de la crisis. Durante todo ese tiempo, fue perfeccionando esa forma tan suya de embuste manifiesto pero amable, pausado y tranquilizador, todo lo cual fue muy del gusto de artistas, intelectuales y votantes progres en general, siempre dispuestos a dejarse mangonear por las autoridades a condición de que no llevaran bigote ni aparentaran maneras autoritarias. Tras su última presidencia, fue nombrado secretario general de la OTAN y nunca más se supo de él.
Fernández Plancha fue literalmente defenestrado por los barones de su partido cuando el PEPE perdió las elecciones de octubre, que ya eran las novenas que se les iban al garete. Por suerte, el Trono de Mordor —donde se extienden las sombras— estaba en un modesto segundo piso y la defenestración apenas le produjo algunos chichones y un esguince de pronóstico moderado. Mucho mejor, con todo, fue la suerte que corrió su homólogo en Cataluña, el detestado Gollum, cuando en la clausura del festival de Sitges, una conocida actriz le dio un beso en la frente pensando que era un actor disfrazado de monstruo. Con tan inesperado ósculo despertó la persona normal que había bajo su piel verdosa y rezumante de sebo, se echó novia y dejó su charca mefitica en la política catalana para vender enciclopedias a domicilio con gran éxito de público y crítica.
El popular periodista radiofónico José Domingo de la Cascada se mordió accidentalmente la lengua y hubo de ser hospitalizado. Jamás volvió a ser el mismo.
La auxiliar de enfermería Itziar fue cicateramente remunerada por sus servicios de traducción al Presidente; sin embargo, el soborno en fondos reservados que recibió por mantener el secreto de lo visto y oído en aquella habitación del Hospital de La Paz fue suficiente para comprarse un yate de 20 metros de eslora y vivir de renta el resto de sus días, que fueron muchos y felices.
El comisario FréreJacques fue ascendido a comisario principal en reconocimiento a su decidida cruzada contra los Reconectores, a pesar de que éstos quedaron obsoletos en cuanto los fundamentalistas islámicos idearon los Aerosoles Neuronales, que causaban el mismo efecto y además permitían un cómodo fumigado general de la población. Pero para entonces el comisario ya ocupaba su nuevo despacho en la última planta de la central de la rue des Policiens y a nadie se le ocurrió degradarlo.
Los seis Innombrables siguieron destinos dispares. Los chicarrones 2 y 3 abrieron una tasca de pinchos en Pronostitan Tarantán, pero como allí todos eran del mismo pueblo empezaron a no tener mayores razones para estar de acuerdo entre ellos, de modo que no tuvieron más remedio que trasladarse al municipio de al lado, donde, sintiéndose otra vez unidos por paisanaje, recuperaron su complicidad habitual.
Nº 5 se inició en la política y llegó a ocupar un puesto de responsabilidad en el Partido Euskaldún de los Valles Verdes, y nº 6, cuyo cerebro portentoso no descansaba jamás, terminó ingresando en la Interpol, donde con el tiempo y gracias a su experiencia en corpúsculos antisistema, trabajó con gran provecho a las órdenes directas del mismísimo comisario principal FréreJacques.
Nº 1 y N° 4 se hicieron pareja de hecho renovable por semestres y repitieron varias veces. Hasta que un buen día a la Encapuchada nº 1 le salió un niño de entre las piernas y, visto que el zulo de alquiler se les quedaba pequeño, tuvieron que empezar a renovar por años para que el banco les concediera una hipoteca sobre un piso franco en Barakaldo, luego por bienios para ampliarla y pagar la guardería y, finalmente, se avinieron a contraer parejidad de hecho indefinida, ceremonia que fue oficiada por un guitarrista de ska en unos urinarios públicos.
La Reina Eusebia I, definitivamente harta de los caricaturistas republicanos, abdicó arramblando con muebles y otros enseres de valor del Patrimonio Nacional, y se volvió a su Jerez de la Frontera natal. Es desde entonces que la antigua España inexistente exhibe su bandera republicana de color rosa capote con lunares, su escudo con corderos y baobabs sobre campo de gules, y su actual denominación en la ONU como Unión Provisional de Naciones Ibéricas.
En cuanto al inspector Sakamura, el cabo Corrales y la Agente 69, coincidieron varias veces a lo largo de los años, la primera no mucho después de su primera despedida.
Pero el detalle de tan apasionante reencuentro y subsiguientes aventuras merece, sin duda, formar parte de otro volumen.