Abre la gran maleta. La pantalla está aún encendida, mostrándole un escritorio plano con una barra de menú encima. Usa el trackball para desplegar el menú:
AYUDA
Preparativos
Disparar
Razones
Consejos tácticos
Mantenimiento
Recarga
Solución de problemas
Varios
Bajo el epígrafe «Preparativos» hay más información de la que podría llegar a necesitar, incluyendo media hora de vídeo muy mal grabado de un asiático rechoncho y lleno de cicatrices cuya cara parece paralizada en una expresión permanente de menosprecio. Se viste. Hace ejercicios de precalentamiento. Abre Razones. Revisa los cañones en busca de daños o suciedad. Hiro pasa todo eso a alta velocidad.
Finalmente el asiático rechoncho activa el arma.
Ojo de Pez no utilizaba Razones de forma correcta; dispone de su propia montura que se ajusta sobre el cuerpo de forma que el retroceso se absorbe con la pelvis, y el impacto se recibe justo en el centro de gravedad. La montura tiene amortiguadores y aparatos hidráulicos miniaturizados que compensan el peso y el retroceso. Si se instala de la forma adecuada, es mucho más fácil usarla con precisión. Y si el usuario está conectado con un ordenador, se superpone una cruceta sobre lo que esté apuntando la ametralladora.
—Su información, señor —dice el Bibliotecario.
—¿Eres lo bastante listo para combinar esa información con USTED ESTÁ AQUÍ? —pregunta Hiro.
—Veré qué puedo hacer, señor. Los formatos parecen compatibles. ¿Señor?
—¿Sí?
—Los planos tienen varios años de antigüedad. Con posterioridad, el Enterprise ha sido adquirido por un comprador privado…
—Que quizá haya hecho cambios. Qué le vamos a hacer.
Hiro vuelve a la Realidad.
Encuentra un bulevar de agua que lo lleva hacia el interior, al Núcleo. Tiene una especie de pasarela en un lado, montada a base de cosas diversas, una serie aparentemente inacabable de pasarelas, pontones, troncos, esquifes abandonados, canoas de aluminio, barriles de petróleo. En cualquier otro lugar del mundo sería una carrera de obstáculos. Aquí en el Quinto Mundo, se trata de una superautopista.
Hiro lleva la lancha hasta el centro, no muy deprisa. Si choca con algo, la lancha podría volcarse, y Razones se hundiría. Y él está sujeto a Razones.
Poniéndose en modo gárgola, puede distinguir claramente una hilera poco densa de cúpulas semiesféricas sobre el borde de la cubierta de vuelo del Enterprise. El equipo del radar las identifica, en la pantalla, como antenas de radar de un sistema de cañones antimisiles Phalanx. Bajo cada cúpula asoma una ametralladora de múltiples cañones.
Frena hasta casi detenerse y mueve el cañón de Razones de un lado a otro hasta que la cruceta pasa frente a su campo de visión. Es el punto de mira. Logra detenerlo, centrado en uno de esos cañones Phalanx, y aprieta el gatillo medio segundo.
La gran cúpula se transforma en un surtidor de restos mellados y aplastados. Debajo aún se distinguen los cañones, salpicados de marcas rojas; Hiro baja un poco el punto de mira y dispara otra ráfaga de cincuenta proyectiles que desprende el cañón de su soporte. Después, la cinta de munición comienza a estallar esporádicamente y Hiro tiene que volver la vista hacia otro lado.
Mira a la siguiente ametralladora Phalanx y ve que los cañones apuntan hacia él. Tiene tanto miedo que involuntariamente dispara una larga ráfaga que parece no surtir efecto. Luego su visión queda oscurecida por algo muy cercano; el retroceso lo ha empujado tras un yate decrépito que está amarrado a un lado del canal.
Sabe lo que va a suceder a continuación, pues el vapor lo convierte en un blanco fácil, de modo que se larga de ahí. Un instante después, una ráfaga del gran cañón obliga al yate a hundirse. Hiro corre durante unos segundos, encuentra un pontón sobre el que apoyarse y abre fuego de nuevo lanzando otra ráfaga prolongada; cuando termina, el borde del Enterprise tiene un mordisco semicircular de bordes mellados que ocupa el sitio donde antes estaba el Phalanx.
Sale de nuevo al canal principal y sigue su curso hacia el interior hasta que termina bajo uno de los buques del Núcleo, un portacontenedores convertido en complejo de apartamentos de lujo. Una red de carga sirve de rampa de un barco a otro.
Probablemente también sirva como puente levadizo, si los indeseables intentan arrastrarse fuera del gueto. Hiro es tan indeseable como pueda serlo cualquiera de la Almadía, pero han dejado ahí la red de carga a su disposición.
Perfecto. Por el momento va a quedarse en la pequeña lancha. Desciende por el costado del portacontenedores y gira ciento ochenta grados alrededor de su proa.
El siguiente buque es un gran petrolero, casi vacío y muy elevado sobre el agua. Al mirar el escarpado desfiladero de acero que separa ambos barcos no distingue ninguna red de carga entre ellos. No quieren que ladrones ni terroristas aborden el petrolero y lo perforen en busca de combustible.
El siguiente barco es el Enterprise.
Los dos buques gigantes, el petrolero y el portaaviones, viajan en paralelo, a una distancia que varía entre tres y quince metros, unidos por varias gigantescas maromas y separados por inmensos airbags, como si hubiesen colocado en medio unos cuantos dirigibles para que no se rozasen. Los cables no cuelgan simplemente de un barco al otro, sino que han montado algo muy hábil con pesos y poleas, sospecha, para permitir cierta libertad en caso de que el mar tire de los barcos en sentidos opuestos.
Hiro guía su propio y pequeño airbag entre medio de los dos barcos. En comparación con la Almadía, ese túnel de acero gris está tranquilo y aislado; a excepción de él, nadie tiene motivos para estar ahí. Durante un momento lo asalta el impulso de detenerse y relajarse.
Cosa poco probable, si te paras a pensarlo.
—USTED ESTÁ AQUÍ —dice.
Su visión del casco del Enterprise se convierte en un modelo de líneas tridimensional que le muestra las tripas del barco.
A la altura del agua, el Enterprise tiene un cinturón de gruesa armadura anti torpedos. No parece demasiado prometedor. Más arriba el blindaje es más delgado y al otro lado hay cosas interesantes, habitaciones en vez de depósitos de combustible o municiones.
Hiro elige una habitación marcada CÁMARA DE OFICIALES y abre fuego.
El casco del Enterprise es sorprendentemente resistente. Razones no lo vuela formando un cráter; hacen falta varios segundos para que las ráfagas penetren, y aun así lo único que hacen es un agujero de unos quince centímetros de diámetro. El retroceso empuja a Hiro contra el oxidado casco del petrolero.
De todas formas no va a poder llevarse la ametralladora. Sostiene el dedo en el gatillo e intenta mantenerla apuntada más o menos en la misma dirección hasta que se acaba la munición. Luego suelta las correas que la sujetan a su cuerpo y la tira por la borda. Se hundirá hasta el fondo y marcará su posición con una columna de vapor; más tarde, el Gran Hong Kong de Mr. Lee podrá enviar uno de sus grupos de acción directa ecológica para recogerla. Y si quieren, que lleven a Hiro ante el Tribunal de Delitos Medioambientales. Ahora mismo no le importa en lo más mínimo.
Necesita media docena de intentos antes de lograr sujetar el garfio en el agujero de bordes irregulares, a seis metros sobre el nivel del agua.
Al culebrear a través del agujero, el metal caliente funde y rasga el material sintético de su mono emitiendo sonidos silbantes. Algunos jirones quedan atrás, fundidos sobre el casco. Tiene algunas quemaduras de primer y segundo grado en las partes de la piel que han quedado expuestas, pero por el momento aún no le duelen. Está tan metido en faena que aún no le duelen. Las suelas de sus zapatos se funden y chisporrotean al pisar incandescentes trozos de metralla. La habitación está llena de humo, pero los portaaviones son ante todo muy seguros contra los incendios, y no hay demasiadas cosas inflamables. Hiro atraviesa el humo hasta la puerta, que Razones ha convertido en una arrugada servilleta de acero. La arranca del marco de una patada y sale a un sitio que en los planos está marcado simplemente como CORREDOR. Dado que éste es un momento tan bueno como cualquier otro, desenvaina la katana.