—He ido a la Almadía en busca de un programa, en realidad un antivirus, escrito hace cinco mil años por un personaje sumerio llamado Enki, un hacker neurolingüístico.
—¿Qué significa eso? —pregunta Mr. Lee.
—Alguien capaz de programar la mente de otras personas mediante flujos verbales de datos, llamados nam-shubs.
Ng se muestra inexpresivo. Da otra calada a su puro y lanza el humo hacia arriba como un géiser, observando cómo se extiende por el techo.
—¿Cuál es el mecanismo? —pregunta.
—Tenemos dos clases de lenguaje. El que usamos ahora es adquirido. Cuando lo aprendemos modifica nuestro cerebro. Pero existe también una lengua, basada en las estructuras profundas del cerebro, que tenemos todos. Esas estructuras son los circuitos neuronales básicos que le permiten al cerebro adquirir lenguajes de más alto nivel.
—Infraestructura lingüística —resume Tío Enzo.
—Sí. Supongo que «estructura profunda» e «infraestructura» significan lo mismo. En cualquier caso, el hecho es que bajo ciertas condiciones podemos acceder a esas partes del cerebro. La glosolalia, el don de lenguas, es la manifestación de salida, cuando las estructuras lingüísticas profundas conectan con el aparato fonador, pasando por encima de los lenguajes adquiridos de más alto nivel. Eso se sabe desde hace tiempo.
—¿Insinúa que hay también una forma de entrada? —dice Ng.
—Exactamente. También funciona a la inversa. En las condiciones adecuadas, los oídos, o los ojos, pueden conectar con las estructuras profundas, saltándose las funciones superiores del lenguaje. Es decir, alguien que conozca las palabras adecuadas puede hablar, o mostrar símbolos visuales, que atraviesan todas las defensas y descienden directamente hasta el tronco cerebral. Es como un pirata que invade un sistema informático, se salta las medidas de seguridad y se conecta con el núcleo, que le permite ejercer el control absoluto de la máquina.
—En un caso así, los propietarios del ordenador quedan totalmente indefensos —dice Ng.
—Exacto. Porque tienen acceso a la máquina a un nivel más alto, que ahora está anulado. En ese sentido, una vez que un hacker neurolingüístico se conecta con las estructuras profundas de nuestro cerebro, no podemos sacarlo, porque no podemos controlar el cerebro a un nivel tan básico.
—¿Qué tiene que ver todo esto con la tablilla de arcilla que hay en el Enterprise? —pregunta Mr. Lee.
—Permítanme seguir y pronto lo comprenderán. Ese lenguaje, la lengua original, es un vestigio de una fase más temprana del desarrollo social de la humanidad. Las sociedades primitivas se controlaban mediante reglas verbales denominadas me. Los me eran como pequeños programas para las personas. Fueron parte necesaria de la transición de las sociedades cavernícolas a las sociedades agrícolas organizadas. Por ejemplo, había un programa para arar un surco en la tierra y sembrar grano. Uno para hacer pan y otro para construir una casa. Incluso había me para funciones más elevadas como la guerra, la diplomacia y los rituales religiosos. Todas las habilidades necesarias para hacer funcionar una cultura autosufíciente estaban contenidas en esos me, que estaban escritos en tablillas o se transmitían mediante tradición oral. En cualquier caso, el depósito de los me era el templo local, que era una base de datos de me controlada por un rey sacerdote a quien llamaban en. Cuando alguien necesitaba pan, iba al en o a cualquiera de sus subordinados y descargaba del templo el me de hacer pan. Luego seguía las instrucciones y ejecutaba el programa; cuando terminaba, tenía una hogaza de pan.
»Era necesaria una base de datos centralizada, entre otras razones, porque algunos de los me tenían que ser sincronizados de forma adecuada. Si se ejecutaba el me de arar y sembrar en la época del año incorrecta, la cosecha fracasaría y todos morirían de hambre. La única forma de asegurarse de que los me se ejecutaban en el momento adecuado era construir observatorios astronómicos para vigilar los cielos y prever los cambios de estación. Por eso los sumerios construyeron torres “con el techo en el cielo”, es decir, con diagramas astronómicos en el techo. Los en vigilaban el cielo y distribuían los me de agricultura en los momentos correctos del año para que la economía siguiese funcionando.
—Hay un problema del estilo del huevo y la gallina —dice Tío Enzo—. ¿Cómo se organizó por vez primera una sociedad así?
—Existe una entidad de información llamada metavirus, que hace que los sistemas de información se autoinfecten con virus personalizados. Puede que se trate de un principio básico de la naturaleza, como la selección darwiniana, o un fragmento de auténtica información que flota en el universo sobre los cometas y las ondas de radio; no estoy seguro. En cualquier caso, el resultado es el siguiente: cualquier sistema de información de complejidad suficiente se infectará inevitablemente de virus, que se originarán en el interior del propio sistema.
»En algún momento del pasado remoto, el metavirus infectó a la raza humana, y ha permanecido con nosotros desde entonces. Lo primero que hizo fue abrir una caja de Pandora de virus que afectan al ADN: viruela, gripe, etcétera. La salud y la longevidad se convirtieron en cosas del pasado. Un recuerdo distante de eso pervive en las leyendas de la Pérdida del Paraíso, en las que la humanidad fue expulsada de una vida de paz a un mundo infectado con la enfermedad y el dolor.
»Con el tiempo, la plaga alcanzó una especie de fase de estabilidad. Aún surgen virus que modifican el ADN de vez en cuando, pero parece que nuestros cuerpos han desarrollado una resistencia genérica contra ellos.
—Quizá —ofrece Ng— exista un número limitado de virus que puedan afectar al ADN humano, y el metavirus ya los ha creado todos.
—Podría ser. En cualquier caso, la cultura sumeria, la sociedad basada en los me, era otra manifestación del metavirus, pero en ese caso en forma lingüística y no de ADN.
—Perdone —interrumpe Mr. Lee—. ¿Está diciéndonos que la civilización comenzó como una infección?
—La civilización en su forma más primitiva, sí. Cada me era una especie de virus, creado por el principio del metavirus. Pensemos por ejemplo en el me de hacer pan. Cuando ese me entró en la sociedad, se convirtió en información automantenida. Es una sencilla cuestión de selección natural: la gente que sabe hacer pan vivirá mejor y será más capaz de reproducirse que la gente que no sabe cómo hacerlo. Naturalmente, extenderán el me, actuando como anfitriones para ese fragmento de información autorreplicante. Eso lo convierte en un virus. La cultura sumeria, con sus templos llenos de me, no era más que una recopilación de virus de gran éxito acumulada a lo largo de los milenios. Era una franquicia, pero tenía zigurats en vez de pórticos dorados, y tablillas de arcilla en vez de manuales.
»La palabra sumeria para decir “mente”, o “sabiduría”, es la misma que significa “oreja”. Eso es lo que era la gente: orejas unidas a cuerpos. Receptores pasivos de información. Pero Enki era diferente. Enki era un en que resultó especialmente bueno en su trabajo. Tenía la insólita habilidad de escribir nuevos me, era un hacker. Fue, de hecho, el primer hombre moderno, un ser humano totalmente consciente, como nosotros.
»En algún momento, Enki comprendió que Sumer estaba atascado en un bache. La gente usaba continuamente los mismos viejos me, sin inventar otros nuevos ni pensar por sí mismos. Sospecho que se sentía solo, al ser uno de los pocos seres humanos, o quizá el único, plenamente consciente. Comprendió que para que la raza humana avanzase tenía que liberarse de las garras de la civilización viral.
»Por eso creó el nam-shub de Enki, un antivims que se expandía por las mismas vías que los me y el metavirus. Se adentraba en las estructuras profundas del cerebro y las reprogramaba. A partir de ese momento, nadie podía entender la lengua sumeria, ni ningún otro lenguaje basado en las estructuras profundas. Al vemos desprovistos de esas estructuras comunes, empezamos a desarrollar lenguajes que no tenían nada en común entre sí. Los me ya no funcionaban y era imposible escribir nuevos me. Se bloqueaba así la transmisión del metavirus.
—¿Por qué no se murió de hambre la gente, al haber perdido el me de hacer pan? —pregunta Tío Enzo.
—Probablemente algunos murieron; los demás tuvieron que usar el cerebro y buscar salidas. Se podría decir, pues, que el nam-shub de Enki fue el comienzo de la consciencia humana, la primera vez que tuvimos que pensar por nosotros mismos. También fue el origen de la religión racional, es decir, la primera vez que la gente empezó a pensar en temas abstractos como Dios y el Bien y el Mal. De ahí viene el nombre de Babel, que literalmente significa «La Puerta de Dios». Fue la puerta que permitió a Dios alcanzar a la raza humana. Babel es una pasarela a nuestra mente, una pasarela abierta por el nam-shub de Enki que nos libró del metavirus y nos dio la capacidad de pensar; nos lanzó de un mundo materialista a uno dualista, un mundo binario, con un componente físico y otro espiritual.
»Probablemente hubo caos y agitación. Enki, o su hijo Marduk, intentaron reinstaurar el orden en la sociedad sustituyendo el antiguo sistema de los me por un código de leyes, el Código de Hammurabi. Tuvieron éxito en parte; pero el culto de Ashera continuó en algunos sitios. Era increíblemente tenaz, una vuelta atrás a Sumer, que se extendía tanto verbalmente como por el intercambio de fluidos corporales. Teman prostitutas sagradas y también adoptaban huérfanos y los contaminaban mediante la leche de sus nodrizas.
—Un momento —dice Ng—. Ahora vuelve a hablar de virus biológicos.
—Exactamente. Eso es Ashera precisamente: las dos cosas. Como ejemplo, fíjense en el herpes simplex. Cuando se introduce en el cuerpo, el herpes va directamente al sistema nervioso. Algunas cepas se quedan en el sistema nervioso periférico, pero otras se lanzan como una bala a por el sistema nervioso central y se alojan de manera permanente en las células cerebrales, enrollándose en el tronco cerebral como una serpiente en tomo a un árbol. El virus Ashera, que quizá esté relacionado con el herpes, o quizá incluso sea ese mismo virus, atraviesa la membrana celular, se adentra en el núcleo y modifica el ADN de la célula, como hacen los esferoides. Pero el Ashera es mucho más complicado que un esteroide.
—¿Y cuando altera el ADN, cuál es el resultado?
—Nadie lo ha investigado, excepto quizá L. Bob Rife. Creo que, en efecto, trae de vuelta a la superficie la lengua original, haciendo a la gente más proclive al don de lenguas y más susceptible a los me. Supongo que también tenderá a estimular la conducta irracional, y quizá reducir las defensas de la víctima ante las ideas virales o volverla sexualmente promiscua. Quizá todo eso a la vez.
—¿Hay contrapartida biológica de todas las ideas virales? —pregunta Tío Enzo.
—No. Que yo sepa, sólo Ashera. Por eso, de todos los me y los dioses y prácticas religiosas que predominaban en Sumer, sólo Ashera sigue teniendo fuerza hoy en día. Una idea viral puede ser derrotada, como pasó con el nazismo, los pantalones de campana o las camisetas de Bart Simpson, pero Ashera, gracias a su vertiente biológica, puede permanecer latente en el cuerpo humano. Tras Babel, el virus Ashera seguía residiendo en el cerebro humano, transmitido de madres a hijos y entre amantes.
»Todos somos susceptibles al atractivo de las ideas virales, como la histeria colectiva, o una tonada que se nos mete en la cabeza y que nos pasamos todo el día tarareando hasta que se la pasamos a otras personas. Los chistes. Las leyendas urbanas. Las religiones descabelladas. El fanatismo político. Por listos que seamos, en lo más profundo siempre hay una parte irracional que nos convierte en anfitriones en potencia para la información autorreplicante. Pero la infección física con una cepa virulenta del virus Ashera nos hace muchísimo más susceptibles. Lo único que impide que esas ideas dominen el mundo es el factor Babel: los muros de incomprensión mutua que compartimentan la especie humana y detienen la difusión de los virus.
»Babel desencadenó un crecimiento explosivo del número de lenguajes. Eso formaba parte del plan de Enki. Los monocultivos, como un campo de trigo, son susceptibles a las infecciones, pero las culturas genéticamente heterogéneas, como las praderas, son muy resistentes. Tras unos miles de años apareció un nuevo lenguaje, el hebreo, que poseía una flexibilidad y una fuerza excepcionales. Los deuteronomistas, un grupo de monoteístas radicales de los siglos seis y siete antes de Cristo, fueron los primeros en sacarle partido. Vivían en unos tiempo de nacionalismo y xenofobia extremos, lo que les facilitó el rechazo de ideas extranjeras como el culto de Ashera. Formalizaron sus antiguas historias en la Tora e implantaron en ella una ley que garantizaba su propagación a lo largo de la historia: una ley que decía, literalmente: “haz una copia exacta de mí y léela todos los días”. También instauraron una forma de higiene de la información, la creencia en la exactitud de las copias y el atento cuidado de la información, que, como bien sabían, es potencialmente peligrosa. Convirtieron los datos en substancias controladas.
»Puede que incluso llegaran más lejos. Hay evidencias de guerra biológica meticulosamente planeada contra el ejército de Senaquerib cuando éste intentó conquistar Jerusalén. Puede que los deuteronomistas tuviesen su propio en, o a lo mejor habían comprendido tan bien los virus que sabían cómo sacar partido de las cepas que aparecen de forma natural. Las habilidades desarrolladas por esa gente se transmitieron en secreto de generación en generación y se manifestaron en Europa dos mil años después, entre los hechiceros cabalísticos, los ba 'al shem, maestros del divino nombre.
»En cualquier caso, ése fue el nacimiento de la religión racional. Todas las religiones monoteístas subsiguientes, a las que los musulmanes, con buen criterio, denominan religiones del Libro, incorporaron esas ideas en mayor o menor medida. Por ejemplo, el Corán insiste una y otra vez en que es una transcripción, una copia exacta, de un libro que hay en el Cielo. Naturalmente, nadie que crea eso se atrevería a alterar el texto en lo más mínimo. Las ideas de ese tipo tuvieron tanto éxito en impedir la propagación del Ashera que, con el tiempo, cada rincón del territorio donde en tiempos había prosperado el culto viral, desde la India hasta la actual España, quedó bajo la influencia del islam, el cristianismo o el judaísmo.
»Pero debido a que el virus está latente, enrollado en el tronco cerebral de los infectados, pasa de una generación a la siguiente y siempre encuentra formas de salir de nuevo a la superficie. En el caso del judaísmo apareció bajo la forma de los fariseos, que impusieron a los hebreos una rígida teocracia legalista. Con su estricta adhesión a las leyes almacenadas en el templo, y administrada por castas sacerdotales investidas de autoridad civil, se parecía al viejo sistema sumerio, y era igual de sofocante.
»El ministerio de Jesucristo fue un intento de sacar al judaísmo de esa situación; una especie de eco de lo que hizo Enki. El Nuevo testamento es un nuevo nam-shub, un intento de sacar la religión de los templos, arrancarla de las manos del sacerdocio, y entregar el Reino de Dios a todos. Ése es el mensaje que se cita de forma explícita en sus sermones, y el que simbólicamente se encama en su tumba vacía. Tras la crucifixión, los apóstoles fueron a la tumba de Jesús para rescatar su cadáver, pero no encontraron nada. El mensaje estaba muy claro: No tenemos que adorar a Jesús, porque sus ideas se valen por sí mismas, su Iglesia ya no está centralizada en una persona sino dispersa entre todos.
»La gente, acostumbrada a la rígida teocracia de los fariseos, era incapaz de aceptar la idea de una iglesia popular y sin jerarquía. Querían papas, obispos y sacerdotes. Por eso se añadió a los evangelios el mito de la Resurrección. Se transformó el mensaje en una forma de idolatría. En esa nueva versión de los evangelios. Jesús volvió a la Tierra y organizó una iglesia, que más tarde se convirtió en la Iglesia del Imperio Romano de Oriente y Occidente; otra teocracia inflexible, brutal e irracional.
»Al mismo tiempo, se fundaba la iglesia pentecostal. Los primeros cristianos hablaban en lenguas. La Biblia dice: “Y quedaron perplejos y asombrados, y se preguntaban unos a otros: ¿Qué significa esto?”. Bueno, creo que yo puedo responder a esa pregunta. Era una epidemia vírica. El virus Ashera había estado presente, acechando entre la población, desde el triunfo de los deuteronomistas. Las medidas de higiene de la información practicadas por los judíos lo habían mantenido a raya. Pero los primeros días del cristianismo debieron de ser muy caóticos. Había montones de radicales y librepensadores por todas partes que se burlaban de la tradición. Nostálgicos de los días de la religión prerracional. De Sumer. Y, como era de esperar, comenzaron a hablar entre sí en la lengua del Edén.
»El tronco principal de la Iglesia Católica se negó a aceptar la glosolalia. Durante siglos la vieron con preocupación, hasta purgarla oficialmente en el Concilio de Constantinopla, en el año 381. El culto glosolálico permaneció en los márgenes del mundo cristiano. La Iglesia podía aceptar un poco de xenoglosia si ayudaba a convertir a los infieles, como en el caso de san Luis Bertrand, que convirtió a millares de indios en el siglo dieciséis, extendiendo la glosolalia por el continente más deprisa que la viruela. Pero en cuanto esos indios estuvieron convertidos, se esperaba de ellos que cerrasen el pico y hablasen latín como todos los demás.
»La Reforma abrió la puerta un poco más. Pero el pentecostalismo no despegó realmente hasta el año 1900, cuando un pequeño grupo de estudiosos de la Biblia afincados en Kansas comenzó a hablar en lenguas. Extendieron la práctica a Texas. Allí recibió el nombre de Movimiento del Renacimiento. Se extendió como la pólvora por todos los Estados Unidos, y luego por el resto del mundo, llegando a China y la India en 1906. Los medios de comunicación, la alta tasa de alfabetización y los transportes de alta velocidad del siglo veinte fueron estupendos vectores de la infección. Durante un acto religioso abarrotado de gente o en un campamento de refugiados del Tercer Mundo, la glosolalia se extendía de una persona a otra tan deprisa como el pánico. En los ochenta, el número de pentecostales en todo el mundo ascendía a varias decenas de millones.
»Y luego llegaron la televisión y el Reverendo Wayne, respaldados por el inmenso poder mediático de L. Bob Rife. Se le puede seguir la pista a la conducta que promueve el Reverendo Wayne a través de sus espectáculos televisivos, panfletos y franquicias, en una línea ininterrumpida hasta los cultos pentecostales de los primeros cristianos, y de ahí a los cultos paganos de glosolalia. El culto de Ashera vive. Las Puertas Perladas del Reverendo Wayne son el culto de Ashera.