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El truco está en los ojos. Además de quitarse esposas, saltar barreras de autopista y esquivar pervertidos, es una de las habilidades prototípicas de los korreos: caminar por un sitio al que no perteneces sin despertar sospechas. Y el truco consiste en no mirar a nadie. Mantienes los ojos al frente pase lo que pase, sin abrirlos demasiado ni parecer tenso. Eso, y el hecho de que T.A. llegó aquí con un tipo que tiene a todo el mundo acojonado, le permite atravesar el portacontenedor y llegar a recepción.

—Necesito una terminal de la Calle —le dice al recepcionista—. ¿Puede cargarlo a mi habitación?

—Sí, señorita —dice el recepcionista. No le hace falta preguntar en qué habitación está. Es todo sonrisas y respeto, un tratamiento que uno no recibe muy a menudo siendo korreo.

T.A. podría llegar a acostumbrarse a esta relación con Cuervo, si no fuera porque él es un asesino mutante.