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Hasta que cumple los veinticinco, un hombre piensa de vez en cuando que, en las circunstancias adecuadas, él podría ser el hijoputa más peligroso del mundo. Si me fuese a un monasterio de China y estudiase artes marciales realmente en serio durante diez años. Si unos traficantes de drogas colombianos matasen a toda mi familia y yo jurase vengarme. Si tuviese una enfermedad incurable y emplease mi último año de vida en limpiar las calles de criminales. Si lo dejase todo y me dedicase por completo a ser peligroso.

Hiro también solía sentirse así, pero entonces conoció a Cuervo. En cierto modo, es una liberación. Ya no tiene que preocuparse por intentar ser el hijoputa más peligroso del mundo. El puesto está ocupado. El toque culminante, lo que pone el título mundial de hijoputez peligrosa fuera de alcance es, por supuesto, la bomba de hidrógeno. De no ser por ella, aún se podría aspirar al título, quizá encontrar el talón de Aquiles de Cuervo. Actuar con sigilo, conseguir algo de ventaja, poner una zancadilla, dar un golpe de efecto. Pero el paraguas nuclear de Cuervo digamos que pone el título mundial en la estratosfera.

Lo cual en el fondo está bien. A veces es mejor ser sólo un poco peligroso. Conocer tus limitaciones. Apañarte con lo que te ha tocado.

Después de maniobrar para entrar en la autovía, en dirección a las montañas, se conecta con su despacho. Tierra está aún ahí, con una vista cercana de la Almadía. Hiro la contempla, superpuesta en tonos fantasmales sobre su visión de la autopista, mientras conduce hacia Oregón a más de doscientos veinte kilómetros por hora.

De lejos parece más grande de lo que realmente es. Al acercarse nota que la ilusión se debe a una nube/mancha de aire y contaminación que proyecta la propia Almadía y que la envuelve, diluyéndose en el océano y en la atmósfera.

Órbita el Pacífico en sentido horario. Cuando encienden las calderas del Enterprise puede controlar la dirección un poco, pero la navegación es una imposibilidad práctica debido a toda la mierda que lleva adherida. Principalmente tiene que ir adonde los vientos y el efecto Coriolis la lleven. Un par de años antes pasaba junto a las Filipinas, Vietnam, China y Siberia, recogiendo Refus. Luego giró en la cadena aleutiana, descendió junto a la costa de Alaska, y ahora resbala más allá de la pequeña ciudad de Port Sherman, en Oregón, cerca de la costa de California.

En ocasiones, mientras la Almadía se desplaza por el Pacífico cabalgando las corrientes oceánicas, se desprenden grandes fragmentos. Con el tiempo, esos fragmentos, aún atados entre sí, encallan en Santa Bárbara u otro sitio similar, con su carga de esqueletos y huesos mordisqueados.

Cuando llegue a California entrará en una nueva fase de su ciclo vital. Perderá gran parte de su extensión, ya que varios centenares de miles de Refus se soltarán y remarán hasta la costa. Los Refus que han llegado tan lejos son, por definición, los que fueron lo bastante ágiles para abrirse camino hasta la Almadía, tenían ingenio suficiente para sobrevivir a la angustiosamente lenta travesía del Ártico y eran lo bastante duros para no dejarse matar por otros Refus. Un encanto de gente, justo la que te gustaría que apareciese en tu playa privada en grupos de unos pocos millares.

Al reducirse la cosa a unos pocos grandes buques, el Enterprise, más maniobrable ahora, atravesará de nuevo el Pacífico Sur en dirección a Indonesia, donde virará hacia el norte y comenzará el siguiente ciclo de migración.

Las hormigas legionarias cruzan ríos caudalosos subiéndose unas sobre otras, agrupándose en pequeñas bolas que flotan. Muchas se sueltan y se hunden, y naturalmente las hormigas del fondo de la bola se ahogan. Las más rápidas y fuertes y que consiguen abrirse camino hasta la cúspide son las que sobreviven. Muchas logran cruzar; por eso no se las puede detener volando los puentes. Así es como los Refus atraviesan el Pacífico, aunque sean demasiado pobres para comprarse un pasaje en un barco de verdad o para adquirir una embarcación en buen estado para navegar. Una nueva oleada rompe contra la Costa Oeste cada cinco años o así, cuando las corrientes oceánicas traen de vuelta al Enterprise.

Durante el último par de meses, los dueños de las propiedades californianas a pie de playa han estado contratando personal de seguridad, instalando focos y vallas antipersonales a lo largo de la costa, montando ametralladoras en los yates. Se han suscrito al servicio continuo de noticias de la CCI, Informe de la Almadía; las noticias de última hora, directamente vía satélite, les informarán del momento en que un nuevo contingente de veinticinco mil euroasiáticos hambrientos se desgaje del Enterprise, moviendo los remos en el Pacífico como las patas de una hormiga.

—Es hora de escarbar un poco más —dice Hiro al Bibliotecario—. Pero tendrá que ser sólo verbal, porque voy por la 1-5 a una velocidad increíble, y tengo que tener cuidado con las caravanas lentas y otras cosas.

—Lo tendré en mente —suena la voz del Bibliotecario en sus auriculares—. Cuidado con el camión volcado al sur de Santa Clarita. Y hay un gran bache en el carril izquierdo, cerca de la salida de Tulare.

—Gracias. ¿Quiénes eran esos dioses? ¿Se había formado Lagos alguna opinión sobre ellos?

—Lagos creía que quizá fueran magos, es decir, seres humanos normales dotados de poderes especiales, o bien que podrían haber sido extraterrestres.

—Guau, espera, espera. Paso a paso. ¿Qué quería decir Lagos con lo de «seres humanos normales dotados de poderes especiales»?

—Supongamos que el nam-shub de Enki funcionaba realmente como un virus. Y supongamos que alguien llamado Enki lo inventó. Eso implica que Enki debía de tener algún tipo de poder lingüístico superior a cualquier cosa que pueda considerarse normal.

—¿Y cómo funcionaría ese poder? ¿Cuál es el mecanismo?

—Sólo puedo citarle las hipótesis bosquejadas por Lagos.

—De acuerdo. Adelante.

—La creencia en el poder mágico del lenguaje no es infrecuente, ni en la literatura mística ni en la académica. Los cabalistas, místicos judíos de al-Andalus y Palestina, creían que se podían obtener conocimientos y poderes sobrenaturales combinando correctamente las letras del Nombre Divino. Por ejemplo, de Abu Aharon, unos de los primeros cabalistas, que emigró de Bagdad a Italia, se decía que podía realizar milagros mediante el poder de los Nombres Sagrados.

—¿A qué tipo de poderes te refieres?

—La mayoría de los cabalistas eran teóricos a los que sólo interesaba la meditación pura. Pero también había «cabalistas prácticos», que querían aplicar el poder de la Cábala a la vida diaria.

—En otras palabras: brujos.

—Exacto. Esos cabalistas prácticos usaban el denominado «alfabeto arcangélico», derivado de los alfabetos teúrgicos griegos y arameos del siglo i, que se asemejaban al cuneiforme. Los cabalistas se referían a ese alfabeto como «escritura del ojo», porque las letras se componían de líneas y círculos, que parecían ojos.

—Unos y ceros.

—Algunos cabalistas dividían las letras del alfabeto según el punto en que se producían dentro de la boca.

—Ya. O sea que, según lo vemos hoy en día, establecían una conexión entre la letra escrita y las conexiones neuronales que había que activar para pronunciarla.

—Eso es. Analizando la ortografía de varias palabras podían extraer lo que para ellos eran profundas conclusiones sobre su auténtico significado interno y su importancia.

—Bueno, si tú lo dices…

—Naturalmente, en el ámbito académico la literatura no es tan imaginativa. Pero se ha dedicado mucho esfuerzo a explicar Babel. No el suceso de Babel, que casi todo el mundo considera un mito, sino el hecho de que los lenguajes tiendan a divergir. Se han desarrollado varias teorías lingüísticas que intentan agrupar todos los lenguajes.

—Teorías que Lagos trató de aplicar a su hipótesis del virus.

—En efecto. Hay dos escuelas: la relativista y la universalista. Tal y como lo resume George Steiner, los relativistas tienden a creer que el lenguaje no es el vehículo del pensamiento sino su medio determinante. Es el armazón del proceso cognitivo. Nuestra percepción de todo lo que nos rodea está organizada por el flujo de sensaciones que atraviesa ese armazón. Por tanto, el estudio de la evolución del lenguaje es el estudio de la evolución de la propia mente humana.

—Comprendo la importancia de eso. ¿Y qué hay de los universalistas?

—En contraposición a los relativistas, que creen que los lenguajes no tienen por qué tener nada en común entre sí, los universalistas piensan que si se analizan lo suficiente, se descubrirá que todos ellos tienen ciertos rasgos comunes. Por tanto, analizan los lenguajes en busca de esos rasgos.

—¿Y han encontrado alguno?

—No. Parece haber una excepción para cada regla.

—Y la hipótesis universalista se hunde.

—No necesariamente. Ellos resuelven el problema diciendo que los rasgos compartidos subyacen a tanta profundidad que no resulta posible analizarlos.

—Lo que, en el fondo, es una excusa.

—Argumentan que, a cierto nivel, el lenguaje tiene que producirse en el cerebro humano. Y puesto que todos los cerebros humanos son más o menos iguales…

—El hardware es el mismo, pero el software no.

—Está usted usando una metáfora que no puedo entender. Hiro pasa junto a una gran camioneta que se bambolea de lado a lado a causa del fuerte viento que desciende del valle.

—Bueno, inicialmente el cerebro de un francófono es igual que el de un anglófono. Cuando crecen, son programados con software diferente, aprenden diferentes lenguajes.

—Sí. Por tanto, según los universalistas, el francés y el inglés, y cualquier otro lenguaje, deben compartir ciertos atributos cuya raíz está en las «estructuras profundas» del cerebro humano. Según la teoría de Chomsky, las estructuras profundas son componentes innatos del cerebro que le permiten realizar ciertos tipos de operaciones formales con secuencias de símbolos. O, usando la paráfrasis de Emmon Bach que hace Steiner: Esas estructuras profundas acaban por configurar el córtex con una red inmensamente ramificada pero, al mismo tiempo, «programada», de canales electroquímicos y neurofísiológicos.

—Pero ¿son tan profundas esas estructuras que no somos capaces de distinguirlas?

—Los universalistas sitúan los nodos activos del habla, las estructuras profundas, a tal profundidad que desafían toda observación e intento de descripción. O, para usar la analogía de Steiner, si se intenta sacar una criatura de las profundidades abisales, se desintegrará o cambiará de forma grotesca.

—Ya aparece de nuevo la serpiente. Así pues, ¿en qué teoría creía Lagos? ¿La relativista o la universalista?

—No creía que hubiese mucha diferencia. En definitiva, las dos son algo místicas. Lagos consideraba que ambas corrientes de pensamiento habían llegado al mismo sitio siguiendo razonamientos distintos.

—Pero a mí me parece que hay una diferencia crucial —dice Hiro—. Los universalistas piensan que estamos determinados por la estructura prediseñada en nuestros cerebros: las rutas neurales del córtex. Los relativistas no creen que tengamos límite alguno.

—Lagos modificó la estricta teoría chomskiana suponiendo que aprender un lenguaje es como grabar código en una PROM; una analogía que no comprendo.

—La analogía está clara. Las PROM son chips de memoria programables de sólo lectura —explica Hiro—. Cuando salen de la fábrica no tienen contenido. Sólo se puede grabar información en esos chips una vez, sólo una, y luego queda fijada; la información, el software, queda congelado en el chip: se transforma en hardware. Una vez se graba el código en la PROM, se puede leer pero no se puede volver a escribir encima nunca más. Lo que Lagos intentaba decir es que el cerebro humano recién nacido no tiene estructura, por usar la terminología relativista, y que a medida que el niño aprende un idioma, el cerebro en desarrollo se estructura adecuadamente, y el lenguaje queda «grabado» en el hardware y se convierte en una parte permanente de la estructura cerebral, como dirían los universalistas.

—Sí, ésa era su interpretación.

—De acuerdo. Así que cuando dijo que Enki era una persona normal con poderes mágicos, lo que quería decir es que Enki había comprendido de algún modo la conexión entre el lenguaje y el cerebro y sabía cómo manipularlo. Igual que un hacker, conociendo los secretos de un ordenador, puede escribir código para controlarlo: nam-shubs digitales.

—Lagos dijo que Enki tenía la capacidad de ascender hasta el universo del lenguaje y verlo ante sus ojos, de la misma forma que los humanos se conectan al Metaverso. Eso le daba el poder de crear nam-shubs. Y los nam-shubs tenían el poder de alterar el funcionamiento del cerebro y del cuerpo.

—¿Por qué hoy en día no se hace nada por el estilo? ¿Por qué no hay nam-shubs en inglés?

—Como señala Steiner, no todos los idiomas son iguales. Algunos usan metáforas mejor que otros. El hebreo, el griego y el chino se prestan más a los juegos de palabras y han dejado su firme huella en la realidad:

«Palestina tenía su Qiryat Sefer, la “Ciudad de la Letra”, y Siria tenía Biblos, la “Ciudad del Libro”. En comparación otras civilizaciones parecen “mudas”, o al menos, como parece haber sido el caso de los egipcios, no enteramente conscientes de los poderes creativos y transformadores del lenguaje». Lagos creía que el sumerio era un lenguaje extraordinariamente poderoso; al menos lo era en Sumer, hace cinco mil años.

—Un lenguaje que se prestaba al hackeo neurolingüístico de Enki.

—Los primeros lingüistas, así como los cabalistas, creían que existía una lengua hipotética llamada la Lengua del Edén, el idioma de Adán, que permitía a todos los hombres comunicarse sin malentendidos. Era el lenguaje del Logos, el momento en el que Dios creo el mundo pronunciando una palabra. En la Lengua del Edén, nominar una cosa era lo mismo que crearla. Citando de nuevo a Steiner: «Nuestra habla se interpone entre la comprensión y la verdad como un cristal empañado o un espejo deforme. La Lengua del Edén era como un cristal sin mácula; a través de él fluía la luz de la comprensión total. Por tanto. Babel fue una segunda pérdida del Paraíso». E Isaac el Ciego, uno de los primeros cabalistas, dijo, citando la traducción de Gershom Scholem, que «el habla del hombre está conectada con el habla divina, y todos los idiomas, celestes o humanos, derivan de una sola fuente: el Nombre Divino». Los cabalistas prácticos, los brujos, recibían el título de Ba 'al Shem, que significa «maestro del Nombre Divino».

—El lenguaje máquina del mundo —dice Hiro.

—¿Otra analogía?

—Los ordenadores hablan lenguaje máquina —explica Hiro—. Se escribe con unos y ceros: código binario. En el nivel más bajo, todos los ordenadores se programan con secuencias de unos y ceros. Cuando se programa en lenguaje máquina, se controla el tronco cerebral del ordenador, la raíz de su existencia. Es la Lengua del Edén. Pero es muy difícil programar en lenguaje máquina, porque escribir código a un nivel tan preciso es para volverse loco. Así que se ha creado toda una Babel de lenguajes de ordenador para los programadores: FORTRAN, BASIC, COBOL, Lisp, Pascal, C, Prolog, FORTH. Hablas con el ordenador en uno de esos lenguajes, y un programa llamado compilador lo convierte en lenguaje máquina. Pero nunca se sabe exactamente qué está haciendo el compilador. No siempre sale lo que se quiere. Es como un vidrio empañado o un espejo deforme. Los hackers realmente avanzados llegan a comprender el funcionamiento interno de la máquina; ven a través del lenguaje en que trabajan y atisban el funcionamiento secreto del código binario. Se convierten en Ba 'al Shems.

—Lagos opinaba que las leyendas sobre la lengua del Edén eran versiones exageradas de sucesos auténticos —dice el Bibliotecario—. Que esas leyendas reflejaban nostalgia por una época en que la gente hablaba sumerio, una lengua superior a todo lo que vino después.

—¿Es realmente tan bueno el sumerio?

—No, por lo que pueden deducir los lingüistas modernos —dice el Bibliotecario—. Como he mencionado anteriormente, para nosotros es, en su mayor parte, ininteligible. Lagos sospechaba que en aquella época las palabras funcionaban de forma distinta. Si la lengua materna influye en la estructura física del cerebro en desarrollo, se puede decir que los sumerios, que hablaban un lenguaje radicalmente distinto a cualquier cosa que exista hoy, tenían cerebros fundamentalmente diferentes de los actuales. Lagos creía que por esa razón el sumerio era un lenguaje ideal para la creación y propagación de virus. Que un virus, una vez liberado en Sumer, se expandiría con rapidez y virulencia hasta infectar a todo el mundo.

—Quizá Enki lo sabía —dice Hiro—. Quizá después de todo el nam-shub de Enki no fue algo malo. Quizá Babel sea lo mejor que nos haya pasado jamás.