—Perdona, colega —dice T.A. entrando en la sala de Babel/Infocalipsis—. ¡Rayos! Eso parece una de esas cosas en las que cae nieve cuando la mueves.
—Hola, T.A.
—Tengo intel para ti, colega.
—Dispara.
—El Snow Crash es un esferoide, o más bien algo parecido a un esteroide. Sí, eso es. Se cuela a través de la pared celular, como los esteroides. Y luego le hace algo al núcleo de la célula.
—Tenías razón —le dice Hiro al Bibliotecario—. Igual que el herpes.
—El tipo con el que hablé me dijo que hacía algo con el ADN. No entiendo la mitad de lo que significa toda esta mierda, pero es lo que dijo.
—¿Y quién es ese tipo con el que hablaste?
—Ng. De las Industrias de Seguridad Ng. No te molestes en hablar con él, no te dará nada de intel —dice T.A., restándole importancia.
—¿Y qué haces tú por ahí con un tipo como Ng?
—Un trabajo sucio. La Mafia ha conseguido por fin una muestra de la droga, gracias a mí y a mi compañero Ng. Hasta ahora, siempre se había autodestruido antes de que pudiesen ponerle las manos encima. Supongo que estarán analizándola o algo. Quizá intentan fabricar un antídoto.
—O reproducirla.
—La Mafia jamás haría eso.
—No seas tonta —dice Hiro—. Claro que lo haría. T.A. parece enfadada con Hiro.
—Mira —dice él—, lamento tener que recordártelo, pero si aún tuviésemos leyes la Mafia sería una organización delictiva.
—Pero no las tenemos —dice ella—, así que son sólo otro yugo.
—De acuerdo. Todo lo que digo es que quizá no lo estén haciendo por el bien de la humanidad.
—¿Y por qué estás tú aquí encerrado con ese demonio raro? —dice ella, señalando al Bibliotecario—. ¿Por el bien de la humanidad? ¿O porque intentas ligarte a ese culo bonito, esa como-se-llame?
—Vale, vale, dejemos el tema de la Mafia. Ahora tengo trabajo.
—Y yo. —T.A. desaparece, dejando un agujero en el Metaverso que el ordenador de Hiro llena rápidamente.
—Me parece que está colgada por mí —explica Hiro.
—Parece bastante cariñosa —dice el Bibliotecario.
—Bueno —dice Hiro—, sigamos. ¿De dónde salió Ashera?
—Originalmente, de la mitología sumeria. Después fue importante también en los mitos babilónicos, asirios, cananeos, hebreos y ugaríticos, todos los cuales derivan de los sumerios.
—Interesante. Así que la lengua sumeria murió, pero los mitos sumerios se transmitieron de algún modo a los nuevos idiomas.
—Correcto. El sumerio se utilizó como lengua de la religión y la erudición por civilizaciones posteriores, de forma similar al latín en la Europa medieval. Nadie lo hablaba como lengua materna, pero la gente instruida sabía leerlo. De esta forma se transmitió la religión sumeria.
—¿Y qué papel tenía Ashera en los mitos sumerios?
—Los registros son fragmentarios. Se han descubierto pocas tablillas sobre el tema, y las que hay están rotas y desperdigadas. Se cree que L. Bob Rife ha descubierto muchas intactas, pero se niega a mostrarlas. Los mitos sumerios que sobreviven son fragmentarios y tienen una cualidad extraña. Lagos los equiparó a las invenciones de un niño de dos años con una imaginación febril. Hay secciones completas que simplemente no pueden traducirse: los caracteres son legibles y bien conocidos, pero al juntarlos no dicen nada que deje huella en la mente moderna.
—Como las instrucciones de los vídeos.
—Hay gran cantidad de repeticiones monótonas. También un montón de lo que Lagos describió como «chovinismo de club de rotarios»: escribas que ensalzan las virtudes de su ciudad respecto de alguna otra.
—¿Y qué hacía que una ciudad sumeria fuese mejor que otra? ¿Un zigurat más grande? ¿Un equipo de fútbol mejor?
—Mejores me.
—¿Qué son los me?
—Reglas o principios que controlan el funcionamiento de la sociedad, como códigos de leyes, pero a un nivel más fundamental.
—No lo pillo.
—Ahí está el asunto. Los mitos sumerios no son «legibles» o «disfrutables» en el mismo sentido en que lo son los mitos griegos o hebreos. Reflejan una consciencia fundamentalmente diferente de la nuestra.
—Supongo que si nuestra cultura estuviese basada en la de Sumer los encontraríamos más interesantes —propone Hiro.
—Los mitos acadios se originaron después que los sumerios y están claramente basados en ellos en gran medida. No cabe duda que los redactores acadios leyeron los mitos sumerios, quitaron las partes extrañas e incomprensibles, al menos para nosotros, y los reunieron en obras mayores, como el Poema de Gilgamesh. Los acadios eran semitas… primos de los hebreos.
—¿Y qué dicen los acadios de ella?
—Es la diosa del erotismo y de la fertilidad. También tiene un aspecto destructivo y vengativo. En un mito, Ashera causa una penosa enfermedad a Kirta, un rey humano. Sólo El, rey de los dioses, puede sanarlo. El da a ciertas personas el privilegio de mamar de los pechos de Ashera. El y Ashera adoptan a menudo niños humanos y dejan que se alimenten de ella; en un texto, Ashera está amamantando a setenta hijos divinos.
—Extendiendo el virus —dice Hiro—. Las madres con sida pueden pasárselo a sus hijos al darles de mamar. Pero ésa es la versión acadia, ¿no es así?
—Sí, señor.
—Quiero oír algo sumerio, aunque sea intraducible.
—¿Le gustaría oír cómo Ashera hizo enfermar a Enki?
—Claro.
—Cómo se traduce la historia depende de cómo se interprete. Hay quien la ve como una historia de la expulsión del Paraíso. Otros la ven como una batalla entre lo masculino y lo femenino, o entre el agua y la tierra. Otros piensan que es una alegoría de la fertilidad. Esta lectura está basada en la interpretación de Bendt Aister.
—Tomo nota.
—Para resumir: Enki y Ninhursag, que es Ashera, aunque en esta historia también recibe otros nombres, viven en un lugar llamado Dilmun. Dilmun es puro, limpio y brillante, no hay enfermedad, la gente no envejece, los depredadores no cazan.
»Pero no hay agua. Así que Ninhursag le ruega a Enki, una especie de dios acuático, que traiga agua a Dilmun. Él lo hace masturbándose entre las cañas de los canales y dejando fluir su semen engendrador de vida, la llamada “agua del corazón”. Al mismo tiempo pronuncia un nam-shub prohibiendo a cualquiera que vaya a esa zona; no quiere que nadie se acerque a su semen.
—¿Por qué no?
—El mito no lo explica.
—Entonces —dice Hiro—, debe de haber pensado que era valioso, o peligroso, o ambas cosas.
—Dilmun está ahora mejor que antes. Los campos producen cosechas abundantes, y así sucesivamente.
—Perdona la interrupción, pero ¿cómo funcionaba la agricultura sumeria? ¿Usaban mucho la irrigación?
—Dependían de ella por completo.
—Así que Enki era, según este mito, responsable de irrigar los campos con su «agua del corazón».
—Enki era el dios del agua, sí.
—De acuerdo, continúa.
—Pero Ninhursag, Ashera, desobedece el decreto y toma el semen de Enki y se fecunda con él. Tras nueve días de gestación pare sin dolor una hija, Ninmu. Ninmu pasea por la ribera. Enki la ve, se inflama de pasión, cruza el río y tiene relaciones sexuales con ella.
—Con su propia hija.
—Sí. Nueve días después ésta tiene a su vez una hija, llamada Ninkurra, y el proceso se repite.
—¿Enki se acuesta también con Ninkurra?
—Sí, y ella tiene una hija llamada Utu. Ahora bien, al parecer para entonces Ninhursag ha reconocido el patrón de comportamiento de Enki, así que aconseja a Utu que se quede en casa, previendo que Enki se aproximará a ella con regalos para tratar de seducirla.
—¿Y lo hace?
—Enki vuelve a llenar los canales con el «agua del corazón», que hace que las cosas crezcan. El jardinero se alegra y abraza a Enki.
—¿Quién es el jardinero?
—Otro personaje de la historia —dice el Bibliotecario—. Le da a Enki uvas y otros regalos. Enki se disfraza, haciéndose pasar por el jardinero, va a ver a Utu y la seduce. Pero esta vez, Ninhursag logra obtener una muestra de semen de Enki de entre los muslos de Utu.
—Dios mío. Menuda suegra infernal.
—Ninhursag extiende el semen por el suelo y de él brotan ocho plantas.
—¿Y Enki también tiene relaciones sexuales con las plantas?
—No, se las come. En cierto modo, al hacerlo aprende sus secretos.
—Ahí tenemos el tema de Adán y Eva.
—Ninhursag maldice a Enki, diciendo «Hasta que mueras, no te miraré con el “ojo de la vida”». Luego desaparece, y Enki cae muy enfermo. Ocho de sus órganos enferman, uno por cada planta. Al final persuaden a Ninhursag para que vuelva. Ella pare ocho deidades, una por cada parte enferma del cuerpo de Enki, y Enki se cura. Esas deidades forman el panteón de Dilmun; es decir, el acto rompe el ciclo de incesto y crea una nueva raza de dioses masculinos y femeninos que pueden procrear normalmente.
—Empiezo a entender a qué se refería Lagos con lo del niño de dos años con la imaginación febril.
—Aister interpreta el mito como «una exposición de un problema lógico: Suponiendo que originalmente no existía nada excepto un creador, ¿cómo aparecieron las relaciones sexuales binarias normales?».
—Ah, de nuevo la palabra «binario».
—Quizá recuerde una bifurcación anterior de nuestra conversación que no exploramos y que nos habría traído aquí por una ruta distinta. Este mito puede compararse con el mito de la creación sumerio, en el cual el cielo y la tierra están unidos al principio, pero el mundo no se crea realmente hasta que ambas cosas se separan. Muchos mitos de la creación comienzan con una «paradójica unidad de todo, evaluada como caos o bien como Paraíso», y el mundo que conocemos no comienza a existir hasta que esta situación cambia. Debería señalar que el nombre original de Enki era En-Kur, Señor de Kur. Kur era el océano primigenio, el Caos, y Enki lo conquistó.
—Un sentimiento muy comprensible para cualquier hacker.
—Pero Ashera tiene connotaciones similares. Su nombre en ugarítico, «atiratu yammi», significa «la que pisa sobre [el dragón del] mar».
—Bueno, así que, en cierto modo, tanto Enki como Ashera eran personajes que habían derrotado al caos. Y lo que me dices es que esa victoria sobre el caos, la separación del mundo estático y unificado en un sistema binario, se identifica con la creación.
—Correcto.
—¿Qué más puedes decirme de Enki?
—Era el en de la ciudad de Eridu.
—¿Qué es un en? ¿Algo así como el rey?
—Una especie de rey sacerdote. El en era el custodio del templo local, donde se almacenaban los me, las reglas de la sociedad, en tablillas de arcilla.
—De acuerdo. ¿Dónde está Eridu?
—En el sur de Irak. No ha sido excavada hasta muy recientemente.
—¿Por la gente de Rife?
—Sí. Según Kramer, Enki es el dios de la sabiduría, pero eso es una mala traducción. No tiene la sabiduría de un anciano, sino más bien el conocimiento de cómo hacer cosas, sobre todo cosas ocultas. «Asombra incluso a los demás dioses con soluciones sorprendentes a problemas aparentemente imposibles». Es en general un dios compasivo, que acude en auxilio de la humanidad.
—¿En serio?
—Sí. Los mitos sumerios más importantes se centran en él. Como he mencionado, está asociado con el agua. Él llena los ríos, y el extenso sistema de canales de Sumer, con su semen engendrador de vida. Se dice que creó el Tigris en un único acto titánico de masturbación. Se describe a sí mismo como sigue: «Yo soy señor. Yo soy aquel cuya palabra perdura. Yo soy eterno». Otros lo describen así: «Una palabra tuya, y los silos y graneros se llenan de grano» o «Tú derribas las estrellas del cielo, tú has calculado su número». Él pronuncia el nombre de todo lo creado…
—¿«Pronuncia el nombre de todo lo creado»?
—En muchos mitos de la creación, nombrar una cosa es crearla. En varios mitos se lo menciona como «experto que estableció los encantamientos», «rico en palabras», «Enki, maestro de todos los mandatos justos», o, como dicen Kramer y Maier: «Su palabra impone orden donde sólo había caos e introduce desorden donde había armonía». Dedica un gran esfuerzo a transmitir su conocimiento a su hijo, el dios Marduk, deidad principal de los babilonios.
—Así que los sumerios adoraron a Enki y los babilonios, que vinieron después, adoraron a su hijo, Marduk.
—Sí, señor. Y siempre que Marduk se metía en un atolladero le pedía ayuda a su padre Enki. Hay una reproducción de Marduk en esta estela, el Código de Hammurabi. Según Hammurabi, Marduk le entregó el Código personalmente.
Hiro se aproxima a examinar el Código de Hammurabi. La escritura cuneiforme no significa nada para él, pero la ilustración de la parte superior es bastante fácil de entender. Sobre todo la sección central:
—¿Por qué razón le está entregando Marduk a Hammurabi un uno y un cero? —pregunta Hiro.
—Eran emblemas de poder real —dice el Bibliotecario—. Su origen es incierto.
—Debe de ser cosa de Enki —dice Hiro.
—El papel más importante de Enki es de creador y guardián de los me y los gis-hur, las «palabras clave» y las «pautas» que gobiernan el universo.
—Cuéntame más cosas de los me.
—Citando de nuevo a Kramer y Maier, «[ellos creían en] la existencia desde tiempos primigenios de un amplio surtido fundamental e inalterable de poderes y obligaciones, normas y directrices, reglas y leyes, conocidos como me, relacionados con el cosmos y sus componentes, con los dioses y los humanos, con las ciudades y los países, y con los varios aspectos de la vida civilizada».
—Parecido a la Tora.
—Sí, pero tienen un cierto tipo de fuerza mística o mágica. Y muy a menudo se refieren a cosas banales, no sólo a la religión.
—¿Por ejemplo?
—En un mito, la diosa Inana va a Eridu y engaña a Enki para que le dé noventa y cuatro me y los lleva a su ciudad natal de Uruk, donde son recibidos con gran alboroto y regocijo.
—Juanita está obsesionada con Inana.
—Sí, señor. Se la venera como salvadora porque «ella trajo la perfecta ejecución de los me».
—¿Ejecución? ¿Como ejecutar un programa de ordenador?
—Sí. Por lo visto son como algoritmos para llevar a cabo ciertas actividades esenciales de la sociedad. Algunos tienen que ver con el funcionamiento del sacerdocio y de la monarquía. Otros explican cómo llevar a cabo ceremonias religiosas. Otros tratan sobre las artes de la guerra y la diplomacia. Muchos se refieren a las artes y oficios: música, curtido de las pieles, construcción, agricultura, incluso a tareas tan sencillas como encender un fuego.
—El sistema operativo de la sociedad.
—¿Perdón?
—Cuando se enciende un ordenador, es un conjunto inerte de circuitos que no puede hacer nada. Para arrancar la máquina, hay que inculcar en esos circuitos una serie de reglas que le explican cómo funcionar. Cómo ser un ordenador. Por lo que cuentas, esos me hacían el papel de sistema operativo de la sociedad, organizando un conjunto inerte de personas en un sistema en funcionamiento.
—Si usted lo dice… En cualquier caso, Enki era el guardián de los me.
—Así que realmente era un buen tipo.
—El más amado de los dioses.
—Da la sensación de haber sido un hacker. Y eso hace muy difícil entender el nam-shub. Si era un tipo tan agradable, ¿por qué provocó el lío de Babel?
—Ése se considera uno de los misterios de Enki. Como ya se habrá percatado, su comportamiento no siempre es coherente desde el punto de vista moderno.
—No me lo trago. No creo que realmente se tirase a su hermana, hija, etcétera. Esa historia debe de ser una metáfora de algo. Yo creo que es una metáfora de algún tipo de proceso recursivo de la información. Todo el mito canta a eso. Para esa gente, el agua era equivalente al semen. Tiene sentido, porque probablemente no sabían lo que era el agua pura; estaría turbia y lodosa y llena de virus. Pero desde un punto de vista moderno, el semen no es más que un portador de información, tanto esperma benévolo como virus malévolos. El agua de Enki, su semen, sus datos, sus me, fluye a través del país de Sumer y hace que florezca.
—Como quizá sepa, Sumer estaba situado en la cuenca fluvial entre dos ríos, el Tigris y el Éufrates. De ahí sacaban la arcilla, directamente del lecho fluvial.
—Así que Enki les dio incluso el medio para transmitir información:
la arcilla. Escribían en arcilla húmeda y luego la secaban, se libraban del agua. Si luego le caía agua, la información era destruida. Pero si la cocían y quitaban toda el agua, esterilizando el semen de Enki con el calor, la tablilla duraba para siempre, inmutable, como las palabras de la Tora. ¿Suena a locura lo que digo?
—No lo sé —dice el Bibliotecario—, pero suena un poco como Lagos.
—Qué emoción. Como me descuide acabaré convertido en gárgola.