María estuvo muchos días sin ir a clase, todos los que duró aquella gran borrasca. Cuando volvió, lo hizo en otro colegio. Aquellos rayos cegadores habían hecho imposible seguir con su vida de antes. Tenía que alejarse de todos cuantos la señalaban y, sobre todo, tenía que alejarse de Jorge. Intentar empezar de nuevo, en un sitio donde solo fuera María.
¿Qué tal? le preguntó Clara a la vuelta de su primer día.
Bien dijo María.
La conversación aún no fluía como antes.
El cuarto de María seguía con la persiana cerrada.
Clara seguía llevando mensajes de Jorge a María, pero María se negaba siquiera a abrirlos.
Una noche, mientras cenaban, Jorge había llamado al timbre. Candela había abierto la puerta y le había dicho la verdad: que María no quería verlo.
Jorge gritó, aporreó la puerta, María se encerró en su cuarto y se puso los cascos.
Seguía sin móvil y sin internet, pero tampoco los reclamaba.
Tras un incómodo silencio, Clara preguntó:
¿Por qué no los crees?
María hizo como que no había entendido la pregunta.
Ya lo sabes. A Jorge, a tu padre.
¿A Teo? precisó María.
María había contado a Clara lo que Teo le había dicho. Que nada de todo aquello era verdad, que Berto Zaera había sido novio de su madre antes de empezar a vivir con Rebeca Lindon, que su madre había cortado con Berto al conocer a Teo, que al principio la relación entre Rebeca y Berto, Rebeca había sentido muchos celos de Candela…
Entonces, ¿por qué no los crees? insistió Clara.
¿Te acuerdas de que, cuando éramos pequeñas, prometí que iría a ver Toy Story contigo y fui con mi tía?
Sí, me acuerdo. Pero ¿eso qué…?
Escucha. ¿Te acuerdas?
Sí, claro. Yo creía que te habías ido con Natalia y me enfadé muchísimo contigo.
Sí.
Pero cuando supe que tu tía te había llevado sin preguntarte, te perdoné.
Sí, pero lo dudaste. Me preguntaste mil veces si había ido con Natalia.
Clara asintió.
Sí, ¿lo ves? Pero lo entendí y te perdoné. Y tú también deberías perdonar a Jorge, o a tus padres, o a quien tengas que perdonar.
No lo entiendes dijo María. No se trata del perdón. Se trata de la mentira.
¿Qué mentira?
En realidad fui al cine con Natalia.
Clara abrió los ojos, confundida e incrédula.
Te sorprende, ¿verdad? Y esto es una tontería. Pero demuestra una cosa.
¿Qué?
Que sé lo que es mentir. Sé cómo funciona una mentira. Cuanto más preguntabas tú, más insistía yo en decirte que no había ido con Natalia, ¿verdad?
Exacto, Clara. Hasta eso sé. Sé cómo se coordina una mentira. Una conspiración, ¿no? Eso es. Mi tía, Natalia, mis padres… Todos nos pusimos de acuerdo para mentirte. No queríamos que te sintieras mal.
Y me lo creí musitó Clara.
María asintió.
Te habrías muerto sin saberlo si no llego a necesitar contártelo para demostrarte esto.
¿Demostrar qué?
Que una mentira se parece mucho a una verdad, y que solo quien la cuenta es capaz de distinguirlas.
Clara rumió lo que acababa de oír. De pronto se dio cuenta de que no le molestaba saber que María realmente había ido al cine con Natalia. Ni siquiera le reprocharía que le hubiera mentido. Clara se sintió mayor y algo confusa. ¿Cómo podía ser que perder la inocencia fuera también perder el rencor? ¿O acaso al perder la inocencia lo que se ganaba era la verdadera capacidad de perdonar?
Clara volvió a pensar en María y en Jorge:
Pero… ¿por qué iba a mentirte tu padre?