67

Desde que Raquel apareció en aquel programa, no solo María con sus cartas y Jorge con sus dibujos sentían la necesidad de contar, o de contarse; de abrirse paso, de crear un camino, en definitiva. También los programas del corazón, las revistas, decenas de foros… querían contar su historia. Pero su forma de hacerlo, su retórica, era distinta, Ellos no desbrozaban a la desordenada realidad. No, ellos robaban secretos, iluminaban el desorden con focos cegadores. Era imposible ver más allá. Ante la violencia de aquella luz, la realidad se agazapaba asustada.

Raquel visitó dos programas más, el nombre de Rebeca Lindon fue citado otras doscientas veces… y finalmente la presión pareció remitir. Berto Zaera había dicho que aquello sería como una borrasca, que pasaría. Pero las borrascas no desaparecen, se desplazan. A la última aparición de Raquel en televisión, siguió la noticia inesperada del divorcio de un famoso cantante. Un nuevo desorden que iluminar con deslumbrantes rayos. La borrasca se desplazó.

Pero a una borrasca bien puede seguirle otra aún mayor.

«Nuevas e inquietantes revelaciones», prometieron los avances publicitarios. «Nuevas e inquietantes revelaciones», repitió la vecina del tercero a María cuando coincidieron en el ascensor. «Nuevas e inquietantes revelaciones«, escribió María preocupada en su carta a Jorge. «Nuevas e inquietantes revelaciones», una nueva bola de palabras.

Fueron nuevas. Fueron inquietantes. Pero más que revelaciones, fueron insinuaciones. El escenario era un plató, pero los personajes de aquella representación actuaban como si estuvieran en una montaña nevada, con una tabla de snow.

Primero describieron una larga curva.

«¿Os habéis fijado en el curioso parecido entre la hija de Rebeca Lindon y la hija de Candela Brines?»

Y de repente, derrape y contracanto.

«Evitemos hablar de ellos. Son menores».

Para volver a ponerse de cara a la pendiente…

«Me cuenta una fuente muy fiable…»,

tomar impulso…

«…que hace muchos años, más de quince, Candela Brines…»,

saltar haciendo un truco espectacular…

«…tuvo una relación con un compañero de carrera, llamado…»

y aterrizar limpiamente:

«Berto Zaera»,

a tiempo de recoger el aplauso del público.

«¡El ex marido de Rebeca Lindon!».

¿Y cómo no disfrutar otra vez del truco?

«Tuvo una relación con un compañero de carrera, llamado Berto Zaera».

Repetición de la jugada.

«Tuvo una relación con un compañero de carrera, llamado Berto Zaera».

«Tuvo una relación con un compañero de carrera, llamado Berto Zaera».

«Tuvo una relación con un compañero de carrera, llamado Berto Zaera».

Rayo cegador. Imposible ver más allá.