Si yo fuera el marido de Rebeca Lindon, si yo fuera Pichi Fernández, el gran guionista, escribir esta escena sería muy sencillo para mí. De hecho, lo sucedido en casa de Jorge tuvo el tinte dramático que solo una gran actriz como Rebeca Lindon sabría dar. Pero, para mi desgracia, no soy Pichi y, por más que se empeñen, los culebrones no son lo mío.
Aunque no lo haga tan bien como Pichi, si puedo contarte que en la casa de Jorge fue distinto. También hubo lágrimas, pero no cayeron silenciosas sobre una almohada. Y también hubo prohibiciones. Pero estas si tenían nombre propio.
Jorge, te prohíbo que salgas con María anunció Rebeca Lindon con voz glacial.
Mamá, no puedes hacer eso.
Sí puedo.
No. Yo quiero a María y eso no puedes impedirlo.
¡Vaya! Nos ha salido romántico dijo Rebeca con sorna.
Jorge cerró los ojos y se levantó del sofá dispuesto a irse.
¿Y si te cambio de colegio? le retuvo su madre.
Mamá…
¿Crees que no puedo hacerlo? ¡Claro que puedo!
Mamá, por favor.
De momento, te prohíbo salir durante diez fines de semana. ¿Qué te parece eso, eh? ¿Puedo o no puedo?
¡¡Tú no puedes hacer nada!!
Rebeca bajó la voz.
Mira Jorge. De verdad, lo hago por tu bien. No es bueno para ti salir con esa chica.
Con María. Esa chica se llama María.
No es bueno que salgas con María.
¡Tú qué sabrás que me conviene! ¿Salir con Raquel? ¿No era eso lo que querías? ¿Eh? preguntó desafiante. No tienes ni idea.
¿Qué no tengo ni idea? gritó Rebeca. ¿Yo? ¿Yo, que he tenido ocho parejas y he pasado por un divorcio? ¡No, claro! ¡Yo no sé nada! El niño podría darme lecciones, porque él sí sabe lo que es el amor.
No conoces a María dijo Jorge dolido.
Sé de ella lo suficiente para saber que lo vuestro no puede durar luego, suavizó el tono y añadió: Mira, Jorge, no dudo que la quieras. Ahora mismo crees que no hay nadie más en el mundo con quien quisieras estar, ¿verdad?
Jorge asintió con la cabeza. Su madre se levantó, le acarició el pelo y continuó hablando con tono sereno:
Vi el dibujo que le hiciste el otro día, ese en que salís María y tú rodeados de corazones.
¡Mamá! exclamó Jorge, tan enfadado como avergonzado.
Entré en tu cuarto para sacar a Ingrid y lo vi encima de la mesa se justificó su madre. Era precioso. Me recuerdas a tu padre… Solo que tú cuentas lo que sientes con tus dibujos, y él con palabras y añadió como para si misma: Debería escribir un libro.
Pese a que su madre le felicitara por ello, Jorge se avergonzó de sus dibujos, se avergonzó de los corazones, se avergonzó de haber dicho a su madre que quería a María. Y luego notó una de aquellas espadas que dibujaba atravesándole el corazón: nunca le había dicho a María «te quiero». No con palabras.
Su madre lo abrazó y le susurró:
Estas cosas no salen bien. Créeme. Sois demasiado distintos.
Nosotros no somos distintos. Sois vosotras las que sois distintas, tú y su madre respondió Jorge con los brazos pegados al cuerpo, negándose a responder aquel abrazo.
Pero no estáis solos.
Tampoco lo estaban los protagonistas deFruto de la Tierradijo Jorge conteniendo el llanto y la rabia, lo primero con más éxito que lo segundo.
Su madre se separó un poco, le volvió a atusar el pelo y rio con suavidad. No había asomo de ironía en aquella risa, solo grata sorpresa. Con aquella risa, Rebeca reconocía que su hijo era un hombre de recursos. Al fin y acabo, el argumento estaba bien traído.Fruto de la Tierraera una de las últimas películas de Rebeca Lindon. En ella interpretaba a una noble que se enamoraba de un joven campesino. Era un amor imposible, pero, tras muchas dificultades, lograban estar juntos. Aun así Rebeca lo tenía claro:
He rodado suficientes películas y he rodado lo suficiente fuera de ellas como para saber que existe una gran diferencia entre el cine y la vida.
Volvió a abrazar a su hijo y añadió:
Sé de lo que hablo. Estas cosas solo salen bien en las películas.
O en las novelas susurró Jorge desde el hombro de su madre. De pronto, notó que se le humedecía la camisa. Su madre lloraba. Los brazos de Jorge dejaron de colgar inertes y le rodearon con indecisión.
Ay, mi niño suspiró ella.
Luego se apartó con delicadeza y dijo:
Tu padre también quiere hablar contigo. Y este mes prefiero que no salgas.
¿Prefieres?
Te lo prohíbo.