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María notó el cambio en cuanto llegó al colegio. Sintió una nueva mirada en sus compañeros y en sus profesores. Por un lado, le incomodaba ser el centro de atención. Por otro lado, era agradable. Algunos profesores le dieron la enhorabuena. Ella sonreía.

Para Jorge, nada de todo aquello era completamente nuevo. No era peor que cuando sacaron aquellas fotos de su madre con un jugador de fútbol, ni peor que cuando dieron que había agredido a una compañera de rodaje. Además, él y María tenian otros motios para sonreír.

Podría estallar una guerra, o ponerse a temblar la tierra, que aquello solo habría sido el telón de fondo de su amor. No había otra cosa más importante que vivir que ellos mismos, conjugados en un mismo verbo. Todo lo demás estaba de más. Porque Jorge y María vivían entregados a una solo cosa: elevarse juntos; ser mariposa, Supermán y cometa a un tiempo. Tres elementos que tienen algo en común la capacidad, extraordinaria para quien no es pájaro, de volar, pero cuya esencia reside en atributos tan diferentes: la belleza de la mariposa, el poder de Supermán y la vulnerabilidad de la cometa.