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Al oír que su madre quería presentarles a una persona, María creyó entenderlo todo. Por qué su madre llegaba tan tarde últimamente, por qué se arreglaba tanto, porque estaba tan tensa…

Cuando Candela hizo pasar al salón a un hombre fuerte, alto y trajeado, en la cabeza de María volvieron a sonar las palabras de Raquel: «¡Ese era el motivo! ¡Era ella lo que no teníamos en común! ¡Cerdo!». Solo que ahora cambiaban de género y dolían d otra forma. Ahora podía imaginarlas en boca de su padre: «¡Era él lo que no teníamos en común!»

Pasa, Óscar, por favor dijo Candela, y luego añadió mirando a sus hijos: Este será uno de los cambios.

Minutos después, María comprobaba que estaba equivocada, que su padre no era tan mal publicista, y que hay más carteras que las que se llevan en el bolso.

Una hora después, en las escaleras de su portal, sentados entre el primero y el segundo piso, María le dijo a Jorge que ella también tenía una madre famosa, y Jorge le dijo a María que Raquel se había ido prometiendo venganza. Pero nada de eso importó cuando, poco antes de que un avión cruzara el cielo, sus labios se acercaron y el tiempo se detuvo (PAUSE) para que Jorge y María se dieran su primer beso largo (PLAY).

Llegó el escolta. Y María le pidió que guardara el secreto.

Aquella palabra quedó resonando en sus oídos. Secreto, secreto, secreto…

Lo había dicho de forma automática. Pero, cuando lo pensó, se dio cuenta de que había hecho bien. Recordó a su padre con Jorge, recordó la cara de su madre cada vez que se pronunciaba el nombre de la madre de Jorge y pensó que no hacía falta decir a sus padres que salía con el hijo de Rebeca Lindon.

Ni con el hijo de Berto Zaera.