A la vuelta de clase, Jorge y María fueron de la mano. Clara se inventó una excusa para quedarse en la papelería y dejarlos a solas.
Nada más doblar la esquina, desde lejos, vieron que ante el portal de la urbanización se arremolinaba un pequeño grupo de gente. Anoraks de colores.
Vaya, aquí están dijo Jorge parándose en seco.
¿Quiénes?
Los reporteros.
Era obvio. Los que no llevaban una cámara, llevaban un micrófono.
¿Qué hacen aquí? preguntó María.
No lo sé dijo Jorge con cierta preocupación. Será por lo del reportaje de la revista. Mi madre ha vuelto a ser noticia, y además esta semana se estrena su nueva serie.
María se dijo a sí misma: «Salgo con el hijo de Rebeca Lindon». Jorge estiró el cuello para calibrar mejor la situación.
Mira, aquel alto es Vicente. Aquella otra, la de trenza, es Cristina. Trabaja para una agencia. No la había visto desde que mi madre volvió con Pichi. Aquella… empezó a decir. Pero se quedó sin habla.
¿Los conoces a todos? preguntó María, despreocupada.
Jorge seguía paralizado. Vicente había dado unos pasos hacia delante y tras él había aparecido otra persona que los miraba fijamente. «Aquella». Jorge tragó saliva y la señaló con la cabeza.
Sí, los conozco dijo muy serio. Sobre todo, a aquella.
«Aquella» no llevaba una cámara de fotos. «Aquella» no era periodista. «Aquella» llevaba un paquete envuelto en papel de regalo.
¡Raquel! exclamó María.
Y casi sin darse cuenta, se soltaron las manos.