María llegó a casa con la bufanda y la sonrisa puestas. Y con ellas siguió todo lo que quedaba de día. Encerrada en su cuarto, María olía la bufanda. Dudaba mucho que los muñecos de nieve tomaran postre, pero aquella bufanda olía a pomelo. Igual que Jorge.
¿Y esa bufanda? dijo su madre al verla.
Era de un muñeco de nieve.
Su madre la miró extrañada.
Échala a lavar.
¡No! saltó María. No hace falta.
A última hora, Clara subió a su casa a enseñarle el nuevo móvil que había recibido por Reyes. Nada más ver a María, se echó a reír a carcajadas.
¿De qué vas disfrazada?
¿Por qué lo dices? preguntó María. La minifalda es regalo de mi tía…
No es por la falda. ¡Es esa bufanda!
Ah, esto dijo María atusando la bufanda con una sonrisa de oreja a oreja. Cómo se nota que no lees mi blog[12].
¡Pero bueno! ¿No quedamos que me lo contarías antes a mí?
María sonrió misteriosamente.
Pues Sandra sí lo ha leído. Hasta ha puesto un comentario. Y también hay un comentario muy divertido de alguien que no sé quién es. Es alguien que dice que es un muñeco de nieve. ¿Sera Jorge? siguió diciendo María mientras acariciaba la bufanda. Le pega un montón ese comentario. Pero es imposible. Yo no le he dado la dirección del blog. Y es imposible que lo haya localizado.
¿Pero me quieres contar de una vez lo que pasa? la interrumpió Clara. ¿O es que va a hacer falta que me meta en tu blog para saber de ti?
En realidad, para saber de María solo había que mirarla a los ojos. Sus ojos sonreían aún más que su boca. No tuvo interés en hablarle de ningún otro regalo que no fuera la bufanda de Jorge. Por otro lado, era inútil que Clara se molestara en contarle y mostrarle todas las características de su nuevo móvil. María asentía y sonreía.
Pinilla, no me escuchas dijo Clara después de un buen rato.
María se limitó a sonreír una vez más.