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Jorge volvió de la nieve al día anterior a empezar las clases, a última hora de la mañana, y lo primero que hizo, después de saludar a su madre y a su hermana, fue mandar un mensaje a María.

«Snowman is back».

María titubeó un momento ante las teclas. Finalmente se decidió a escribir:

«¿Bajas?».

Antes de salir de casa, María pasó por el baño, se miró en el espejo y se lavó los dientes. Luego se puso la chaqueta nueva, regalo de Reyes. En el ascensor se ajustó el cinturón, probó a recogerse el pelo en una coleta, se lo soltó y se lo volvió a recoger. Justo antes de salir, se pellizco las mejillas como había visto a Escarlata O Hara en Lo que el viento se llevó.

Cuando llegó al banco, Jorge ya estaba allí. El cosquilleo en el estomago también.

Vaya, el más rápido dijo María. Y el más moreno.

Jorge sonrió. Sus dientes se veían aún más blancos. Miró a María con especial detenimiento. Repasó sus ojos, su nariz, su boca, su cuello… De pronto, se llevó la mano a la frente.

¡Ay, espera! ¡Me he olvidado una cosa en casa! Un regalito que han dejado los Reyes para ti dijo, y salió corriendo.

«No me extraña. Es que soy muy buena», pensó María cuando Jorge ya había desaparecido de su vista. Siempre se le ocurrían las respuestas ingeniosas cuando ya era demasiado tarde para decirlas.

Sentada en el banco, María movía el pie frenéticamente. Jorge tardaba. María se volvió a soltar el pelo, se peino las cejas, se ató más fuerte los cordones de las zapatillas, volvió a hacerse una coleta, volvió a soltarse el pelo, se puso de pie. Y entonces llegó Jorge con cara de fastidio, Ingrid en una mano y algo rojo embrollado en la otra.

Mi madre se ha empeñado en que lleve a la enana a comprar cromos resopló.

Hola dijo Ingrid con una sonrisa encantadora.

¿Y esto? preguntó María señalando la cosa roja.

Para ti.