36

Durante muchos días, María no paró de sonreír. Ni siquiera haber suspendido por primera vez Matemáticas ella, que siempre sacaba tan buenas notas le quitaba la sonrisa. Solo había una cosa que nublaba su ánimo: acordarse de Raquel.

Precisamente estaba sonriendo, «no-acordándose» de Raquel, cuando le sorprendió un mensaje de Clara: «¿Has visto el reportaje?». Fue el día que empezaron las vacaciones de Navidad.

María se abalanzó sobre el móvil para responder: «???»

En menos de dos minutos estaban juntas en el portal dos, el de Clara.

¡A ver, a ver! ¡Déjame a mí, que tú ya lo has visto!

Sobre sus piernas, ocho fabulosas páginas a todo color mostraban a Rebeca Lindon «celebrando la Navidad en familia». Rebeca Lindon frente a la chimenea. Rebeca Lindon junto al árbol navideño. Rebeca Lindon, cuyo rostro parece inmune a los efectos del tiempo, feliz ante el próximo estreno de su nueva serie. Rebeca Lindon colocando los adornos junto a su hija Ingrid. Rebeca Lindon con su marido, el guionista Pichi Fernández, en el sofá de su casa. Bello primer plano de Rebeca Lindon ante el espejo. Rebeca Lindon se muestra radiante junto a su marido y su hija. Rebeca Lindon en una simpática estampa familiar luciendo un gorro de Papá Noel.

Ni rastro de Jorge.

Qué hortera tiene la casa, ¿verdad? dijo Clara. Y esas botas son horribles.

Luego se llevó la revista cerca de los ojos.

Su salón parece más grande que el nuestro, ¿no? Por cierto, qué raro que Jorge no te haya invitado a subir a su casa, tan amigos que sois.

Ya… dijo María, un poco abrumada por tanta Rebecalindon. A menudo olvidaba que Jorge era hijo de Rebeca Lindon.

Clara seguía pasando las hojas adelante y atrás.

¿Me la dejas? le pidió María quitándole la revista de las manos.

Clara se la arrebató.

Ni de coña. Cómprate una.

Por un momento, María intentó imaginar qué cara pondría su madre si viera encima de la mesita del salón la revista con Rebeca Lindon en portada.

Vale, muchas gracias dijo con retintín. Me vuelvo a casa. Estamos colocando los adornos de Navidad.

¿Aún no los habíais puesto? preguntó Clara con incredulidad.

No, estábamos esperando para hacerlo con mi madre. Y como siempre anda tan ocupada… ¡Hasta luego!

Pero cuando María subió a casa, no hizo otra cosa que esquivar las cajas que sus padres acababan de subir del trastero. Acarició la cabeza de Nicolás y pasó por delante de su padre como una exhalación.

¿Dónde te habías metido? preguntó él a su paso.

María se limitó a decir: «Ahora vengo», y se encerró en su cuarto.