MIÉRCOLES

Querido Jorge:

¿Lo ves? Ya sabía yo que esta farsa no podía sostenerse. Mis padres no pueden pretender que todo el mundo actúe. Es imposible contratar a la humanidad entera para protegerme. Ni siquiera han podido contratar a los vecinos como figurantes.

A la vuelta de clase, he subido en el ascensor con Petra, la pesada de tercero.

Pobrecita me ha dicho. Está visto que no os van a dejar en paz. Y ahora salen con esas.

Enseguida me he dado cuenta de que había algo nuevo. Yo no tenía ni idea de lo que hablaba, claro. Pero he disimulado. Si le llego a preguntar, se habría callado, seguro. Y he intentado tirarle de la lengua.

Sí, es verdad. Es increíble. Porque se refiere a lo de… a lo de…

A lo del anuncio, claro.

Sí, claro.

Lo he visto esta mañana.

¿Cuál?

El que adelanta lo del programa del viernes.

Ah, ya he dicho yo. Tranquila.

Tranquila, tranquila… No sé. Eso de «nuevas e inquietantes revelaciones» no es precisamente como para estar muy tranquila, ¿no?

Por suerte, hemos llegado a mi piso y he salido sin despedirme.

«Nuevas e inquietantes revelaciones». «Nuevas e inquietantes revelaciones». Una bola de cuatro palabras que vuelve a atascarse en mi garganta. Ya solo la palabra «inquietantes» es tan larga, tiene tantas letras… Se me ha quedado atravesada en mitad de la laringe y me cuesta respirar.

Dime que no es nada, por favor.

Pero hoy había cinco más en la puerta…

No puede ser que la pesadilla empiece de nuevo.

Dime que no es.