Desde el día en que Jorge pasó a ser el hijo de Rebeca Lindon, María y Clara se convirtieron en unas desconocidas para él. Ellas, por su parte, sin apenas darse cuenta, alentaron la indiferencia de Jorge al imponer cierta distancia de seguridad.
No lo entiendo le decía María a Clara. Nosotras no tenemos la culpa de nada.
Estaban sentadas en el banco frente al portal tres.
Le guardamos el secreto dijo Clara
Bueno, solo un día.
Tampoco hizo falta más. Ya se encargó el tonto del Bigotes.
Pero nos trata como si tuviéramos la culpa de algo. Ni nos saluda. Y eso que fuimos las primeras que le hicimos algo de caso.
Y Marcos. No te olvides de Marcos.
Sí, claro, pero a Marcos le sigue haciendo caso. Por primera vez tiene amigos.
Sí, más amigos que en toda su vida.
Me alegro por él dijo María.
Clara se repantigó en el banco, y María apoyó la cara en las manos y confesó por fin:
Y pensar que al principio me hizo gracia… No sé, lo veía así tan despistado, tan gracioso…
Es un cretino sentenció Clara.
Integral.
No me extraña que sea relaciones públicas del Maracaná.
¿Quién? ¿Jorge? ¿Con lo tímido que parecía? Bueno, a veces…
No te equivoques, Pinilla. No es exactamente Jorge. El que es relaciones públicas es «el hijo de Receba Lindon». Y ese no parece tan tímido, ¿a que no?
Después de un silencio, Clara se incorporó y se giró hacia María.
¿Sabes qué te digo, Pinilla?
¿Qué?
Que le den. Nosotras no necesitamos ser amiguitas suyas. Ya vendrá un día a pedirnos un huevo.
María la miró con cara rara.
Bueno, eso es lo que se pide a los vecinos, ¿no? Quien dice un huevo dice unos apuntes.
En ese momento se oyó el chirrido de la puerta que daba al jardín. Edgar cedió el paso a Jorge, que llegaba de clase. Al pasar delante del banco, Clara levantó la cabeza exageradamente y miró al cielo con sumo interés. María puso cara digna y la imitó. Desde su portal, Jorge oyó las carcajadas de las dos.
¡Un huevo! grito Clara riendo.
Niñatas murmuró Jorge.
Tengo que engrasar esta puerta dijo Edgar.