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Si yo fuera el tutor de Jorge y María, si yo fuera Pedro Contreras, podría contar esta parte mucho mejor. Seguramente contaría los debates sobre el hijo de Rebeca Lindon en la sala de profesores, los sutiles cambios en la distribución de los grupitos, los insólitos acercamientos entre compañeros que hasta entonces parecían incompatibles… Pero no soy Pedro Contreras, y aún falta tiempo para saber quién es este narrador. Aun así, sí puedo contar algo de lo que pasó a partir de entonces:

Cuando el hijo de Rebeca Lindon salió de clase, se creó un espacio en torno a él. Parecía como si le rodeara una burbuja intraspasable que nadie se atreviera a tocar, una burbuja invisible que sin embargo todo el mundo intentaba ver. Los menos miraban de frente; los más, de reojo.

Y de pronto, como por arte de magia, la burbuja estalló. Poco a poco, todos aquellos que el día anterior habían ignorado a Jorge empezaron a acercarse a él. Y todos tenían algo que ofrecerle: unos apuntes, un cigarrillo, su amistad, una invitación a una fiesta, su admiración, una información jugosísima sobre algún profesor, una nueva aplicación para el teléfono… Y todos tenían algo que pedirle, aunque no lo hicieran de momento.

Todos menos María, Clara y Marcos.

Y entonces cobró sentido la petición del director, aquello de «quiero que lo traten como a uno más». Porque a Jorge empezaron a tratarlo como a dos más: Jorge Zaera y Rebeca Lindon. Y Jorge hizo lo que se espera de alguien apellidado Lindon: actuar. Abandonó su papel de «el nuevo», «el chico tímido», para abrazar el papel de «el hijo de la famosa».

Fue fácil.

Era fácil no parecer tímido cuando los demás se acercaban a ti apocados; fácil sentirse generoso cuando todos se sentían afortunados solo con que les hablaras; fácil parecer imponente cuando solo tu apellido imponía.

Si todos veían en él una curva, sería una curva para los demás.

Ahora lo entiendo todo dijo Clara recordando las palabras del director.

Y yo asintió María.

Estaban perplejas. Ahora necesitarían darse codazos con decenas de chicos y chicas para conseguir hablar con Jorge, y aún estaba por ver que él se mereciera tan semejante esfuerzo. María y Clara se retiraron de aquella partida antes de empezar a jugar.