23

El segundo día de clase, María y Clara salieron juntas de casa. Cuando doblaron la esquina, vieron a Jorge unos metros por delante.

Clara aceleró el paso.

¿Qué haces? susurró María.

Vamos a saludarlo, ¿no?

María se resistió y empezó a andar más despacio. Pero Clara siguió acelerando hasta que alcanzó a Jorge.

Hola dijo dándole un par de golpecitos con el dedo en el hombro.

Ah, hola. Qué susto dijo Jorge quitándose los cascos.

Lo siento respondió Clara, y luego llamó mirando hacia atrás: ¡Venga, Pinilla!

Jorge se volvió sonriendo y María apretó el paso hasta alcanzarlos.
Tras un pequeño silencio, Jorge dijo:

Eeh… Muchas gracias.

¿Por? preguntó María, y al momento se mordió el labio. ¿Es que solo iban a salirle monosílabos cuando hablara con aquel chico?

Por no decirlo. Lo de mi madre, ya sabéis.

¡Ah, eso! De nada dijo Clara. Total, no nos cuesta nada guardarte el secreto, ¿verdad, Pinilla?

María puso los ojos en blanco. «Lo que hay que oír», pensó.

Sí dijo.

Y siguieron andando un buen rato en silencio.

Bueno, hasta luego se despidió Clara al llegar al pabellón de Secundaria. Nos vamos al baño. Nos vemos.

En el baño no dijo María, y se puso roja como un tomate. En… en clase.

Ya sonrió Jorge y levantó la mano para decir adiós.

En cuanto cerraron la puerta del baño de chicas, María dio un grito:

¡Se va a creer que soy idiota!

Pues yo tampoco es que haya estado muy ocurrente suspiró Clara.

No mucho, la verdad dijo María. ¿Qué nos pasa?

Es por Rebeca Lindon.

Sí admitió María. Rebeca Lindon.

¿Qué decís de Rebeca Lindan? dijo Natalia, saliendo de uno de los servicios.

María y Clara se miraron.

Nada dijeron al unísono.