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Cuando Jorge se giró y vio a María en su clase, camino de la puerta, no la miró igual que lo había hecho en su duelo silencioso, ni tampoco como en la piscina. La miró como quien ve un fantasma.

María dijo con un hilo de voz. Ho…hola.

Hola respondió María, sorprendida de oír su nombre en boca de él.

No sabía que estudiabas aquí.

Yo tampoco.

¿No sabías que estudiabas aquí?

Eeeh… Sí, claro. Pero no sabía que tú estudiabas aquí.

Es que yo no estudiaba aquí.

¿No?

No dijo Jorge sonriendo. Soy nuevo.

Sus compañeros iban pasando a su lado. Magda los miró extrañada e hizo un gesto a María señalando el pasillo. María echó volar los dedos de la mano derecha como diciendo que se fuera.

Eeeh… esto… quería pedirte un favor dijo Jorge casi en un susurro.

María enarcó las cejas.

¿Tú…? ¿Tú sabes quién es mi madre?

Claro. Todo el mundo lo sabe contestó María recordando las palabras de su hermano Javier.

Sí, ya. Pero aquí nadie sabe que soy hijo suyo dijo Jorge.

¿Y?

Que es mejor así.

¿Por?

María se sentía un poco tonta preguntando monosílabos.

Prefiero que no se enteren.

Ya dijo María sin acabar de entender.

La clase se había quedado vacía, y la cara de Clara asomó por el marco de la puerta.

Se quedó de piedra al verlos y ahogó un grito:

¡Zaera!

Jorge no tardó en reconocer a Clara como la chica que siempre acompañaba a María en la piscina de la urbanización.

Ah, hola…

Clara, soy Clara Luján aclaró, claro, Clara. ¿Y tú?

Jorge.

Zaera dijo Clara.

Sí, Jorge Zaera dijo Jorge extrañado. Esto… Acababa de pedirle a María…