Una recta es una recta, pero según lo que tenga al lado puede llegar a parecer otra cosa. De hecho, si ves unas rectas acompañadas de bloques negros salteados, jurarás que lo que tienes delante no son rectas sino curvas. Así son las ilusiones ópticas[7].
Jorge era Jorge. Jorge era tímido, y un desastre con patas, y alguien de quien María podría enamorarse. Pero desde que a Jorge lo acompañó el apellido Lindon, Jorge pareció otro a los ojos de María.
Por lo pronto, alguien más inalcanzable.
De haber sabido antes quién era su madre, María habría sido incapaz de enfrentarse a él como lo hizo en la entrada, pupila contra pupila, o de buscarlo en la ventana. Hasta se avergonzaba un poco de lo sucedido.
¿Cómo he podido? le decía a Clara. ¡Con el hijo de Rebeca Lindon!
Pero tú no sabías nada respondía Clara. Además, piénsalo, Pinilla, ¿qué cambia eso? A ti te ha gustado ese chico y ya está. Qué importa quién sea su madre.
Para empezar, ¿te he dicho yo que me gustara ese chico?
No hace falta que lo digas la interrumpió Clara.
Y para seguir, ¿cómo que no importa quién sea su madre? No importaría si su madre fuera Pepita Pérez. ¡Pero su madre es Rebeca Lindon!
Bueno, vale admitió Clara. ¡Pues mejor todavía!
María se quedó en silencio. Era incapaz de saber, o admitir, si ahora Jorge le gustaba menos o aún más. Pero algo había cambiado. Las rectas eran curvas. Leves curvas, de momento. O, por lo menos, eso parecía.