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Cuando Jorge desapareció de la ventana para contestar la llamada de Raquel, María sintió una punzada en el estómago. Ya sola, no pudo evitar levantar la mano. Solo la lluvia recibió su gesto. Una muda despedida a un sordo.

Cinco minutos después, sonó el interfono. Era Clara, que había vuelto de pasar el fin de semana con su padre.

¿Está María? preguntó a Javier, el hermano mediano de María, cuando él le abrió la puerta.

Dos segundos después, Clara entraba como un ciclón en el cuarto de su amiga y decía como saludo:

¡Pinilla! ¡¡A que no sabes quién ha venido a vivir a la urbanización!!

Pues, ahora que lo dices dijo María midiendo sus palabras, he visto a un chico…

¿Un chico? ¿Qué chico? No te enteras de nada cortó Clara. ¡Rebeca Lindon! ¡¡Rebeca Lindon!!

¿La actriz?

Pues claro. ¿Conoces otra Rebeca Lindon? ¿Lo sabe tu madre?

¿Mi madre?

Ya verás cuando se entere.

¿Por qué lo dices?

¿Estás tonta o qué? ¡Rebeca Lindon! ¿No te acuerdas del pollo que montó antes de las elecciones con todo lo que dijo del partido de tu madre? preguntó Clara.

María frunció el ceño.

Ahora que lo dices…

Clara asintió y siguió haciéndolo mientras susurraba:

Rebeca Lindon, tía. Y en nuestra urbanización. Esto va a ser la bomba.

No sabía Clara hasta qué punto iba a serlo. La bomba.

De pronto, recordó lo que había dicho María:

Oye, y… ¿qué decías de no sé qué chico? Ah, y otra cosa. ¡No me habías dicho que habías estrenado el blog! Si no lo miro… Pues que sepas que ya he puesto el primer comentario. ¿Qué tal el fin de semana? siguió Clara, imparable. ¿Has ido al Maracaná? Ya vi en Facebook que había fiesta hawaiana… Rebeca Lindon, tía…