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Siempre hay alguna parte de nosotros mismos que no está en lo que nos sucede. Ese pie que se mece mientras el resto del cuerpo se concentra en comer, o esos dedos que tamborilean mientras todo el cuerpo escucha. Pero aquella pausa sirvió para que cada parte de Jorge y María se concentrara en aquel beso. Fue como si, poco a poco, fueran llegando todos sus átomos, hasta los más rezagados. Entonces, cuando ya estaban todos ahí… PLAY.

El beso.

No hubo una sola parte de ellos que no estuviera ahí en ese momento, desde la pequeña cicatriz que tenía María en el tobillo hasta el lunar que tenía Jorge junto al ombligo. Cada parte de sí mismos estaba allí, en ese beso.

Hasta que llegó el escolta.

Por favor, guárdame el secreto suplicó María.

El escolta no dijo ni que sí ni que no.