La primera vez que María vio dar un beso a Jorge, no era ella la que estaba a escasos milímetros de su cara. Fue pocos días después de la mudanza.
Ya era de noche y María volvía de casa de Clara. De pronto, en el patio, vio dos sombras cerca de los chopos. Se acercó sigilosa sin que la vieran y reconoció a Jorge. Estaba con una chica. María aún no sabía quién era.
Era Raquel.
En eso momento, María vio cómo la distancia entre la cara de Jorge y de Raquel se acortaba como a cámara lenta. Cuando sus labios estaban a punto rozarse, María quiso poder dar a STOP. Lo deseaba tanto que hasta hizo el gesto con el pulgar. El gesto de pulsar STOP.
Más tarde, mucho más tarde, la primera vez que María y Jorge se besaron largo, aquel día en el portal ocho, sentados entre el primero y el segundo, María no pudo evitar acordarse de aquella escena. Las caras de Jorge y María se acercaron muy lentamente y cuando estaban casi tocándose, María apretó el pulgar sobre el hombro de Jorge.
STOP. No, mejor dicho: PAUSE.
María se detuvo. Jorge también.
Se quedaron unos segundos con los labios a tres milímetros de distancia, rozándose la punta de la nariz, conteniendo el aliento primero, respirando despacio después. Respirándose el uno al otro.
A lo lejos se oyó pasar un avión. Parecía mentira que no se hubiera quedado parado en mitad del cielo. La Tierra entera tenía que dejar de girar. El universo debía detenerse en ese instante. Porque Jorge y María estaban a punto de besarse.