Al principio de esta historia, la historia de Jorge y María, era el final. El final del verano.
María bajó sola a la piscina con la toalla y un libro. Sus hermanos y su padre aún andaban en pijama. Su madre ya no estaba en su casa. Su amiga Clara pasaba el fin de semana fuera. Nadie había bajado todavía. Era la hora ideal para tumbarse y pensar.
Y María tenía algo en que pensar. Clara acababa de regalarle un blog. Se lo había enviado por sorpresa, en un mensaje de correo electrónico:
Y, junto al mensaje, la dirección de un blog. Casi vacío. Solo el nombre de María en los datos de perfil, una foto suya en el lateral, y la cabecera.
«Pinillismos», se llamaba el blog. María aún no sabía sobre qué escribir para estrenarlo.
Extendió la toalla, dejó el libro al lado, se tumbó boca arriba, cerró los ojos, aspiró el olor de la hierba mojada, sintió la humedad del suelo abriéndose paso hacia su cuerpo y recibió como un regalo el calor de un sol aún tímido. Resultaba increíble que aquel sol fuera el mismo que, horas más tarde, haría escurrir por su cuerpo gotas de sudor. María pensó esto y se acordó de su madre. A veces también parecía mentira que esa cariñosa mujer que le daba el beso de buenos días fuera la misma persona que le gritaba algunas noches por la menor tontería. El día anterior, sin ir más lejos, por haberse olvidado de tender la toalla. ¿Podría escribir sobre eso? Una teoría sobre la metamorfosis de un hada en ogro por obra y gracia de una toalla mojada. ¿Pero y si su madre lo encontraba y lo leía? Entonces supo lo primero que haría en su blog. No sería escribir. Sería borrar. Borraría su nombre y así escribiría lo que le diera la gana sin que nadie pudiera localizarla. ¿Y si cambiaba el nombre del blog? Bueno, tampoco era la única Pinilla del mundo…
Así estaba María, tumbada, con los ojos cerrados, pensando en la última bronca de su madre y el primer post de su blog, cuando oyó por primera vez la voz de Jorge.
Esa caja ya la llevo yo, no se preocupe. Démela. Es muy frágil.
María se incorporó abriendo los ojos. El sol le dio de lleno en la cara y, durante unos segundos, solo vio pequeñas estrellas parpadeantes. Cuando por fin se acostumbró al sol, lo vio. Tan moreno. Un trozo de universo abriéndose paso entre tanta estrella. Y entonces decidió que su primer post trataría sobre otra cosa[4].