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Esta historia, la historia de María y Jorge, no empezó siendo tan triste.

Suele suceder. Es la fórmula clásica de la narrativa: planteamiento, nudo, desenlace. Las historias empiezan bien, luego se complican y al final acaban... acaban como pueden.

Al principio de esta historia, antes de las cartas de María, antes de los dibujos de Jorge, no había cocodrilos. O quizá sí, pero estaban bajo el agua y no se los veía.

Al principio de esta historia, había un chico, una chica, una piscina y un camión de mudanza. Y una verja cubierta de enredadera.