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Pues serán llamados los hijos de Dios

En 2281 se fundó un planeta (y secta disidente del catolicismo) llamado Nuovo Vaticano. Los fundadores querían elaborar un nuevo calendario hagiográfico: conservando los viejos santos que aún ejercían una cierta atracción, canonizando otros que les parecieran adecuados.

El planeta necesitaba un patrono, y por supuesto no querían que fuera uno de los viejos santos. Alguien sugirió Jacque Lefavre. Todo cuanto sabían era que había hecho buenas obras relacionadas con los Nuevos Salvadores, y que en su lecho de muerte había dejado una controvertida prueba de la existencia de un trasmundo.

En su pequeña y práctica biblioteca no tenían ningún ejemplar de Mensajero de paz, de modo que se hicieron enviar uno en el salto siguiente.

Tras leer el libro de cabo a rabo, decidieron que Lefavre sería un mal ejemplo para sus hijos.