(De THEODORE LASKY: Sermones científicos, © 2071. Broome Syndicate. Reproducido del Washington Post-Times-Herald-Star-News. 25 de noviembre de 2071).
… el plan original, que consistía en usar la TLM para instalar artefactos de geoformación automática en uno de los compañeros terrestres de Cygni A 61. La gente entonces sería trasladada al nuevo mundo en una de las llamadas «naves generacionales».
Tómese un asteroide cilíndrico de unos kilómetros de largo; ahuéqueselo y geofórmese el interior. Hágaselo rotar lentamente de un extremo al otro para producir gravedad artificial. Désele un sistema de propulsión y diríjaselo a Cygni A 61, con varios millares de personas a bordo. Según el modelo que se utilice (es decir, según cuánto dinero pueda invertirse en el proyecto), el viaje podría durar de veinte a mil años.
De ahí el nombre. Decenas de generaciones podrían nacer y morir en el trayecto.
Una mujer llamada Jerry Kovaly hizo innecesario este aparatoso traslado.
La doctora Kovaly era una bióloga a cargo de la fase biológica de la geoformación de Cygni A 61, a fines de la década de 2030. (Fue ella quien acuñó el término «xenastenia» para describir la súbita debilidad y desorientación que siente un Domador en la Tierra, si ha ingerido alimentos brotados del suelo de otro planeta, cuando las moléculas extrañas son catapultadas fuera de su cuerpo).
Cygni A 61 era un planeta fácil de geoformar; la gente pudo hollar sin protección la superficie casi desde el principio. Fue el primer planeta cuyas plantas nativas resultaron comestibles; fue el primer planeta donde se concibió un niño humano.
En el curso de un examen de rutina antes de su cuarto viaje a Cygni A 61 se descubrió que la doctora Kovaly estaba embarazada de varias semanas. Hubo un pequeño escándalo, pues el esposo estaba vasectomizado y era estéril: inició un juicio de divorcio, y lo ganó cuando la doctora Kovaly declaró su propósito de seguir adelante y tener el niño (sin revelar nunca la identidad del padre).
También decidió dar a luz en Cygni A 61, en parte porque era una etapa crucial en su tarea, en parte porque la idea de ser la madre del primer humano nacido en otro mundo le resultaba halagüeña.
El niño, un varón, nació sin complicación alguna. Pocas semanas más tarde el plazo de estadía de la doctora Kovaly se cumplió. Ella reunió a los tres que habían viajado con ella, la «caja negra», y el hijo recién nacido, y volvieron a la Tierra.
Semanas después, el niño desapareció.
Era un objeto extraño.
Además de representar una conmoción terrible para la doctora Kovaly —en ese momento estaba amamantando al niño—, la desaparición era científica y filosóficamente desconcertante. Cuidando de la salud del feto, la doctora Kovaly no había ingerido ningún alimento nativo durante el embarazo, ni había bebido agua nativa. De modo que las moléculas que pasaban al embrión a través de la placenta eran todas de origen terráqueo. El niño, cuya materia orgánica era enteramente terrestre, debió permanecer en la Tierra.
La doctora Kovaly regresó a Cygni 61 A y deliberadamente concibió otro niño. Llegado el momento dio a luz. Pero esta vez —en un acto que algunos tildaron de cruel— dejó al niño fuera del radio de la caja negra al regresar a la Tierra.
Y el niño permaneció para siempre en Cygni A 61. El primer humano que era un auténtico ciudadano de otro planeta.
De modo que había una alternativa fácil para reemplazar la nave generacional. La ADE empezó a reclutar gran cantidad de mujeres…
… una política que la ADE al principio identificó con el lema «Llevad la simiente». Una combinación de reacciones virulentas y comentarios sarcásticos les hizo retirar el lema de inmediato.
Pero esa política aún continúa. La ADE recluta tres mujeres por cada hombre, y exige por lo menos un mínimo de dos niños nacidos en dos planetas diferentes (y dos más, si quieren llegar a la «plenitud de la carrera»).
El análisis genético es una de las pruebas más difíciles para los Domadores potenciales. Cualquier predisposición genética a las enfermedades consignadas en la lista negra de la ADE basta para eliminar al candidato, por muy calificado que esté en otros sentidos. Y en todos los planetas geoformados se registran cuidadosamente las genealogías: teóricamente, no se permite ningún apareamiento entre personas cuyo parentesco sea más cercano que el de primos terceros. Esto aún no se ha transformado en un problema, pues los ciudadanos de la primera generación de los Mundos son de facto empleados muy leales de la ADE, y dependen de la Agencia desde la cuna hasta la tumba.
En este momento existen 7.498 ciudadanos de los Mundos, casi todos de primera generación (se supone que durante un tiempo la cifra se duplicará aproximadamente una vez por década). El de más edad es, naturalmente, Primus Kovaly, quien a los treinta y un años ha engendrado cinco hijos. Según sus propias declaraciones ha resistido la tentación de llamar Secundus a cualquiera de ellos.