Consciente de que esta novela, desde su título inglés en adelante, plantea problemas especiales a los traductores, la dedico a todos aquellos que durante muchos años han aplicado su pericia a la traducción de mi obra en diversas lenguas, y en particular a quienes han llegado a ser amigos personales: Marc Amfreville, Mary Gislon y Rosetta Palazzi, Maurice e Yvonne Couturier, Armand Eloi y Beatrice Hammer, Luo Yirong, Suzanne Mayoux, Renate Orth-Guttmann y Susumu Takagi.