Capítulo 18

El elefante murió casi dos años después, otra vez invierno, en el último mes de mil quinientos cincuenta y tres. La causa de la muerte no llegó a ser conocida, todavía no eran tiempos de análisis de sangre, radiografías de tórax, endoscopias, resonancias magnéticas y otras observaciones que hoy son el pan de cada día para los humanos, no tanto para los animales, que simplemente mueren sin una enfermera que les ponga la mano en la frente. Aparte de haberlo desollado, a salomón le cortaron las patas delanteras para que, tras las necesarias operaciones de limpieza y curtido, sirvieran de recipientes, a la entrada del palacio, para depositar las varas, los bastones, los paraguas y las sombrillas de verano. Como se ve, a salomón no le valió de nada haberse arrodillado. El cornaca subhro recibió de las manos del intendente la parte de soldada que se le debía, a la que se le añadió, por orden del archiduque, una propina bastante generosa y, con ese dinero, compró una mula que le sirviera de montura y un burro para llevarle la caja con sus pocos haberes. Anunció que volvería a Lisboa, pero no existen noticias de que entrara en el país. O cambió de idea, o murió en el camino.

Semanas después llegó a la corte portuguesa una carta del archiduque. En ella se informaba de que el elefante solimán había muerto, pero que los habitantes de viena nunca lo olvidarían, pues había salvado la vida de una niña en el mismo día en que llegó a la ciudad. El primer lector de la carta fue el secretario de estado pedro de alcáçova carneiro, que se la entregó al rey, al mismo tiempo que decía, Ha muerto salomón, mi señor. Don juan tercero hizo un gesto de sorpresa y una sombra de dolor le cubrió el rostro. Mande llamar a la reina, dijo. Doña catalina no tardó, como si adivinase que la carta traía noticias que le interesaban, tal vez un nacimiento, tal vez una boda. Nacimiento y boda no parecían ser, la cara del marido contaba otra historia. Don juan tercero murmuró, Dice aquí el primo maximiliano que salomón. La reina no lo dejó acabar, No quiero saberlo, gritó, no quiero saberlo. Y corrió a encerrarse en su cámara, donde lloró el resto del día.

Lanzarote, agosto de 2008