Capítulo 13

La lluvia los espera a la salida de génova. No hay que extrañarse mucho, el otoño va adelantado, y este chaparrón no es más que el preludio del concierto, con amplio surtido de tubas, percusión y trombones, que los alpes ya tienen reservado para obsequiar a la caravana. Afortunadamente para los menos defendidos contra el mal tiempo, nos referimos en particular a los coraceros y al cornaca, revestidos unos, como si fueran escarabajos de nuevo tipo, de un frío y destemplado acero, encaramado el otro en el cogote del elefante, donde más contundentes se manifiestan las nortadas y los latigazos de siete puntas de la nieve, maximiliano segundo dio oídos finalmente a la inefable sabiduría popular, esa que va repitiendo desde las primeras madrugadas del mundo que prevenir es siempre mejor que remediar. En el camino hasta la salida de génova, mandó detener la caravana dos veces para que pudieran ser adquiridos en los comercios de ropa confeccionada abrigos para los coraceros y para el cornaca, que, no pudiendo ser, los tales abrigos, por razones fácilmente comprensibles dada la falta de planificación de producción, armónicos en las formas y en el color, al menos protegerían del peor asalto del frío y de la lluvia a sus afortunados destinatarios. Gracias a la providencia del archiduque pudimos presenciar la rapidez con que los soldados descolgaron de los arzones los capotes que les habían sido distribuidos y cómo, sin interrumpir la marcha, se metían dentro de ellos exhibiendo una alegría militar pocas veces observada en la historia de los ejércitos. Lo mismo hizo, aunque con mayor discreción, el cornaca fritz, antiguamente llamado subhro. Ya reconfortado en el grueso capote, pensó que la gualdrapa entregada al pío gozo del obispo de valladolid habría sido de gran utilidad para un solimán que la inmisericorde lluvia, desde las alturas, maltrataba. El resultado del temporal que pronto sucedió a los primeros y espaciados chaparrones fue que salió poquísima gente a los caminos para festejar a solimán y saludar a su alteza. Hicieron mal, pues no van a tener otra ocasión de ver, en los tiempos más próximos, a un elefante al natural. En cuanto al paso del archiduque, la culpa de la incertidumbre hay que atribuida a la insuficiente información anticipada que rodea los desplazamientos cortos de la casi imperial persona, puede ser que pase, puede ser que no. Pero, en lo que al elefante se refiere, no tengamos duda, no volverá a pisar estos caminos. Escampó antes de entrar en piacenza, lo que permitió una travesía por la ciudad más acorde con la grandeza de los personajes que iban en la caravana, pues los coraceros pudieron quitarse los capotes y aparecer con todo su conocido esplendor, en lugar de la ridícula figura que venían mostrando desde la salida de génova, casco de guerra en la cabeza y un capote de lana ordinaria sobre la espalda. Esta vez se juntó mucha gente en las calles, y, si el archiduque fue aplaudido por ser quien era, el elefante, por el mismo motivo, no lo fue menos. Fritz no se había quitado el abrigo. Pensaba que la pesada indumentaria le confería, por la amplitud de la confección, más cercana a la capa que al simple capote, un aire de soberana dignidad que condecía perfectamente con el majestuoso paso de solimán. A decir verdad, ya no le importaba tanto que el archiduque le hubiera cambiado el nombre. Es cierto que fritz no conocía el refrán clásico que dice que para vivir en roma hay que hacerse romano, pero, aunque no se sintiera nada inclinado a ser austriaco en austria, creía que era aconsejable para su ambición de vivir una existencia sosegada llamar lo menos posible la atención del vulgo, incluso teniendo que presentarse ante los ojos de la gente cabalgando un elefante, lo que, por supuesto, hacía de él, ya de entrada, un ser excepcional. Aquí va, pues, arropado en su capote, aspirando con delicia el leve olor a chivo que exhalaban los paños húmedos. Marchaba, como le había sido ordenado en el camino de valladolid, tras el coche del archiduque, de modo que daba la idea a quien lo viera desde lejos de ir arrastrando tras de sí la enorme fila de carrozas y galeras de carga que componían el cortejo, y en primer lugar, pisando sus huellas, los carros con los fardos de forraje y la cuba de agua que la lluvia ya hizo rebosar. Era un cornaca feliz, muy lejos de las estrecheces de la vida en portugal, donde, prácticamente, lo dejaron vegetar durante dos años en el cercado de belén, viendo partir naves para la india y oyendo los cantos de los frailes jerónimos. Es posible que nuestro elefante piense, si esa enorme cabeza es capaz de semejante proeza, por lo menos espacio no le falta, que tiene razones para suspirar por el antiguo dolce far niente, pero eso sólo podría suceder gracias a su natural ignorancia de que la indolencia es lo más perjudicial que hay para la salud. Peor que la indolencia sólo el tabaco, como más adelante podrá verse. Ahora, sin embargo, después de trescientas leguas caminando, gran parte por senderos que el diablo, a pesar de sus pies de cabra, se negaría a pisar, solimán ya no merece que le llamen indolente. Lo habría sido durante la permanencia en portugal, pero eso son aguas pasadas, bastó que pusiera pie en las estradas de europa para ver cómo de forma inmediata se despertaban en sí energías de cuya existencia ni él mismo había sospechado. Se ha observado con mucha frecuencia este fenómeno en las personas que, por circunstancias de la vida, pobreza, desempleo, fueron forzadas a emigrar. Frecuentemente apáticas e indiferentes en la tierra donde nacieron, se vuelven, casi de una hora para otra, activas y diligentes como si les hubiera entrado en el cuerpo el tan traído y llevado aunque nunca estudiado bicho carpintero, de ése hablamos y no de otros, comunes, que se alimentan de la madera que roen y son también conocidos con los nombres de bicho de la madera o carcoma. Sin esperar a que el campamento implantado en los alrededores de piacenza acabe de ser montado, solimán ya descansa en los brazos del morfeo de los elefantes. Y fritz, a su lado, tapado con el capote, ronca como un bendito de dios. Por la mañana temprano, tocó la corneta. Había llovido durante la noche, pero el cielo se presentaba limpio. Ojalá no acabe cubriéndose de nubes grises, como sucedió ayer. El objetivo más próximo es la ciudad de mantua, ya en la lombardía, famosa por muchas y excelentes razones, siendo una de ellas un cierto bufón de la corte ducal llamado rigoletto, a cuyas gracias y desgracias, más adelante, el gran giuseppe verdi pondrá música. La caravana no se detendrá en mantua para apreciar las excelsas obras de arte que abundan en la ciudad. Más abundarán en verona hacia donde, vista la estabilidad del tiempo, el archiduque mandó avanzar y que será el escenario elegido por william shakespeare para su the most excellent and lamentable tragedy of romeo and juliet, no porque maximiliano segundo de austria sea particularmente curioso de amores que no son suyos, es que verona, si no contamos padua, es el último paso importante antes de venecia, de ahí en adelante va a ser todo subir hacia los alpes hasta el frío norte. A lo que consta, los archiduques ya conocen de otros viajes la bella ciudad de los doges, donde, por otro lado, no sería nada fácil hacer entrar las cuatro toneladas de solimán, suponiendo que pensaran llevarlo como mascota. Un elefante no es bicho para acomodarse en una góndola, si es que ya existían en aquella época, por lo menos con la forma que ahora tienen, la proa levantada y el fúnebre color negro que las distingue entre todas las marinas del mundo, y mucho menos con un gondolero cantando en la popa. A fin de cuentas, quizá los archiduques decidan dar una vuelta por el gran canal y sean recibidos por el doge, pero solimán, los coraceros todos y el resto del equipaje se quedarán en padua, frente a la basílica de san antonio, que es de lisboa, reivindiquémoslo, y no de padua, en un espacio limpio de árboles y otras vegetaciones. Cada cual en su lugar será siempre la mejor de las condiciones para alcanzar la paz universal, salvo si la sabiduría divina dispone otra cosa.

Ocurrió que, a la mañana siguiente, apareció en el todavía apenas despierto campamento un emisario de la basílica de san antonio. Aunque no hubiera usado exactamente estos términos, dijo venir mandado por un superior del equipo eclesiástico del templo para hablar con el cuidador del elefante. Tres metros de altura se ven de lejos, y el bulto de solimán casi llenaba el espacio celeste, pero, incluso así, el cura pidió que lo acercaran. El coracero que lo acompañaba fue a despertar al cornaca, que, enrollado en su capote, todavía dormía, Hay ahí un cura, dijo. Optó por hablar en castellano, y fue lo mejor que podía hacer, dado que los limitados conocimientos de la lengua alemana de que el cornaca se había dotado hasta hoy aún no le daban para comprender una frase tan compleja. Fritz abrió la boca para preguntar qué quería el padre, pero luego la cerró, no se fuera a crear allí una confusión lingüística que no se sabe adónde los conduciría. Se levantó, pues, y se dirigió hacia el sacerdote, que lo esperaba a una distancia prudente, Vuestra paternidad quiere hablar conmigo, preguntó, Así es, hijo mío, respondió el visitante poniendo en estas cuatro palabras todas las reservas de unción de que disponía, Diga entonces, padre, Eres cristiano, fue la pregunta, Fui bautizado, pero por mi color y por mis facciones, vuestra paternidad ya debe de haber visto que no soy de aquí, Sí, supongo que serás hindú, pero eso no es impedimento para que seas un buen cristiano, No seré yo quien lo diga, ya que tengo entendido que elogio en boca propia es vituperio, Vengo a hacerte una petición, pero antes quiero que me digas si tu elefante es de los enseñados, Enseñado, lo que se llama enseñado, en el sentido de saber unas cuantas habilidades de circo, no es, pero suele comportarse con la dignidad de un elefante que se respeta, Serás capaz de hacer que se arrodille, aunque sea sólo con una pata, Sepa vuestra paternidad que nunca lo he experimentado, pero he observado que solimán se arrodilla motu proprio cuando quiere acostarse, ahora de lo que no puedo estar seguro es de que lo haga si yo se lo mando, Puedes experimentar, Sepa vuestra paternidad que la ocasión no es la mejor, por la mañana solimán está casi siempre de mal humor, Puedo volver más tarde, si te parece conveniente, lo que aquí me trae no es sangría desatada, aunque mucho convendría a los intereses de la basílica que aconteciese hoy, antes de que su alteza el archiduque de austria parta hacia el norte, Aconteciese hoy, qué, si no soy demasiado osado preguntando, El milagro, dijo el padre juntando las manos, Qué milagro, preguntó el cornaca al mismo tiempo que sentía la cabeza dándole vueltas, Si el elefante fuera a arrodillarse ante la puerta de la basílica, no te parece que sería un milagro, uno de los grandes milagros de nuestra época, preguntó el sacerdote volviendo a unir las manos, No sé nada de milagros, en mi tierra, allí donde yo nací, no los hay desde que el mundo fue creado, imagino que toda la creación sería un milagro junto, pero después se acabaron, Ahora estoy viendo que al final no eres cristiano, Vuestra paternidad decidirá, a mí me dieron unas ligeras nociones de cristianismo y bautizado soy, pero tal vez todavía se note lo que está debajo, Y qué es lo que está debajo, Por ejemplo, ganesh, el dios elefante, el que está allí sacudiendo las orejas, vuestra paternidad me va a preguntar cómo sé que el elefante solimán es un dios, y yo responderé que si hubiera, como hay, un dios elefante, tanto puede ser éste como cualquier otro, Por lo que todavía espero de ti, te perdono las blasfemias, pero, cuando esto termine, tendrás que confesarte, Y qué espera vuestra paternidad de mí, Que lleves al elefante a la puerta de la basílica y lo hagas arrodillarse, No sé si seré capaz, Inténtalo, Imagine vuestra paternidad que llevo al elefante y él se niega a arrodillarse, aunque yo no entienda mucho de estos asuntos, supongo que peor que no haber milagros es encontrarse con un milagro fallido, Nunca habrá sido fallido si de él quedan testigos, Y quiénes serán esos testigos, En primer lugar, todos los sacerdotes de la basílica y cuantos cristianos dispuestos consigamos reunir a la entrada del templo, en segundo lugar, la voz pública que, como sabemos, es capaz de jurar lo que no vio y afirmar lo que no sabe, Incluyendo creer en milagros que nunca existieron, preguntó el cornaca, Ésos son los más sabrosos, da trabajo prepararlos, pero el esfuerzo que requieren en general es compensador, además, aliviamos de mayores responsabilidades a nuestros santos, Y a dios, A dios nunca lo importunamos para que haga un milagro, es necesario respetar la jerarquía, como mucho recurrimos a la virgen, que también está dotada de talentos taumatúrgicos, Me está pareciendo, dijo el cornaca, que por vuestra iglesia católica circula mucho cinismo, Tal vez, pero si te hablo con tanta franqueza, respondió el sacerdote, es para que comprendas que necesitamos ese milagro, ése o cualquier otro, Por qué, Porque lutero, a pesar de haber muerto, anda causando gran perjuicio a nuestra santa religión, todo cuanto pueda ayudarnos a reducir los efectos de la predicación protestante será bienvenido, recuerda que hace poco más de treinta años que fueron fijadas sus nefandas tesis a las puertas de la iglesia del castillo de wittenberg y el protestantismo va arrastrándose como una inundación por toda europa, No sé nada de esas tesis, sean lo que sean, Ni necesitas saberlo, basta que tengas fe, Fe en dios, o en mi elefante, preguntó el cornaca, En ambos, respondió el padre, Y cuánto vaya ganar con esto, A la iglesia no se le pide, se le da, En ese caso, vuestra paternidad debería hablar con el elefante, visto que de él depende el buen resultado de la operación milagrosa, Tienes una lengua descarada, ten cuidado, no la pierdas, Qué es lo que me sucederá si llevo al elefante hasta la puerta de la basílica y él no se arrodilla, Nada, a no ser que sospechemos que la culpa es tuya, Y si así fuera, Tendrías fuertes motivos para arrepentirte. El cornac a creyó más conveniente rendirse, A qué hora desea vuestra paternidad que lleve el animal, preguntó, Lo quiero allí a mediodía en punto, ni un minuto más, Y yo espero que el tiempo me alcance para meter en la cabeza de solimán que tendrá que arrodillarse a los pies de vuestras paternidades, No a los nuestros, que indignos somos, sino a los de nuestro san antonio, y con estas pías palabras se retiró el padre a darles cuenta a sus superiores de los resultados de la evangélica diligencia, Pero hay esperanzas, le preguntaron, Las mejores, aunque estemos en manos de un elefante, Un elefante no es un caballo, no tiene manos, Es una manera de hablar, como decir, por ejemplo, que estamos en manos de dios, Con la gran diferencia de que, efectivamente, estamos en manos de dios, Alabado sea su nombre, Alabado sea, pero volviendo a la madre del cordero, por qué estamos en las manos del elefante, Porque no sabemos lo que hará cuando se encuentre ante la puerta de la basílica, Hará lo que le mande el cornaca, para eso está la enseñanza, Confiemos en la benevolente comprensión divina de los hechos de este mundo, si dios, como suponemos, quiere ser servido, convendrá que dé una ayuda a sus propios milagros, esos que hablarán mejor de su gloria, hermanos, la fe lo puede todo, dios actuará, Amén, voceó en coro la congregación preparando en su cabeza el arsenal de oraciones consiguientes.

Entre tanto, fritz procuraba, por todos los medios, que el elefante comprendiese lo que de él se pretendía. No era tarea fácil para un animal con opiniones firmes, que inmediatamente asociaría la acción de doblar las rodillas a la acción siguiente de echarse a dormir. Poco a poco, sin embargo, después de muchos golpes, un sinnúmero de maldiciones y algunas súplicas desesperadas, comenzó a hacerse luz en el hasta entonces reticente cerebro de solimán, es decir, que debía ponerse de rodillas, pero no tumbarse. Mi vida, llegó a decirle fritz, está en tus manos, lo que muestra cómo las ideas pueden propagarse, no sólo por vía directa, de boca a oído, sino simplemente porque flotan en las corrientes atmosféricas que nos rodean, constituyendo, por decirlo de alguna manera, un auténtico baño de inmersión en el que se aprende sin darse cuenta. Dada la escasez de relojes, lo que mandaba en aquella época era la altura del sol y el tamaño de la sombra que hacía proyectándose en el suelo. Fue así como fritz supo que el mediodía se aproximaba, por tanto el tiempo de llevar al elefante a la puerta de la basílica, y a partir de ahí que sea lo que dios quiera. Ahí va, cabalgando sobre el cogote de solimán, como otras veces hemos visto, pero ahora le tiemblan las manos y el corazón, como si fuera un mísero aprendiz de cornaca. Estuvieron de más esas penas. Al llegar a la puerta de la basílica, ante una multitud de testigos que en los tiempos futuros certificarán el milagro, el elefante, obedeciendo a un ligero toque en la oreja derecha, dobló las rodillas, no una, con lo que ya se daría por satisfecho el religioso que vino con el requerimiento, sino ambas, postrado así ante la majestad de dios en el cielo y de sus representantes en la tierra. Solimán recibió a cambio una generosa aspersión de agua bendita que llegó a salpicarle al cornaca allá arriba, mientras la asistencia, unánimemente, caía de rodillas y la momia del glorioso san Antonio se estremecía de gozo en el túmulo.