El vuelo axial a gran velocidad hizo que Rybys Rommey se pusiera muy enferma. La United Spaceways había hecho los arreglos precisos para que dispusiera de cinco asientos contiguos y pudiera acostarse en ellos; pero, aun así, apenas si era capaz de hablar. Estaba inmóvil, acostada de lado, con una manta tapándola hasta la barbilla.
—Esos malditos tecnicismos legales —dijo Elijah Tate con expresión sombría mientras la miraba—. Si no nos hubieran entretenido… —Torció el gesto.
El feto, que ya tenía seis meses, llevaba mucho tiempo sin hacer ningún ruido dentro del cuerpo de Rybys. ¿Y si el feto muere?, se preguntó Herb Asher. La muerte de Dios… Pero en unas circunstancias que nadie hubiera podido prever jamás. Y que nadie salvo él mismo, Rybys y Elijah Tate, llegarían a conocer nunca.
¿Puede morir Dios?, se preguntó. Y mi esposa con él…
La ceremonia matrimonial había sido breve y sencilla, con todo el procedimiento llevado a cabo por las autoridades espaciales y sin ningún matiz religioso o moral. Tanto él como Rybys habían tenido que pasar por unos prolongados exámenes físicos y, naturalmente, habían descubierto su embarazo.
—¿Es usted el padre? —le preguntó el médico.
—Sí —dijo Herb Asher.
El médico sonrió y lo apuntó en sus papeles.
—Nos pareció que debíamos casarnos —dijo Herb.
—Ésa es la actitud correcta. —El médico era un hombre ya algo mayor, muy bien educado y totalmente impersonal—. ¿Sabe que es un niño?
—Sí —dijo él. Desde luego que lo sabía.
—Hay algo que no entiendo —dijo el médico—. ¿La impregnación se produjo por medios naturales? No sería ninguna inseminación artificial, ¿verdad? Porque el himen está intacto.
—¿De veras? —dijo Herb Asher.
—Es raro, pero puede suceder. Así que, técnicamente, su esposa sigue siendo virgen.
—¿De veras? —repitió Herb Asher.
—Ya sabe que está muy enferma, ¿no? —dijo el médico—. Tiene esclerosis múltiple.
—Lo sé —respondió él con estoicismo.
—No hay ninguna garantía de que sea posible curarla. Debe comprenderlo. Creo que es una excelente idea que vuelva a la Tierra, y apruebo de todo corazón el que usted la acompañe. Pero quizás este viaje no sirva de nada. La esclerosis múltiple es una enfermedad muy peculiar. La funda de mielina de las fibras nerviosas se endurece en algunos sitios, y eso acaba produciendo una parálisis permanente. Después de varias décadas de grandes esfuerzos hemos logrado acabar aislando dos factores que la causan. Hay un microorganismo, pero en el proceso actúa también una forma de alergia, y es uno de los factores principales. Gran parte del tratamiento implica transformar el sistema de inmunidad para que… —El médico siguió hablando, y Herb Asher le escuchó tan atentamente como le era posible. Ya sabía todo eso; Rybys se lo había contado varias veces y le había mostrado textos proporcionados por MED. Al igual que ella, Herb había acabado convirtiéndose en toda una autoridad sobre la materia.
—¿Podría tomar un poco de agua? —murmuró Rybys, levantando la cabeza; su rostro estaba hinchado y lleno de manchas, y Herb Asher tuvo cierta dificultad para comprender sus palabras.
Una azafata le trajo a Rybys un vaso de cartón lleno de agua; Elijah y Herb la ayudaron a incorporarse, y Rybys cogió el vaso con las dos manos. Tanto sus brazos como el resto de su cuerpo estaban temblando.
—Ya no tardaremos mucho —dijo Herb Asher.
—Cristo —murmuró Rybys—. Creo que no voy a conseguirlo. Dile a la azafata que voy a vomitar otra vez; haz que vuelva a traerme ese recipiente. Jesús. —Irguió su cuerpo hasta quedar totalmente incorporada, con el rostro lleno de dolor.
—Dispararemos los retrocohetes dentro de dos horas —dijo la azafata, inclinándose sobre ella—, así que, si puede aguantar un poquito más…
—¿Aguantar? —dijo Rybys—. Pero si ni tan siquiera puedo aguantar en el estómago lo que bebo. ¿Está segura de que esa Coca-Cola no estaba pasada o algo parecido? Creo que me ha puesto peor que antes. ¿No tendría un poco de ginger ale? Si tomara un poco de ginger ale quizá pudiera evitar que… —De repente empezó a maldecir con una voz cargada de veneno y rabia—. Maldito sea todo esto. ¡No vale la pena! —Clavó los ojos en Herb Asher y Elijah.
Yah, pensó Herb Asher, ¿no puedes hacer nada? Dejarla sufrir de esta forma es puro sadismo.
Y una voz habló dentro de su mente. Al principio no logró comprender lo que decía; podía oír las palabras, pero parecían carecer de sentido.
—Llévala al Jardín —decía la voz.
¿Qué Jardín?, pensó él.
—Llévala de la mano.
Herb Asher se inclinó sobre ella, hurgó por entre los pliegues de la manta y cogió la mano de su esposa.
—Gracias —dijo Rybys, y le apretó débilmente los dedos.
Herb, inclinado sobre ella, vio cómo sus ojos empezaban a brillar; vio espacios más allá de sus ojos, igual que si estuviera contemplando algo vacío, algo que contenía inmensas extensiones de espacio. ¿Dónde estás?, se preguntó. Dentro de tu cráneo hay todo un cosmos; un cosmos distinto a éste: no es un reflejo, es otro lugar. Vio estrellas y grupos de estrellas; vio nebulosas y grandes nubes de gases que relucían con un brillo oscuro, pero que aun así emitían una luz blanca, no una luz rojiza. Sintió cómo el viento soplaba a su alrededor y oyó un susurro. Hojas o ramas, pensó; oigo los sonidos que hacen las plantas. El aire era más bien cálido. Aquello le sorprendió. Parecía ser aire fresco, no la atmósfera estancada que se hacía circular una y otra vez por el interior de la nave espacial.
El ruido de los pájaros y, cuando alzó la vista, un cielo azul. Vio bambúes, y el susurro era el del viento soplando por entre los tallos del bambú. Vio una valla, y más allá había niños. Y, sin embargo, al mismo tiempo que veía todo eso, seguía sujetando la débil mano de su esposa. Qué extraño, pensó. Una atmósfera tan seca, igual que si llegara del desierto… Vio a un niño con el cabello castaño y rizado; el cabello del niño le recordó el pelo de Rybys tal y como era antes de que lo perdiese por culpa de la quimioterapia: ahora se había quedado calva.
¿Dónde estoy?, se preguntó. ¿En una escuela?
Junto a él, un inquieto señor Plaudet le contaba historias sin pies ni cabeza, historias relacionadas con las necesidades financieras de la escuela, los problemas de la escuela… Los problemas de la escuela no le interesaban; lo que le interesaba era su hijo. El daño cerebral sufrido por su hijo; quería saberlo todo sobre eso.
—Lo que no puedo entender —estaba diciendo el señor Plaudet— es por qué lo mantuvieron diez años en suspensión criónica sólo por un bazo. Por el amor de Dios, las extirpaciones de bazo son algo de lo más corriente, y es muy frecuente que haya bazos extirpados utilizables…
—¿Qué hemisferio del cerebro es el dañado? —preguntó Herb Asher, interrumpiéndole.
—El señor Tate tiene todos los informes médicos, pero iré donde está nuestro ordenador y le pediré una copia. Manny parece algo asustado de usted, pero supongo que eso es debido a que antes nunca había visto a su padre.
—Me quedaré aquí con él mientras usted va a buscar esa copia —dijo Herb—. Quiero saber todo lo posible sobre ese daño cerebral.
—Herb —dijo Rybys.
Y, sobresaltado, Herb se dio cuenta de dónde estaba; a bordo del vuelo axial XR4 de la United Spaceways que iba de Fomalhaut al Sistema Solar. Dentro de dos horas, el primer grupo de Inmigración subiría a la nave y haría su inspección preliminar.
—Herb —susurró su mujer—, acabo de ver a mi hijo.
—Una escuela a la que irá —dijo Herb Asher.
—Creo que no viviré para estar ahí —dijo Rybys—. Tengo un presentimiento… Él estaba ahí y tú también estabas, y había un hombrecillo de cara ratonil y voz chillona que no paraba de hablar y hablar, pero yo no estaba por ningún sitio. Miré por todas partes. Esto realmente va a terminar conmigo, pero no matará a mi hijo. Eso es lo que me dijo, ¿recuerdas? Yah me dijo que continuaría viviendo a través de mi hijo, así que me imagino que moriré; quiero decir que este cuerpo morirá, pero que ellos le salvarán. ¿Estabas allí cuando Yah dijo eso? No me acuerdo. Estábamos en un jardín, ¿verdad? Bambúes. Vi cómo soplaba el viento. El viento me habló; era igual que voces.
—Sí —dijo él.
—Tenían la costumbre de marcharse al desierto durante cuarenta días y cuarenta noches. Primero fue Elías y luego Jesús. ¿Elijah? —Miró a su alrededor—. Comiste langostas y la miel de las abejas salvajes, y les dijiste a los hombres que se arrepintieran. Le dijiste al Rey Acab que en aquellos años no habría ni rocío ni lluvia…, ésa es la voluntad del Señor. Según mi palabra. —Cerró los ojos.
Está realmente muy enferma, se dijo Herb Asher. Pero yo vi a su hijo. Hermoso, salvaje y… algo más. Tímido. Muy humano, pensó; era un niño humano. Quizá todo esto se encuentra en nuestras mentes. Quizá los clems han nublado nuestra percepción para que creamos, veamos y experimentemos, pero nada es real. Me rindo, pensó. No tengo ni idea, y eso es todo.
Algo relacionado con el tiempo. Parece ser capaz de transformar el tiempo. Ahora estoy aquí, en la nave, pero entonces me encontraba en el Jardín con el niño y los otros niños, su niño, dentro de unos cuantos años. ¿Y cuál es el tiempo verdadero?, se preguntó. ¿Yo aquí, en la nave, o en mi cúpula antes de conocer a Rybys, o después de que ella haya muerto y Emmanuel se encuentre en la escuela? Y me he pasado unos cuantos años en suspensión criónica. Tiene que ver o tuvo que ver o tendrá que ver con mi bazo. ¿Me dispararon?, se preguntó. Rybys murió a causa de su enfermedad, pero, ¿cómo morí yo? ¿Y qué ha sido o qué será de Elijah?
—Quiero hablar contigo —dijo Elijah, inclinándose hacia Asher. El anciano le hizo una seña para que se apartara de Rybys y de los demás pasajeros—. No debemos mencionar el nombre de Yah. A partir de ahora utilizaremos la palabra «Jehová». Es una palabra acuñada en el año 1530; se puede pronunciar sin problemas. Comprendes la situación, ¿no? Inmigración tratará de espiar nuestras mentes con sus aparatos de escucha psicotrónica, pero Jehová hará que nuestros cerebros se nublen y no conseguirán entender nada o muy poca cosa. Pero, y ésta es la parte más difícil de decir, los poderes de Jehová sólo llegan hasta aquí. Pronto empezaremos a estar en la zona de Belial.
—De acuerdo. —Asher movió la cabeza, asintiendo.
—Ya sabías todo esto, ¿no?
—Y muchas cosas más. —Por lo que Elijah y Rybys le habían contado…, y por lo que Jehová le había dicho mientras dormía, en sueños muy vívidos. Jehová les había estado enseñando cosas a todos; sabrían qué hacer.
—Está con nosotros y puede hablarnos desde el útero de Rybys —dijo Elijah—. Pero siempre existe la posibilidad de que algunos ingenios de observación electrónica muy avanzados consigan captar sus mensajes. Conversará con nosotros, pero muy de cuando en cuando. —Y, después de hacer una pausa, añadió—. Si es que llega a hacerlo…
—Qué idea tan extraña —dijo Herb Asher—. Me pregunto qué pensarían las autoridades si sus circuitos espíainteligencias captaran los pensamientos de Dios.
—Bueno —dijo Elijah—, no sabrían de qué se trataba. Conozco a las autoridades de la Tierra; he tenido contactos con ellas durante cuatro mil años en una situación después de otra y en todos los países, en una guerra detrás de otra. Estuve con Graf Egmont en las guerras holandesas de independencia, la guerra de los Treinta Años; estuve presente el día en que le ejecutaron. Conocí a Beethoven…, aunque quizá «conocí» no es la palabra adecuada.
—Tú eras Beethoven —dijo Herb Asher.
—Parte de mi espíritu volvió a la Tierra y a él —dijo Elijah.
Vulgar y exuberante, pensó Herb. Apasionadamente dedicado a la causa de la libertad humana. Caminando cogido de la mano con su amigo Goethe, dos hombres que hacían brotar la nueva y agitada vida de la Ilustración Alemana.
—¿Quién más fuiste? —preguntó.
—Muchos personajes históricos.
—¿Tom Paine?
—Nosotros preparamos la Revolución Norteamericana —dijo Elijah—. Un grupo nuestro… En un momento dado fuimos los Amigos de Dios, y los Hermanos de la Rosacruz en el año 1615… Fui Jakob Boehme, pero no creo que le conozcas. Mi espíritu no mora tan sólo en un hombre; no se trata de una encarnación. Es una parte de mi espíritu que vuelve a la Tierra para unirse a un humano seleccionado por Dios. Siempre hay humanos de esa clase, y yo estoy ahí. Martin Buber era uno de esos hombres, que Dios dé reposo a su noble alma… Era un hombre bueno y amable. También los árabes pusieron flores sobre su tumba. Incluso los árabes le amaban. —Elijah se quedó callado durante unos momentos—. Algunos de los hombres hacia quienes me envié eran mejores que yo. Pero tengo el poder de regresar. Dios me lo concedió para…, bueno, por el bien de Israel. Un atisbo de la inmortalidad para el más querido de todos sus pueblos. ¿Sabes una cosa, Herb? Se dice que en un principio Dios le ofreció la Torá a todos los pueblos del mundo antes de ofrecérsela a los judíos, y que todos los pueblos la rechazaron por alguna razón u otra. La Torá decía: «No matarás», y había muchos que no podían vivir según esa norma; querían que la religión fuera algo separado de la moralidad…, no querían que la religión estorbara sus deseos. Finalmente Dios se la ofreció a los judíos, y ellos la aceptaron.
—¿La Torá es la Ley? —preguntó Herb.
—Es más que la Ley. La palabra «Ley» no es adecuada, aunque el Nuevo Testamento de los cristianos siempre utilice la palabra «Ley» para designar a la Torá. La Torá es la totalidad de la divina revelación hecha por el Señor; está viva; existía antes de la creación. Es una entidad mística, casi cósmica. La Torá es el instrumento del Creador. Con ella creó al universo, y creó el universo para ella. Es la idea más elevada y el alma viviente del mundo. Sin ella el mundo no podría existir ni tendría derecho alguno a la existencia. Estoy citando al gran poeta hebreo Hayyim Nahman Bialik, que vivió desde finales del siglo XIX hasta mediados del siglo XX. Tendrías que leerle en alguna ocasión.
—¿Puedes contarme algo más sobre la Torá?
—Resh Lakish dijo: «Si las intenciones de uno son puras, la Torá se convierte para él en una medicina que da la vida, purificándole para la vida. Pero, si las intenciones de uno son impuras, se convierte en una droga que da la muerte y que le purifica para morir».
Los dos hombres guardaron silencio durante un rato.
—Voy a contarte algo más —dijo Elijah—. Un hombre fue a ver al gran rabino Hillel, que vivió en el primer siglo de la era cristiana, y le dijo: «Me convertiré en un prosélito con la condición de que me enseñes toda la Torá mientras me sostengo sobre un solo pie». Hillel dijo: «Si hay algo que te resulte odioso, no se lo hagas a tu vecino. Ésa es toda la Torá. El resto son comentarios; ve y apréndelos». —Miró a Herb Asher y le sonrió.
—¿Y ese mandamiento está realmente contenido en la Torá? —le preguntó Herb Asher—. ¿Los cinco primeros libros de la Biblia?
—Sí. Levítico, diecinueve, dieciocho. Dios dice: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo». No lo sabías, ¿verdad? Casi dos mil años antes de Jesús.
—Entonces, la Regla de Oro deriva del judaísmo —dijo Herb.
—Cierto, y de los comienzos de éste. La Regla le fue ofrecida al hombre por el mismísimo Dios.
—Tengo muchas cosas que aprender —dijo Herb.
—Lee —dijo Elijah—. «Cape, lege», las dos palabras que oyó Agustín. Es latín, y quieren decir: «Toma, lee». Hazlo, Herb. Toma el libro y léelo. Está ahí, esperándote. Está vivo.
Mientras proseguían su viaje, Elijah le fue revelando más aspectos intrigantes de la Torá, cualidades suyas que muy pocos hombres conocían.
—Te cuento estas cosas porque confío en ti —le dijo Elijah—. Ten mucho cuidado con a qué personas se las repites.
Había cuatro maneras de leer la Torá, y la cuarta era un estudio de su lado interior, el más oculto. Cuando Dios dijo: «Hágase la luz», se refería al misterio que brillaba dentro de la Torá. Aquella luz era la luz primordial y oculta de la mismísima Creación, una luz de tal nobleza que no podía ser degradada porque la utilizaran los mortales; así que Dios la envolvió en el corazón de la Torá. Era una luz inagotable relacionada con las chispas divinas en que habían creído los gnósticos, los fragmentos de la Divinidad que ahora andaban dispersos a través de la Creación, encerrados —por desgracia—, en cáscaras de materia formadas por los cuerpos físicos.
Lo más interesante de todo era que algunos místicos judíos de la Edad Media opinaban que de Egipto salieron 600.000 judíos que recibieron la Torá en el Monte Sinaí. Reencarnadas en cada una de las generaciones que les sucedieron, aquellas 600.000 almas siempre estaban vivas. Cada alma o chispa está relacionada con la Torá de una forma distinta; gracias a ello, existen 600.000 significados distintos y separados de la Torá. La idea es como sigue: Para cada una de esas 600.000 personas, la Torá es diferente, y cada persona tiene su propia letra particular en la Torá, letra a la cual está unida su propia alma. Así que, en cierto sentido, hay 600.000 Torás.
Además, en el tiempo existen tres eones o eras, la primera una era de gracia, la segunda o actual una de severa justicia y limitaciones, y la siguiente, que aún ha de llegar, una de compasión y misericordia. Para cada una de las tres eras hay una Torá distinta, y, sin embargo, sólo hay una Torá. Existe una Torá primigenia o matriz, y dentro de ella no hay puntuación ni espacio alguno entre las palabras; de hecho, todas las letras están revueltas. En cada una de las tres eras las letras se ordenan por sí solas, formando palabras distintas a medida que van teniendo lugar los acontecimientos.
Elijah le explicó que la era actual, la de severa justicia y limitaciones, está manchada por el hecho de que en su Torá había una letra defectuosa, la consonante shin. Esa letra siempre había sido escrita con tres picos, pero debería haber tenido cuatro. Por ello, la Torá producida para esta época era defectuosa. Otra opinión sostenida por los místicos judíos de la Edad Media era que en realidad a nuestro alfabeto le falta una letra, y debido a ello nuestra Torá contiene leyes negativas aparte de las leyes positivas. En el siguiente eón, la letra que falta o que es invisible quedará restaurada, y de la Torá desaparecerán todas y cada una de las prohibiciones negativas. Por esa razón el próximo eón o, tal y como se le llama en hebreo, el próximo shemittah, carecerá de toda restricción impuesta a los humanos; la libertad reemplazará a la severa justicia y las limitaciones.
De esa noción brota la idea (le dijo Elijah) de que hay partes de la Torá que son invisibles…, invisibles para nosotros ahora pero que serán visibles en la Era Mesiánica que ha de llegar. El ciclo cósmico traerá inevitablemente consigo esa era; será el próximo shemittah, muy parecido al primero; la Torá volverá a ordenarse y reparará los trastornos de su matriz.
Parece un ordenador, pensó Herb Asher. El universo está programado…, y después se le cambia el programa por otro mejor. Fantástico.
Dos horas después, una nave oficial del gobierno se adosó a su nave y, pasado un rato, agentes de Inmigración empezaron a moverse por entre ellos llevando a cabo su inspección. Y sus interrogatorios.
Herb Asher abrazó a Rybys contra su cuerpo, lleno de miedo, y se mantuvo tan cerca de Elijah como le fue posible, intentando sacar fuerzas de la proximidad del anciano.
—Elijah —dijo Herb en voz baja—, cuéntame lo más hermoso que sepas sobre Dios. —Su corazón retumbaba dentro del pecho y apenas si podía respirar.
—Está bien —le respondió Elijah—. Según dijo el rabino Judá, citando a Rav:
El día consiste en doce horas. Durante las primeras tres horas el Santo (Dios), alabado sea Él, se dedica a estudiar la Torá. Durante las segundas tres horas, juzga a todo Su mundo. Cuando comprende que el mundo merece la destrucción, se levanta del Trono de la Justicia para tomar asiento en el Trono de la Misericordia. Durante el tercer grupo de tres horas provee de sustento al mundo entero, desde las bestias más enormes hasta los piojos. Durante el cuarto, juega con el Leviatán, tal y como está escrito: «Y ese Leviatán, que hiciste para tuyo» (Salmos, 104:26)… Durante el cuarto grupo de tres horas (según dicen otros) enseña a los niños.
—Gracias —dijo Herb Asher. Tres agentes de Inmigración venían hacia él, con sus uniformes limpios y resplandecientes; y llevaban armas.
—Incluso Dios consulta la Torá como guía y plano del universo. —Un agente de Inmigración alargó la mano hacia Elijah, pidiéndole su identificación; el anciano le entregó el fajo de documentos—. Y ni tan siquiera Dios puede ir en contra de ella.
—Usted es Elijah Tate —dijo el más viejo de los tres agentes de Inmigración, examinando los documentos—. ¿Cuál es el propósito que le hace volver al Sistema Solar?
—Esta mujer se encuentra muy enferma —dijo Elijah—. Tiene que ser internada en el hospital naval de…
—He preguntado qué le hace volver a usted, no a ella. —Bajó la vista hacia Herb Asher—. ¿Quién es usted?
—Soy su esposo —dijo Herb. Le entregó su documentación, sus permisos y su identificación.
—¿Ha sido certificado que no es contagiosa? —preguntó el más viejo de los agentes de Inmigración.
—Tiene esclerosis múltiple —dijo Herb—, y eso no es…
—No le he preguntado qué tiene; le he preguntado si es contagioso.
—Se lo estoy diciendo —contestó él—. Estoy respondiendo a su pregunta.
—Levántese.
Herb se puso en pie.
—Venga conmigo. —El más viejo de los tres agentes le indicó a Herb Asher que le siguiera por el pasillo. Elijah se dispuso a ir con ellos, pero el agente le hizo retroceder de un empujón—. Usted no.
Herb Asher siguió al agente de Inmigración y recorrió paso a paso el corredor que llevaba hasta la parte trasera de la nave. Ninguno de los otros pasajeros estaba de pie; los de Inmigración sólo le habían escogido a él.
Una vez dentro de un pequeño compartimento en cuya puerta ponía SÓLO TRIPULACIÓN, el agente se dio la vuelta y clavó sus ojos en Herb Asher, contemplándole sin decir ni una palabra; los ojos del agente estaban desorbitados, como si fuera incapaz de hablar, como si lo que debía decir fuera imposible de expresar en voz alta. Pasó el tiempo. ¿Qué diablos está haciendo?, se preguntó Herb Asher. Silencio. El agente siguió mirándole fijamente.
—De acuerdo —dijo el agente de Inmigración—. Me rindo. ¿Cuál es su propósito? ¿Por qué quiere volver a la Tierra?
—Ya se lo he explicado.
—¿Está realmente enferma?
—Mucho. Se está muriendo.
—Entonces está demasiado enferma para viajar. No tiene sentido.
—Sólo en la Tierra pueden atenderla como…
—Ahora se encuentra usted bajo la ley terrestre —dijo el agente de Inmigración—. ¿Quiere ir a la cárcel por darle falsa información a un funcionario federal? Voy a devolverles a Fomalhaut. A los tres. No puedo seguir perdiendo el tiempo. Regrese a su asiento y no se mueva de ahí hasta que le indiquen lo que debe hacer.
Una voz neutra y desapasionada, una voz que no era ni masculina ni femenina, una especie de inteligencia perfecta, habló dentro de la cabeza de Herb Asher.
—Quieren estudiar su enfermedad en Bethesda.
Herb dio un respingo claramente perceptible. El agente le miró.
—Quieren estudiar su enfermedad en Bethesda —dijo Asher.
—¿Investigación?
—Es un microorganismo.
—Dijo que no era contagiosa.
—No en esta etapa de la enfermedad —dijo la voz neutra.
—No en esta etapa de la enfermedad —dijo Herb en voz alta.
—¿Qué pasa, temen que pueda ser una plaga? —le preguntó de repente el agente de Inmigración.
Herb Asher asintió.
—Vuelva a su asiento. —El agente le indicó que se marchara con una mueca de irritación—. Esto queda fuera de mi jurisdicción. ¿Tiene un impreso rosa, el 368? ¿Rellenado correctamente y firmado por un médico?
—Sí. —Era cierto.
—¿Están infectados usted o el viejo?
La voz que hablaba dentro de su cabeza dijo:
—Sólo Bethesda puede determinarlo. —De repente Herb tuvo una vívida imagen interior de la persona cuya voz oía; vio en su mente un rostro femenino, un rostro tranquilo pero lleno de fuerza. Una máscara de metal había sido echada hacia atrás, dejando al descubierto unos grandes ojos impasibles; el rostro era muy hermoso y de tipo clásico, como el de Atenea. Herb sintió tal asombro que casi se tambaleó. No podía ser Yavé. Era una mujer, pero no se parecía a ninguna de las mujeres que había visto en su vida. No la conocía. No lograba entender quién podía ser. Su voz no era la voz de Yah, y aquél no podía ser el rostro de Yah. No sabía qué pensar. Estaba tan perplejo que se había quedado sin habla. ¿Quién había asumido la tarea de darle consejos?
—Sólo Bethesda puede determinarlo —logró decir por fin.
El agente de Inmigración se quedó callado, sin saber qué responder. Toda su rudeza anterior se había evaporado.
La voz femenina volvió a hablar en un susurro, y esta vez Herb vio moverse los labios en su mente.
—El tiempo es vital.
—El tiempo es vital —dijo Herb Asher, e incluso a él le pareció que su voz era áspera y rechinante.
—¿No deberían estar en cuarentena? Probablemente deberían estar apartados de los demás. Los otros pasajeros… Tendríamos que haberles hecho venir en una nave especial. Puede arreglarse. Quizá fuera mejor…, podríamos llegar hasta ahí más deprisa.
—De acuerdo —dijo Herb. Dispuesto a colaborar.
—Haré una llamada —dijo el agente de Inmigración—. ¿Cuál es el nombre de ese microorganismo? ¿Es un virus?
—La funda nerviosa…
—No importa. Vuelva a su asiento. Mire… —El agente de Inmigración le siguió—. No sé quién tuvo la idea de mandarles en un transporte comercial, pero voy a sacarles de aquí ahora mismo. Hay reglas muy estrictas que no han sido observadas en este caso. ¿Bethesda les espera? ¿Quiere que haga una llamada antes de que lleguemos, o ya se han ocupado de todo eso?
—Ya la están esperando. —Y así era. Todo había sido arreglado de antemano.
—Qué locura… —dijo el agente de Inmigración—. Mira que meterles en un transporte público… Los de Fomalhaut tendrían que habérselo pensado un poco antes de hacerlo.
—CY30-CY30B —dijo Herb Asher.
—No me importa dónde sea, no quiero tener parte alguna en esto. Un error de esa clase… —El agente de Inmigración maldijo en voz alta—. Probablemente algún idiota de Fomalhaut pensó ahorrarles unos cuantos pavos a los contribuyentes… Vuelva a su asiento, y me ocuparé de que les avisen en cuanto su nave esté preparada. Debería… Cristo.
Herb Asher, tembloroso, volvió a su asiento.
Elijah le miró. Rybys estaba tendida con los ojos cerrados, sin enterarse de lo que ocurría.
—Déjame hacerte una pregunta —le dijo Herb a Elijah—. ¿Has probado alguna vez el whisky escocés Laphroaig?
—No —dijo Elijah, sorprendido.
—Es el mejor de todos los escoceses —dijo Herb—. Diez años de edad, muy caro. La destilería fue creada en el año 1815. Usan los alambiques de cobre tradicionales. Hacen falta dos destilaciones…
—¿Qué ha pasado? —le preguntó Elijah.
—Déjame terminar. Laphroaig es una palabra gaélica que significa «la hermosa hondonada que hay junto a la gran bahía». Se destila en Islay, en las islas occidentales de Escocia. Cebada destilada…, la secan en un horno de arcilla con un fuego de turba, un auténtico fuego de turba. Es el único escocés que se sigue fabricando de esa forma hoy en día. La turba sólo puede encontrarse en la isla de Islay. La maduración se realiza dentro de toneles de roble. Es un escocés increíble. Es el mejor licor de todo el mundo. Es… —Se calló.
Un agente de Inmigración venía hacia ellos.
—Su nave ya ha llegado, señor Asher. Venga conmigo. ¿Puede andar su mujer? ¿Quieren ayuda?
—¿Ya? —Estaba aturdido. Y un instante después comprendió que la nave había estado allí todo ese tiempo. Parte de la rutina de Inmigración era estar preparada para tratar con situaciones de emergencia. Especialmente, con situaciones de aquella clase. O, mejor dicho, con lo que ellos pensaban era esta situación—. ¿Quién lleva una máscara de metal? —le preguntó Herb a Elijah mientras le quitaba la manta a Rybys—. Una máscara que le tapa el cabello. Y tiene la nariz recta y afilada, una nariz llena de fuerza y energía… Oh, olvídalo. Échame una mano. —Juntos, Elijah y Herb lograron hacer que Rybys se pusiera en pie. El agente de Inmigración les observaba, dispuesto a prestarles ayuda.
—No lo sé —dijo Elijah.
—Hay alguien más —dijo Herb mientras llevaban a Rybys paso a paso por el corredor.
—Voy a vomitar —dijo Rybys con un hilo de voz.
—Aguanta —dijo Herb Asher—. Ya casi hemos llegado.
Gran Fideo informó al cardenal Fulton Statler Harms y al procurator máximus, y luego redactó un documento de lo más sorprendente dirigido a todos los jefes de estado del mundo:
EN EL ESTANDARTE DE LOS CINCUENTA ESCRIBIRÁN: EL REINO DE LOS MALVADOS HA LLEGADO A SU FIN GRACIAS A LA POTENCIA DIVINA, JUNTO CON LOS NOMBRES DE LOS COMANDANTES DE LOS CINCUENTA Y SUS DECENAS. CUANDO VAYAN A LA BATALLA, ESCRIBIRÁN SOBRE SU WPSOX PARA FORMAR UN FRENTE COMPLETO. LA HILERA DEBE CONSISTIR EN MIL HOMBRES HOMBRES HOMBRES HOMBRES HOMBRES CADA HILERA FRONTAL DEBE CONSISTIR EN SIETE VECES SIETE VECES SIETE FILAS, CON UN HOMBRE DETRÁS DEL OTRO PUNTO REPITO TODOS ELLOS DEBEN SOSTENER EN SUS MANOS ESCUDOS DE BRONCE PULIDO REPITO BRONCE DICHOS ESCUDOS PARECIDOS A ESPEJOS.
El documento terminaba allí. Los técnicos acudieron en cuestión de minutos y se desparramaron por todo el sistema de la IA.
Su veredicto: el sistema de la IA debería ser desconectado durante cierto tiempo. Alguna parte básica de sus mecanismos estaba averiada. La última información coherente que había procesado era el mensaje de que la mujer embarazada, Rybys Rommey-Asher, su marido, Herbert Asher, y su compañero, Elijah Tate, habían sido examinados por Inmigración en el Perímetro III, que habían obtenido el permiso para seguir, y habían sido transferidos de un carguero axial comercial a una nave rápida propiedad del gobierno cuyo destino era Washington, DC.
Se ha cometido un error, pensó el cardenal Harms de pie ante su terminal, que ya no parpadeaba. Se suponía que Inmigración debía interceptarles, no facilitarles el viaje. No tiene sentido. Y ahora hemos perdido nuestra entidad procesadora de datos primaria, la entidad de la que dependíamos totalmente.
Llamó al procurator máximus, y un subordinado le dijo que el procurator se había ido a la cama.
Hijo de puta, se dijo Harms. Idiota. Tenemos otro sitio donde se les puede interceptar: las oficinas de Inmigración en Washington, DC. Y, si consiguen llegar hasta ahí… Santo Dios, pensó. ¡El monstruo está utilizando sus poderes paranormales!
Llamó otra vez al procurator máximus.
—¿Puedo hablar con Galina? —preguntó, pero sabía que era inútil. Bulkowsky había decidido olvidarse del asunto. Irse a la cama en semejante momento lo dejaba bien claro.
—¿La señora Bulkowsky? —dijo el funcionario del LC con cierta incredulidad—. Naturalmente que no.
—¿Puedo hablar con alguien de su personal? ¿Alguno de sus mariscales?
—El procurator le llamará en su momento —le informó el funcionario del LC; obviamente, Bulkowsky les había dado órdenes de que no le molestaran.
¡Cristo!, se dijo Harms mientras desconectaba el teléfono de un manotazo. La pantalla se apagó.
Algo ha ido terriblemente mal, comprendió Harms. No tendrían que haber llegado tan lejos y Gran Fideo lo sabía. El sistema de la IA se había vuelto loco, literalmente. Harms comprendió que no se trataba de ninguna avería técnica; aquello era una fuga psicótica. Gran Fideo había comprendido algo pero no podía comunicarlo. ¿O sí lo había comunicado? ¿Qué era todo aquel parloteo sin sentido?, se preguntó Harms.
Se puso en contacto con el mejor ordenador existente después de Gran Fideo, el de la Universidad Técnica de California. Tras haber transmitido aquel sorprendente material, le dio instrucciones para identificarlo.
El ordenador de California lo identificó cinco minutos después.
PERGAMINOS DE QUMRAN «LA GUERRA DE LOS HIJOS DE LA LUZ Y LOS HIJOS DE LA OSCURIDAD». FUENTE: ESENIOS, SECTA ASCÉTICA DE LOS JUDÍOS.
Qué extraño, pensó Harms. Conocía a los esenios. Muchos teólogos habían especulado con la posibilidad de que Jesús fuera un esenio y, desde luego, había pruebas de que Juan el Bautista sí lo era. La secta pensaba que el mundo terminaría muy pronto, y que la Batalla del Armagedón tendría lugar en el primer siglo de la Era Cristiana. La secta había mostrado tener fuertes influencias del zoroastrismo.
Juan el Bautista, pensó. Según dijo Jesucristo, era el mismísimo profeta Elías que había regresado en otra encarnación, tal y como había prometido Jehová en el texto de Malaquías:
He aquí que yo enviaré a Elías el profeta antes de que venga el día de Yavé, grande y terrible. Él convertirá el corazón de los padres a los hijos y el corazón de los hijos a los padres, no sea que venga yo y entregue la tierra toda al anatema.
El último versículo del Antiguo Testamento; allí terminaba el Antiguo Testamento y empezaba el Nuevo.
Armagedón, rumió. La última y definitiva batalla entre los Hijos de la Oscuridad y los Hijos de la Luz. Entre Jehová y… ¿Cómo llamaban los esenios al poder del mal? Sí, Belial; eso era. Ése era su término para designar a Satanás. Belial dirigiría a los Hijos de la Oscuridad; Jehová dirigiría a los Hijos de la Luz. Sería la séptima batalla.
Habría seis batallas, tres de las cuales serían ganadas por los Hijos de la Luz, y tres que serían ganadas por los Hijos de la Oscuridad, lo cual haría que Belial conquistara el poder. Pero entonces Jehová en persona tomaría el mando en lo que vendría a ser como el partido decisivo, el del desempate.
El monstruo que hay en su útero es Belial, comprendió el cardenal Harms. Ha vuelto para acabar con nuestro poder. Ha vuelto para derribar a Jehová, a quien servimos.
Y se dijo que el mismísimo Poder Divino estaba amenazado; y sintió una gran ira.
El cardenal pensó que era el momento de meditar y usar la plegaria. Y dar con una estrategia gracias a la cual los invasores fueran destruidos cuando llegaran a Washington, DC.
¡Si al menos Gran Fideo no hubiera dejado de funcionar!
Preocupado, el cardenal se dirigió hacia su capilla privada.