5

Elijah Tate se dejó caer sobre un montón de ropa sucia de Rybys y dijo:

—¿Tenéis algo de café auténtico? Me refiero al de verdad, no esa porquería que os pasa la nave madre. —Y torció el gesto.

—Tengo un poco —dijo Rybys—, pero no sé dónde está.

—¿Has estado vomitando con frecuencia? —dijo Elijah, mirándola—. ¿Casi cada día?

—Sí. —Rybys miró a Herb Asher, asombrada.

—Estás embarazada —dijo Elijah Tate.

—¡Me estoy aplicando quimioterapia! —exclamó Rybys con voz irritada, su rostro de un rojo oscuro por la furia—. ¡Echo las tripas por culpa de la maldita neurotoxita, el prednoferic y…!

—Consulta con tu terminal —dijo Elijah.

Se hizo el silencio.

—¿Quién eres? —preguntó Herb Asher.

—Un Mendigo Salvaje —respondió Elijah.

—¿Cómo es que sabes tantas cosas sobre mí? —dijo Rybys.

—He venido para estar contigo —dijo Elijah—. A partir de ahora estaré contigo. Consulta con tu terminal.

Rybys tomó asiento ante el terminal de su ordenador y puso su brazo en la abertura del MED.

—No me gusta demasiado tener que revelarlo en estas circunstancias —le dijo a Elijah y a Herb Asher—, pero soy virgen.

—Espera hasta que MED te haya dado el resultado de la prueba —dijo Elijah.

Los ojos de Rybys se llenaron de lágrimas.

—Mierda. Esto es horrible. Tengo esclerosis múltiple, y, como si no me bastara con eso, ahora…

—Tiene que volver a la Tierra —le dijo Elijah a Herb Asher—. Las autoridades lo permitirán; su enfermedad será una causa legal suficiente.

—Estoy embarazada —le dijo Rybys con un hilo de voz al terminal del ordenador, que había pasado al canal MED.

Hubo un silencio.

—Señorita Rommey, está embarazada de tres meses —dijo el terminal.

Rybys se puso en pie, fue hacia la ventanilla de la cúpula y se quedó inmóvil ante ella, los ojos clavados en el paisaje de metano helado. Nadie dijo nada.

—Es cosa de Yah, ¿verdad? —dijo Rybys, pasados unos momentos.

—Sí —dijo Elijah.

—Y si tengo esclerosis múltiple, es para que haya un pretexto legal que me permita volver a la Tierra, ¿no?

—Es para que Inmigración no te ponga problemas —dijo Elijah.

—Y tú estás enterado de todo —dijo Rybys. Señaló a Herb Asher—. Ahora él dirá que es el padre.

—Lo dirá —dijo Elijah—, y te acompañará a la Tierra. Yo también vendré. Irás al Hospital Naval de Bethesda, en Chevy Chase. Iremos en un vuelo axial de emergencia, un vuelo de alta velocidad, dado que tu estado físico es muy grave. Deberíamos ponernos en marcha tan pronto como fuera posible. Ya tienes todos los documentos legales necesarios para una petición de regreso a casa.

—¿Yah hizo que me pusiera enferma? —preguntó Rybys.

Tras unos instantes de silencio, Elijah asintió.

—¿Qué es todo esto? —preguntó Rybys, enfurecida—. ¿Es algún tipo de golpe de estado o qué? ¿Pretendéis hacer contrabando o…?

—La X Legión Romana, la Fretensis —la interrumpió Elijah con aspereza.

—Masada —dijo Rybys—. Año setenta y tres de la era cristiana, ¿verdad? Ya me lo parecía. Empecé a pensarlo cuando un clem me habló de la deidad de la montaña sobre la que está nuestro Puesto Cinco.

—Perdió —dijo Elijah—. La Décima Legión estaba compuesta por quince mil soldados experimentados. Pero Masada resistió durante casi dos años, y dentro de ella no había más que un millar de judíos.

—Después de que Masada cayera, sólo sobrevivieron siete mujeres y niños —le dijo Rybys a Herb Asher—. Era una fortaleza judía. Se habían escondido en una canalización de agua. —Y, volviéndose hacia Elijah Tate—: Y Yavé fue expulsado de la Tierra.

—Y las esperanzas del hombre se desvanecieron —dijo Elijah.

—¿De qué estáis hablando? —preguntó Herb Asher.

—De un fracaso —respondió lacónicamente Elijah Tate.

—Así que él… Yah, primero hace que me ponga enferma, y luego… —No completó la frase—. ¿Es originario de este sistema solar? ¿O fue obligado a esconderse aquí?

—Le obligaron —dijo Elijah—. Ahora hay una zona rodeando a la Tierra. Una zona de mal. Le mantiene apartado.

—¿Al Señor? —preguntó Rybys—. ¿El Señor se ve obligado a mantenerse lejos de la Tierra? —Miró fijamente a Elijah Tate.

—La gente de la Tierra no lo sabe —dijo Elijah Tate.

—Pero tú sí lo sabes, ¿verdad? —dijo Herb Asher—. ¿No es así? ¿Cómo puedes saber todas esas cosas? ¿Cómo es que sabes tanto? ¿Quién eres?

—Porque mi auténtico nombre es Elías, el profeta —dijo Elijah Tate.

Los tres estaban sentados bebiendo té. En el rostro de Rybys había una ceñuda expresión de amargura, algo parecido a la furia: apenas si hablaba.

—¿Qué es lo que más te molesta? —le preguntó Elijah Tate—. ¿El hecho de que Yah fuera expulsado de la Tierra, el que fuera derrotado por el Adversario, o el que tú debas volver a la Tierra llevándole dentro de ti?

—El abandonar mi puesto —dijo ella, riéndose.

—Has recibido un gran honor —dijo Elijah.

—He sido honrada con la enfermedad —dijo Rybys; cuando se llevó la taza a los labios, su mano temblaba.

—¿Te das cuenta de a quién llevas dentro de tu útero? —preguntó Elijah.

—Claro —dijo Rybys.

—No pareces muy impresionada —dijo Elijah.

—Había planeado todo el curso de mi vida —dijo Rybys.

—Creo que no te das cuenta de lo grande que es todo esto —exclamó Herb Asher. Tanto Elijah como Rybys le miraron con una expresión de disgusto, igual que si fuera un intruso—. Quizá no lo he comprendido bien —dijo él con un hilo de voz.

Rybys alargó la mano hacia él y le acarició los dedos.

—No te preocupes. Yo tampoco lo entiendo. ¿Por qué yo? Me lo pregunté cuando contraje la esclerosis múltiple. Diablos, ¿por qué yo? ¿Y por qué diablos tú? Tú también deberás abandonar tu puesto; y tus cintas de la Fox. Y el estar tumbado de día y de noche en tu catre sin hacer nada, con todo el equipo puesto en automático. Jesús. Bueno, supongo que Job tenía razón: Dios hace sufrir a quienes ama.

—Los tres iremos a la Tierra —dijo Elijah—, y una vez allí darás a luz a tu hijo, Emmanuel. Yah lo planeó todo al principio de esta era, antes de la derrota de Masada, antes de la caída del Templo. Previó su derrota y actuó para cambiar la situación. Dios puede ser derrotado, pero su derrota sólo puede ser temporal. Con Dios el remedio es más grande que la enfermedad.

Felix culpa —dijo Rybys.

—Sí —dijo Elijah; y, volviéndose hacia Herb Asher, se lo explicó—: Quiere decir «feliz culpa», y se refiere a la caída, al pecado original. De no haber existido, quizá la Encarnación y el Nacimiento de Cristo no hubieran tenido lugar.

—Doctrina católica —dijo Rybys con expresión distante—. Jamás pensé que acabaría aplicándose personalmente a mí.

—Pero Cristo venció a las fuerzas del mal, ¿no? —preguntó Herb Asher—. Dijo: «He conquistado el mundo».

—Bueno —dijo Rybys—, pues parece que se equivocó.

—Cuando cayó Masada, todo estuvo perdido —dijo Elijah—. Dios no entró en la historia durante el primer siglo de la Era Cristiana. Al contrario, se retiró de la historia. La misión de Cristo fue un fracaso.

—Eres muy viejo —dijo Rybys—. ¿Cuántos años tienes, Elijah? Casi cuatro mil, supongo. Tú puedes permitirte el lujo de mirar las cosas a largo plazo, pero yo no. ¿Y has sabido la verdad sobre la Primera Venida durante todo este tiempo, durante dos mil años?

—Del mismo modo que Dios previó el pecado original —dijo Elijah—, también previó que Jesús no sería aceptable. Dios lo sabía antes de que sucediera.

—¿Y qué es lo que sabe sobre esto de ahora? —preguntó Rybys—. ¿Qué vamos a hacer?

Elijah guardó silencio.

—No sabe nada —dijo Rybys.

—Dios… —Elijah vaciló.

—La batalla final —dijo Rybys—. Cualquiera de los dos bandos puede ganar, ¿verdad?

—Al final, Dios siempre acaba ganando —dijo Elijah—. Puede verlo todo y lo sabe todo.

—Puede saberlo todo, pero eso no quiere decir que… —replicó Rybys—. Mira, la verdad es que no me encuentro nada bien. Es tarde, estoy enferma, me siento agotada, y tengo la impresión de que… —Agitó la mano—. Soy una virgen y estoy embarazada. Los médicos de Inmigración no van a creérselo.

—Creo que ése es precisamente el plan —dijo Herb Asher—. Por eso se supone que debo casarme contigo y acompañarte.

—No voy a casarme contigo; ni tan siquiera te conozco. —Rybys le miró fijamente—. ¿Estás bromeando? ¿Casarme contigo? Tengo esclerosis múltiple y estoy embarazada… Malditos seáis; iros de aquí y dejadme sola. Hablo en serio. ¿Por qué no me tomé todo ese frasco de Seconax cuando tenía la oportunidad de hacerlo? No, nunca tuve esa oportunidad; Yah me estaba vigilando. Ve incluso al gorrión que cae del nido. Se me había olvidado.

—¿Tienes algo de whisky? —preguntó Herb Asher.

—Oh, soberbio —dijo Rybys con amargura—. Tú puedes emborracharte, pero, ¿y yo? ¿Con la esclerosis múltiple y con algo parecido a un bebé dentro de mí? Ahí estaba yo —dijo, mirando con odio a Elijah Tate—, captando visualmente tus pensamientos en mi aparato de televisión e imaginándome, idiota de mí, que eran un serial subido de tono inventado por los guionistas de Fomalhaut…, pura ficción. Así que los arácnidos iban a decapitarte, ¿eh? ¿En eso consisten tus fantasías inconscientes? ¿Y tú eres el portavoz de Yavé? —Se puso pálida—. He pronunciado el Nombre Sagrado. Lo siento.

—Los cristianos lo pronuncian continuamente —dijo Elijah.

—Pero yo soy judía —dijo Rybys—. Bueno, debería ser judía; eso es lo que me ha metido en todo este lío. Si fuera gentil Yah no me habría escogido… Si me hubieran jodido alguna vez no… —Se calló—. La Maquinaria Divina posee una peculiar brutalidad —acabó diciendo—. No es romántica. Es cruel; de veras.

—Lo es porque hay mucho en juego —dijo Elijah.

—¿Qué hay en juego? —preguntó Rybys.

—El universo existe porque Yah lo recuerda —dijo Elijah.

Tanto Herb Asher como Rybys se quedaron mirándole.

—Si Yah lo olvida, el universo deja de existir —dijo Elijah.

—¿Y puede olvidarlo? —preguntó Rybys.

—Aún tiene que hacerlo —respondió Elijah, esquivando la pregunta.

—Lo cual significa que sí puede olvidarlo —dijo Rybys—. Entonces, ése es el meollo del problema. Acabas de enunciarlo en voz alta. Ya veo. Bien… —Se encogió de hombros y tomó un sorbo de té con expresión pensativa—. Entonces, y para empezar, si no fuera por Yah, yo jamás habría existido. Nada existiría.

—Su nombre significa «El Que Hace Existir A Cuanto Existe» —dijo Elijah.

—¿Incluyendo al mal? —preguntó Herb Asher.

—Esto es lo que dicen las Escrituras —respondió Eliah—. Escucha:

Para que sepan desde el levante del sol y desde el poniente

que no hay ninguno fuera de mí:

Yo soy el SEÑOR, no hay ningún otro;

el que formó la luz y creó las tinieblas,

el que da la paz y crea la desdicha.

Yo soy el SEÑOR, quien hace todo esto.

—¿Dónde dice eso? —preguntó Rybys.

—Isaías cuarenta y cinco —dijo Elijah.

—«La paz y la desdicha» —repitió Rybys—. «El júbilo y el dolor».

—Así que conoces el pasaje… —Elijah la miró.

—Resulta difícil de creer —dijo ella.

—El monoteísmo es así —dijo Elijah secamente.

—Sí —admitió ella—. Supongo que lo es. Pero es brutal. Lo que me está sucediendo es brutal. Y todavía falta mucho. Quiero escapar a todo esto y no puedo. Nadie me preguntó si deseaba meterme en este lío. Y siguen sin preguntármelo. Yah ve todo lo que hay en el futuro pero yo no puedo verlo, dejando aparte que habrá más dolor, más crueldad y muchas más vomitonas. Al parecer, servir a Dios significa vomitar y clavarte una jeringuilla cada día. Soy una rata enferma metida en una especie de jaula: eso es lo que Dios ha hecho de mí. Yo carezco de fe y de esperanza y Dios carece de amor: no tiene más que poder. Dios es un síntoma del poder, nada más. Que se vaya al infierno. Me rindo. Tanto me da. Sé lo que debo hacer y sé que eso acabará conmigo. ¿De acuerdo?

Los dos hombres guardaron silencio. No la miraron y tampoco se miraron entre sí.

—Esta noche salvó tu vida —dijo por fin Herb Asher—. Me hizo venir aquí.

—Con eso y con cinco créditos conseguiré una taza de Kaff —dijo Rybys—. ¡Para empezar, ha sido él quien me ha hecho enfermar!

—Y te está guiando a través de la enfermedad —dijo Herb.

—¿Y adónde me lleva? —quiso saber ella.

—A emancipar una infinita cantidad de vidas —dijo Elijah.

—Egipto —dijo ella—. Y los que hacían ladrillos. Una y otra vez. ¿Por qué la emancipación dura siempre tan poco? ¿Por qué acaba esfumándose? ¿Es que nunca hay una resolución definitiva?

—Ésta es la resolución definitiva —dijo Elijah.

—Pues yo no pertenezco al grupo de los emancipados —dijo Rybys—. Yo soy de las que se derrumbaron durante el trayecto.

—Todavía no —dijo Elijah.

—Pero falta poco.

—Quizá. —La expresión que había en el rostro de Elijah Tate resultaba indescifrable.

Y, mientras los tres estaban sentados en silencio, una voz murmuró:

—Rybys, Rybys…

Rybys lanzó un grito ahogado y miró a su alrededor.

—Nada temas —dijo la voz—. Seguirás viviendo en tu hijo. Ahora no puedes morir, y no morirás hasta el final de esta era.

Rybys empezó a llorar en silencio, el rostro enterrado entre sus manos.

Cuando la escuela hubo terminado, Emmanuel decidió probar de nuevo con la transformación Hermética para así poder conocer el mundo que le rodeaba.

Primero aceleró su reloj biológico interno para que sus pensamientos corrieran cada vez más y más aprisa; sintió cómo se lanzaba por el túnel del tiempo linear hasta que su velocidad de movimiento a lo largo de ese eje fue enorme. Y, por lo tanto, lo primero que vio fueron unas borrosas manchas de colores que flotaban en el vacío, y de repente se encontró con el Vigilante, cuyo otro nombre es el Grigon, que mantenía cerrado el camino entre los Reinos Inferiores y los Reinos Superiores. El Grigon se le presentó bajo la forma de un torso femenino desnudo que podía tocar alargando la mano, tan cerca estaba de él. Más allá de aquel punto Emmanuel empezó a viajar a la velocidad del Reino Superior, con lo que el Reino Inferior dejó de ser algo y se convirtió más bien en un proceso; fue evolucionando en capas superpuestas a una velocidad de 31,5 millones por uno en términos de la escala temporal del Reino Superior.

Y, debido a ello, vio el Reino Inferior no como un lugar sino como imágenes transparentes que se iban permutando a una velocidad inmensa. Esas imágenes eran las Formas que hay fuera del espacio, las Formas que iban entrando en el Reino Inferior para convertirse en realidad. Ahora se encontraba a un paso de la transformación Hermética.

La última imagen se congeló y el tiempo dejó de existir para él. Tenía los ojos cerrados, pero aun así podía seguir viendo la habitación que le rodeaba; el vuelo había terminado; había logrado escapar a lo que le perseguía. Aquello quería decir que su puntería neural era perfecta, y su cuerpo pineal registró la presencia de la luz transportada por el ramal del conducto óptico.

Se quedó quieto durante un rato, aunque «un rato» ya no significaba nada. Después, gradualmente, la transformación fue teniendo lugar. Emmanuel vio fuera de él las pautas y el modelo de su propio cerebro; se encontraba en un mundo hecho de ese cerebro suyo, con información viva llevada de aquí para allá igual que riachuelos de una reluciente claridad rojiza dotada de vida propia. Ello le permitía alargar la mano y tocar sus propios pensamientos en su naturaleza original antes de que se convirtieran en pensamientos. La habitación estaba llena de su fuego, e inmensos espacios se extendían ante él, con todo el volumen de su propio cerebro convertido en algo exterior a Emmanuel.

Mientras tanto, introyectó el mundo exterior para contenerlo dentro de su ser. Ahora tenía el universo dentro de él y a su propio cerebro fuera de su ser, por todas partes. Su cerebro se extendió por aquellos vastos espacios, espacios mucho más grandes de lo que había sido el universo. Y gracias a ello conoció todas las cosas que eran él mismo y, al haber incorporado el mundo a su ser, lo conoció y lo controló.

Se relajó, calmándose, y después de hacerlo pudo ver los contornos de la habitación, la mesita para el café, una silla, paredes, cuadros en las paredes; el fantasma del universo exterior que permanecía fuera de su ser. Finalmente cogió un libro que había sobre la mesita y lo abrió. Dentro del libro encontró escritos sus propios pensamientos, ahora en una forma impresa. Los pensamientos impresos estaban dispuestos a lo largo del eje temporal, que se había convertido en espacial y era el único eje a lo largo del cual era posible el movimiento. Podía ver las diferentes eras de sus pensamientos igual que en un holograma, los más recientes siendo los más cercanos a la superficie, los más antiguos quedando cada vez a mayor profundidad en muchas capas sucesivas.

Contempló el mundo que había fuera de él, mundo que ahora había quedado reducido a simples formas geométricas, cuadrados sobre todo, y vio el Rectángulo Dorado bajo la forma de un umbral. Nada se movía salvo la escena que había más allá del umbral, donde su madre corría alegremente por entre los rosales en la granja que había conocido de niña; estaba sonriendo, y sus ojos brillaban de contento.

Ahora cambiaré el universo que he tomado en mi interior, pensó Emmanuel. Contempló las formas geométricas y les permitió llenarse con un poco de materia. El maltrecho diván azul que tanto le gustaba a Elijah empezó a deformarse y a perder sus curvas; sus contornos estaban cambiando. Emmanuel le había quitado la causalidad que lo guiaba, y el objeto dejó de ser un maltrecho diván azul con manchas de Kaff y se convirtió en un aparador estilo Hepplewhite con delicados platos y tazas de porcelana detrás de sus puertas.

Emmanuel dejó que el tiempo volviera a existir un poco…, y vio a Elijah Tate yendo y viniendo por la habitación, entrando y saliendo de ella; vio las capas superpuestas laminadas y unidas en secuencia a lo largo del eje temporal linear. El aparador Hepplewhite perduró durante una breve serie de capas; mantuvo su modalidad pasiva, de cierre o descanso, y acabó pasando a su modalidad activa o de movimiento y se unió al mundo permanente de los filógonos, participando ahora en el ser de todos aquellos objetos de su clase que habían existido antes. En el mundo proyectado de su cerebro el aparador Hepplewhite y sus porcelanas quedó incorporado para siempre a la auténtica realidad. Ahora no sufriría más cambios y nadie salvo él podría verlo. Para todos los demás había quedado perdido en el pasado.

Completó la transformación con la fórmula de Hermes Trismegisto:

Verum est… quod superius est sicut quod inferius et quod inferius est sicut quod superius, ad perpetrando miracula rei unius.

Lo cual significaba:

En verdad lo que hay arriba es como lo que hay abajo y lo que hay abajo es como lo que hay arriba, y todo existe para cumplir los milagros de lo único.

Ésta era la Tabla de Esmeralda, ofrecida a María la Profetisa, hermana de Moisés, por el mismísimo Tehuti, que antes de ser expulsado del Jardín de las Palmeras le dio nombre a todas las cosas creadas en el principio.

Lo que estaba abajo, su propio cerebro, el microcosmos, se había convertido en el macrocosmos y ahora, dentro de él, bajo la forma de un microcosmos, contenía al macrocosmos, lo cual es como decir a lo que hay arriba.

Ahora ocupo todo el universo, comprendió Emmanuel; ahora estoy al mismo tiempo en todas partes. Por lo tanto, me he convertido en Adán Kadmon, el Primer Hombre. El movimiento a lo largo de los tres ejes espaciales le resultaba imposible porque ya estaba en cualquier parte donde deseara ir. El único movimiento posible para él o para cambiar la realidad se encontraba a lo largo del eje temporal; Emmanuel permaneció inmóvil contemplando el mundo de los filógonos, miles de millones en continuo cambio, siempre creciendo y completándose a sí mismos, impulsados por la dialéctica subyacente a toda transformación. La imagen le complació; contemplar toda la red interconectada de los filógonos era un espectáculo soberbio. Éste era el kosmos de Pitágoras, el armonioso encajar entre sí de todas las cosas, cada una siendo como debía ser y cada una imperecedera.

Ahora veo lo que vio Plotino, comprendió. Pero, más que eso, he vuelto a unir los reinos perdidos dentro de mí; le he devuelto la Shekhina a En Sof. Pero sólo por un breve tiempo, y sólo de una manera local. Sólo en microforma. Tan pronto como lo liberase, volvería a ser lo que había sido antes.

—Estaba pensando —dijo en voz alta.

Elijah entró en la habitación y, mientras entraba, dijo:

—Manny, ¿qué estás haciendo?

La causalidad había sido invertida; había hecho lo que Zina era capaz de hacer: obligar al tiempo a que corriera hacia atrás. Emmanuel rió, encantado. Y oyó el sonido de las campanas.

—He visto a Chinvat —dijo—. El puente angosto. Podría haberlo cruzado.

—No debes hacerlo —dijo Elijah.

—¿Cuál es el significado de las campanas? —preguntó Emmanuel—. Unas campanas que suenan a lo lejos…

—Cuando oyes las campanas lejanas, eso quiere decir que el Saoshyant está presente.

—El Salvador —dijo Emmanuel—. Elijah, ¿quién es el Salvador?

—Tiene que ser tú mismo —dijo Elijah.

—A veces me desespero y creo que nunca llegaré a recordar.

Podía seguir oyendo las campanas, muy lejos, tañendo lentamente, y sabía que el viento del desierto se llevaba sus sonidos. Quien le hablaba era el mismo desierto. El desierto estaba intentando hacer que recordara mediante las campanas.

—¿Quién soy? —le preguntó a Elijah.

—No puedo responder a esa pregunta —dijo Elijah.

—Pero lo sabes.

Elijah asintió.

—Si respondieras a mi pregunta podrías hacer que todo fuera mucho más sencillo —dijo Emmanuel.

—Debes responderla tú mismo —dijo Elijah—. Cuando llegue el momento lo sabrás, y entonces lo dirás en voz alta.

—Soy… —dijo el niño, vacilante.

Elijah sonrió.

Había oído la voz que brotaba de su propio útero. Durante un tiempo tuvo miedo, y después se sintió muy triste; algunas veces lloraba, pero las náuseas seguían y seguían: nunca la dejaban en paz. No recuerdo haber leído nada de eso en la Biblia, pensó Rybys. María con náuseas al levantarse de la cama… Probablemente acabaré con los tejidos hinchados y estrías en el vientre. Tampoco recuerdo haber leído nada sobre eso.

Sería una buena inscripción para una pared, se dijo. LA VIRGEN MARÍA TENÍA ESTRÍAS. Se preparó algo de cordero sintético y judías; después, sentada a la mesa, sola, contempló distraídamente el paisaje visible a través de la ventanilla de la cúpula. La verdad es que debería limpiar este sitio, pensó. Antes de que vuelvan Elijah y Herb. De hecho, debería escribir una lista con todo lo que he de hacer.

Por encima de todo, pensó, tengo que comprender esta situación. Ya lo tengo dentro. Ya ha ocurrido.

Necesito otra peluca, decidió. Para el viaje. Una peluca mejor que ésta. Creo que probaré con una peluca rubia y más larga. Maldita quimioterapia, pensó. Si la enfermedad no te mata, la cura acabará contigo. El remedio es peor que la enfermedad, pensó sarcásticamente. Mira; he conseguido darle la vuelta a su frase. Dios, me encuentro fatal.

Y entonces, mientras revolvía su plato de comida sintética fría, se le ocurrió una idea muy extraña. ¿Y si todo esto es una maniobra de los clems?, se dijo. Hemos invadido su planeta, y ahora nos están devolviendo la pelota. Han logrado comprender el significado de nuestra concepción de lo que es Dios. ¡Y están imitando esa concepción!

Ojalá mi concepción fuera algo simulado, pensó.

Oh, no te olvides de lo principal, se dijo. Leen nuestras mentes o estudian nuestros libros —no importa cómo lo han hecho—, y nos engañan. Así que dentro de mí tengo un terminal de ordenador o algo parecido, una especie de súper-radio. Ya me veo llegando a Inmigración. «¿Algo que declarar, señorita?». «Sólo una radio». Bueno, pensó, ¿y dónde está la radio? Yo no veo ninguna radio. Oh, hay que mirar con mucha atención para verla. No, pensó; esto es un asunto para Aduanas, no para Inmigración. ¿Cuál es el valor declarado de esta radio, señorita? Pues resulta bastante difícil de decir, respondió ella en su mente. No va a creerme, pero…, bueno, es una radio única. No se ven radios como ésta cada día.

Probablemente debería empezar a rezar, se dijo.

—Yah —dijo—, estoy enferma, me siento débil y tengo miedo. Realmente, no tengo ganas de verme metida en todo este lío. —Contrabando, pensó. Voy a pasar contrabando. «Venga conmigo, señora. Vamos a registrar todo su cuerpo. La matrona estará aquí dentro de un minuto; mientras tanto, siéntese y lea una revista». Les diré que todo eso me parece increíble, pensó, que estoy disgustadísima. «¡Vaya sorpresa!». Fingiendo asombro. «¿Que llevo qué dentro? Está bromeando. No, no tengo ni idea de cómo ha podido ir a parar ahí. El mundo está lleno de sorpresas, ¿verdad?».

Se sintió invadida por un extraño sopor, una especie de estado hipnagógico que la dominó allí mismo, mientras estaba sentada, comiendo. El embrión que había en su interior había empezado a desplegar ante ella toda una gran imagen, lo que veía una mente totalmente distinta de la suya.

Eso es lo que pensarán ellos, comprendió. Los poderes del mundo.

Lo que vio a través de sus ojos era un monstruo. La Iglesia Cristiano-Islámica y el Legado Científico…, sus temores no se parecían a los de ella; los de Rybys estaban relacionados con el esfuerzo y el peligro, con lo que se exigía de ella. Pero los suyos… Les vio consultando a Gran Fideo, el sistema de inteligencia artificial que procesaba la información de la Tierra, la vasta inteligencia artificial en la que confiaba el gobierno.

Y Gran Fideo, después de haber analizado los datos, informaría a las autoridades de que algo terrible había pasado de contrabando delante de las narices de Inmigración y había llegado a la Tierra; Rybys sintió su incredulidad, su aversión. Increíble, pensó. Ver al Señor del Universo a través de sus ojos; verle como algo extraño, algo que no debe estar aquí. ¿Cómo es posible que el Señor que lo creó todo sea un ser distinto, algo extraño? Entonces, no están hechos a su imagen y semejanza, comprendió. Esto es lo que me dice Yah. Siempre di por sentado que el hombre es la imagen de Dios, eso es lo que siempre nos enseñaron. Es algo que parece tan evidente… ¡Entonces, ellos creen realmente en lo que hacen! Son sinceros, no comprenden…

El monstruo del espacio exterior, pensó. Debemos estar siempre en guardia, o de lo contrario aparecerá y logrará despistar a Inmigración. Qué locos están. Qué equivocados. Entonces, matarían a mi bebé, pensó. Resulta imposible, pero es cierto. Y nadie podría obligarles a comprender lo que habían hecho. El Sanedrín pensaba igual sobre Jesús, se dijo. Y éste no es más que otro zelote. Cerró los ojos.

Viven metidos en una serie B de terror, pensó. Cuando hasta tus propios niños te dan miedo, es que algo anda muy mal. Cuando les miras, a cualquiera de ellos, y los encuentras extraños y horribles. No quiero comprender esto, se dijo retrocediendo, llena de repugnancia. Aparta de mí este conocimiento, por favor; ya he visto bastante.

He comprendido.

Ésta es la razón de que deba hacerse, pensó. Porque ellos piensan de esta forma. Rezan; toman decisiones; protegen su mundo… Lo mantienen cerrado a toda intrusión hostil. Para ellos, esto es una intrusión hostil. Han enloquecido; matarían al Dios que les creó. Ningún ser racional hace eso. Cristo no murió en la cruz para limpiar a los hombres de sus pecados; fue crucificado porque estaban locos; veían lo mismo que yo veo ahora. El paisaje de la locura.

Creen estar haciendo lo correcto.