[1] El informe completo de Togliatti se ha reproducido en Radosh et al., (doc. 62). Tiene fecha del 30 de agosto de 1937. <<

[2] Entre ellos, un testigo de excepción, Julio Álvarez del Vayo, ministro de Estado saliente. Había dicho a Blum, por ejemplo, que tenía miedo a los comunistas. Al tiempo, Blum consideró, en declaraciones a Eden, que al ser el nuevo Gobierno más moderado que el anterior, tendría más dificultades en aceptar una mediación o un armisticio. DBFP, XVIII, doc. 532. <<

[3] Las razones por las que lo hizo no están claras. El 21 de febrero de 1937, su agente confidencial en París le había informado de ciertas dudas sobre Vidarte. Éste se había remitido a presuntas instrucciones del Gobierno al pedirle que montara una operación de estampillado de billetes republicanos con el sello franquista. El agente así lo hizo pero sospechó que Vidarte se había lucrado indebidamente vendiendo en el mercado francés los billetes estampillados, que cotizaban más. AFPI: ACZ 184-30. <<

[4] Al tiempo se nombró al socialista Paulino Gómez Saiz delegado de Orden Público en Cataluña. Cuatro días más tarde el teniente coronel Ricardo Burillo, comunista, pasó a jefe superior de policía de Barcelona. <<

[5] Según dijo a Azaña (1978, p. 95) halló el ministerio en un estado deplorable. «El personal, adventicio y nombrado a capricho, no trabaja ni sirve para nada». No había «antecedentes de ningún asunto ni documentos sobre nada». <<

[6] Incluso un autor de inequívocas simpatías prolibertarias (Lorenzo, p. 308), tras reconocer a los anarquistas rasgos tales como su ingenua arrogancia y su rigidez, recuerda la opinión, correcta, de uno de sus líderes, Horacio Prieto: «La CNT no comprendía nada de política». No el mejor bagaje intelectual para sobrevivir en una guerra y moldearla. <<

[7] Lo cual no obsta para que, a largo plazo, y como señala Ansó (p. 185) «la causa de la República había ganado una gran baza, Cataluña, rueda loca durante muchos meses». <<

[8] Azaña (1978, p. 99) reseñaría que Prieto le había dicho que en Cataluña era imposible conseguir que los obreros trabajasen en obras militares o que alargaran la jornada. El rendimiento era escaso. Ésta era la cara oscura de la contención de las alegrías libertarias. <<

[9] Se encuentra en AFIP. Correspondencia. Negrín. La carta permite demostrar que erraba «Stepanov» en su informe de conjunto sobre la situación política (Radosh et al., doc. 46) y en el que postulaba una confrontación Prieto-Negrín. A Azaña (1978, p. 78), el nuevo presidente del Gobierno le dijo que había posibilidades de ganar la guerra pero que llevaría tiempo. Tomaba medidas para sostenerla otro año o más. En el plano económico deseaba emancipar a España de la tutela franco-británica y orientar la economía hacia la URSS y Estados Unidos. No es precisamente, lo que se pensaría de un «juguete» de Stalin. Nada de lo que antecede lo mencionan Bolloten, Payne y Beevor, entre los últimos autores que han escrito al respecto. <<

[10] El tenor de los informes de «Stepanov» cambiaría bruscamente a este respecto cuando Prieto empezó a tomar medidas para despolitizar los nombramientos. <<

[11] Se creó el Consejo Nacional de Economía como organismo coordinador y se incrementó la intervención estatal en la actividad económica. <<

[12] «Stepanov» ignoró conscientemente los resultados del plenario de la CNT del 3 de junio (Lorenzo, pp. 280s) en el que se aprobaron la introducción de un mando militar único sometido a una jerarquía estricta y la creación de una policía única. Guiños necesarios para que se les tomara en serio, no en vano deseaban que la distribución de puestos en seguridad interior y en el servicio exterior se hiciera a partes iguales entre los tres grandes sectores ideológicos. Casanova (p. 234) señala que volver al Gobierno terminó convirtiéndose en una obsesión para los dirigentes de la CNT/FAI. <<

[13] A este incidente parece referirse Vidarte (pp. 687s), quien hubo de desplazarse a Barcelona para sofocar, con el teniente coronel Burillo, una mini-insurrección libertaria. Negrín se opuso a que se fusilara a ninguno de los rebeldes. Godicheau (p. 191) recuerda que fue entonces cuando se tomó la decisión de disolver las odiosas «patrullas de control». <<

[14] Tarea nada fácil. Cundía la desmoralización y las nuevas entradas no eran de fiar. «A estas alturas», dijo Prieto a Azaña (1978, p. 101), «los que no se han alistado voluntariamente o son enemigos o van a la fuerza». <<

[15] Carta del 9 de julio de 1937, cortesía del Dr. Rybalkin. <<

[16] Nada de ello se menciona en la historia canónica del PCE de la guerra civil, a pesar de dedicar cuatro capítulos enteros a la dinámica política de la España en aquel período. <<

[17] Pero un trotskista auténtico como Munis (pp. 315s) señalaría que el POUM quedó marcado como un partido «centrista impotente, colocado como un travesaño inerte en el camino de las masas». Siempre hubo elementos más hiperrevolucionarios que los poumistas. <<

[18] Una ocasión muy marcada en la que lo hicieron con durísimo lenguaje fue en la reunión del CC de marzo de 1937 por boca de José Díaz (pp. 385s). Más tarde lo repitió el 9 de mayo. Sintomáticamente, al aludir a la ayuda soviética sólo mencionó la de tipo humanitario y alimenticio. <<

[19] El 17 de mayo representantes del PSUC, ERC, Acción Catalana Republicana, IR, Estat Català y UGT solicitaron a Companys que todos los mandos del frente, retaguardia y Orden Público se confiaran a hombres probadamente antifascistas, el desarme de las organizaciones que se habían sublevado, la exigencia de responsabilidades y la prohibición de ostentar cargos públicos a quienes desde ellos hubieran hecho causa común con los insurrectos. De estrambote pidieron también la disolución del POUM, «por considerarlo francamente fascista», a pesar de que no había hecho armas en Tarragona «por miedo insuperable». De no hacerles caso, advertían que las organizaciones firmantes renunciarían a todo cargo representativo. AFPI: AH, legajo 71-6. Esto, naturalmente, hubiese deslegitimado ampliamente a la Generalitat así como al nuevo Gobierno. <<

[20] Digamos simplemente que toda una literatura o seudoliteratura, alentada historiográficamente por Bolloten (pp. 761ss), suele presentarlas como manifestación de un «terror organizado» no del Gobierno sino de los comunistas. <<

[21] Este tipo de planteamientos es algo que el lector buscará vanamente en la canónica obra de Bolloten. <<

[22] La reconstrucción efectuada en este capítulo choca en numerosas ocasiones con los poco fiables recuerdos de Hernández (pp. 155-183). <<

[23] Vidarte (pp. 670s) afirma que Negrín intentó también atraerse a los caballeristas, sin conseguirlo, y que su objetivo era unificar las corrientes del PSOE alrededor de una sola ilusión: ganar la guerra. <<

[24] Previamente, Vidarte (p. 688s) ya había cursado instrucciones a Ortega en el mismo sentido. Negrín dispuso que tuviese franco acceso a él sin necesidad de previo aviso y fuera cual fuese su ocupación del momento. <<

[25] Un informe de la policía del 28 de octubre de 1937, que ya mencionamos en el capítulo 2, señalaría: «Ha sido en Madrid preocupación constante de las personas que han permanecido al frente del Orden Público, después de la constitución de la Junta Delegada de Defensa, conseguir una organización eficiente en la policía de la capital, ya que el desplazamiento de numerosos funcionarios a Valencia, los constantes cambios en la situación de las dependencias por razón de los bombardeos, la escasa preparación de la mayoría de los funcionarios que quedaron, aparte de otros numerosos inconvenientes propios de las circunstancias, hacían muy poco eficaz en los primeros momentos su actuación contra los numerosos enemigos emboscados». AFPI: AH, legajo 71-6. <<

[26] Una de las primeras acciones de Vidarte (pp. 675s) consistió en disolver una «comisión especial» encargada de los trabajos sucios. Creían que servían a los intereses de la República y afirmaron que no sólo seguían órdenes sino que también se «enjuiciaba» a las personas en cuestión. Posteriormente se revelaron otras actividades de Galarza (p. 680) de las que no habían tenido conocimiento ni Largo Caballero ni los demás ministros. <<

[27] El 29 de junio Prieto contó a Azaña (1978, pp. 99s) que Ortega era «bobo» y comunista. Miembro reciente del PCE, todos los asuntos los consultaba y obraba como simple mandatario. Prieto señaló también que la política del PCE «consiste en apoderarse de todos los resortes del Estado». Me es imposible, por falta de documentación, dilucidar estas contradicciones entre Prieto y Negrín. También existen choques con la versión que ofreció, muchísimo más tarde, Vidarte (p. 670), quien afirmaría que Negrín le había contado la filiación política de Ortega. Morón (p. 95) indicó, por su parte, que Zugazagoitia le había encargado que debía ser la sombra de Ortega y tenerle informado de cuanto ocurriera en la DGS. El ministro, según él, creía que el nombramiento era absurdo y le encareció que fuese preparando una futura reorganización de la policía y del Cuerpo de Asalto, para cuando «se marche Ortega». <<

[28] Nunca hay que olvidar la frase de Orwell (b, p. 176): «En España, por vez primera, vi reportajes de prensa que no guardaban ninguna relación con la realidad, ni siquiera la relación que se sobreentiende en una mentira normal y corriente». Ésta fue una de las demostraciones más egregias. <<

[29] Negrín no indicó cuándo se produjo este encuentro. Está documentado que el 22 de julio contó a Azaña una versión parecida, añadiendo que no creía que «fuese obra de los comunistas» sino que Nin había sido raptado por cuenta del espionaje alemán. Es verosímil que quisiera tranquilizar al presidente. A la posible fecha volveremos más adelante porque para finales de julio ya había llovido mucho. <<

[30] Negrín no volvió a ver a Orlov. Sí recibió, poco después, a incitación de Marchenko, a un consejero llamado Beliaev (en realidad, otro agente de la NKVD) quien se le presentó «con muchas inclinaciones y cierta nerviosidad» y se puso a sus órdenes. «En un francés muy correcto no cesaba de llamarme Votre Excellence, Monsieur le Président. Es el único que en nuestras conversaciones, generalmente informales, me ha tratado empleando esas fórmulas de estricto protocolo. Nunca se me transmitió por nadie queja alguna sobre el Sr. Beliaev o servicios que de él pudieran depender». Esta última afirmación es importante. Quizá Orlov había agotado su credibilidad ante Negrín. O no se atrevió a aparecer más ante el presidente. Según las memorias de un excomunista citadas por Bolloten (p. 766), Beliaev también había participado en la operación que montó Orlov. Al episodio descrito hace referencia más brevemente Moradiellos (2006, pp. 278s). <<

[31] Al rectificar la versión de Zugazagoitia, Negrín subrayó que fue él quien llamó espontáneamente al ministro y que, en un principio, no descartó ipso facto la posibilidad de una intervención alemana, aunque se negó a aceptarla «mientras no estuviese inequívocamente comprobada». <<

[32] El 29 de junio Prieto contó la historia de la «huida» de Nin a Azaña (1978, p. 100). No sabía entonces si quienes se lo llevaron tenían autorización de la policía o se lo habían llevado «por las buenas». Ya había escrito a Negrín para informarle del caso y afirmó que los raptores eran comunistas. <<

[33] Negrín fue enfático al escribir que Zugazagoitia se había equivocado. Por lo demás, ya en la época dijo a Azaña, según registró éste (1978, p. 152), que los comunistas no habían protestado y que el cese se había presentado como si los servicios de Ortega fueran necesarios en el ejército. Bolloten (pp. 778s) ignora esta evidencia. Según los inacabados apuntes de Negrín: «Consejos de Ministros “feroces” no puedo asentir a que haya habido ninguno durante todo el tiempo en que yo fui presidente. Claro que eso depende del significado y alcance que se dé a la palabra “feroz”. Es verdad que en todos los Consejos en que se trató el asunto Nin la indignación de los ministros era general y muchos no podían contener su acaloramiento al ver pasar los días y crecer las protestas contra el Gobierno sin que se vislumbrara un esclarecimiento. Los comunistas tan “feroces”… como los demás, sosteniendo la tesis de que a todas luces se trataba de un acto de quinta columna en compinchazgo con poumistas y trotskistas, admisión que unánimemente se rechazaba como solución del misterio si no aparecían en el curso de la instrucción pruebas suficientes». <<

[34] Me es imposible demostrar si tal afirmación es correcta o no. Que fuese necesaria una decisión del Consejo de Ministros para el segundo tema es, desde luego, sorprendente. El primero exige un conocimiento más preciso del régimen jurídico republicano del que dispongo. <<

[35] Había dicho a Prieto: «Estoy sometido a tres disciplinas: la militar, la masónica y la comunista. Pero seré un subordinado leal» (Azaña, 1978, p. 100). <<

[36] No merece la pena hacer una comparación con los recuerdos de Hernández (pp. 160ss), que revelaría numerosas contradicciones. Ansó (p. 196) llega incluso a decir que Zugazagoitia y Prieto ofrecieron su dimisión. <<

[37] Tuvo razón. El 7 de julio Irujo escribió a Negrín dándole cuenta de la llegada de una amplia representación de la izquierda europea que le habían pedido que los detenidos fuesen juzgados con arreglo a derecho. El ministro compartió su opinión. «La República es eso o no sería nada» (Sánchez Cervelló, p. 176). Tal postura no fue jamás comprendida por los comunistas. <<

[38] El cruce de cartas Zugazagoitia-Negrín se encuentra en AJNP. Pocos días más tarde este último comunicó a Azaña (1978, p. 165) que en Madrid se había desmantelado una red de espionaje importante. Morón (p. 96) señala que las relaciones entre el ministro y Ortega eran malas. <<

[39] La memoria podía jugar una mala pasada a Negrín o los comunistas exageraron lo que había ocurrido y esto fue lo que captó el agente del GRU. <<

[40] También conocía las circunstancias ambientales que reflejó así: «Es extraño que en España, perturbada por una guerra, después de diez meses en que el aparato estatal se había derrumbado y durante los cuales la acción de comités y controles, incompetentes, cuando no sospechosos, habían engendrado una anarquía hecha más caótica aún por las luchas internecinas de partidos y organizaciones que resolvían sus pendencias con la violencia llegando a subversiones que equivalían a la superposición de otra guerra civil en la retaguardia, no se encontrara la verdad de lo sucedido, cuando el nuevo gobierno en las pocas semanas que llevaba en el poder apenas si había podido comenzar a remediar el desbarajuste creado». <<

[41] Innecesario es mencionar que la alusión se refería a la Unión Soviética. El dilema era, en efecto, peliagudo. Dada la guerra dialéctica y sin cuartel a la que el PCE se había lanzado contra el POUM, y la actuación de los servicios especiales soviéticos, ¿hasta qué punto podían ponerse en peligro las relaciones con la URSS? Negrín hubo de plantearse el eterno dilema entre conciencia y Realpolitik. Ya dijo John K. Galbraith que la política no es el arte de lo posible sino el de elegir entre lo desastroso y lo desagradable. <<

[42] Godicheau (pp. 252ss) ha examinado el caso. Las pruebas eran abrumadoras. Pudo escapar a la justicia republicana pero no a la de los vencedores, que lo fusilaron por las mismas razones que habían llevado a su encausamiento. Para la caracterización de aquel siniestro personaje, véase Ansó (pp. 202s). <<