[1] El despacho de Rosenberg se encuentra en AVP RF: fondo 097, inventario 11, asunto 14, carpeta 102. <<

[2] Por parte alemana, una de las más antiguas, relativa a la llegada de aviones soviéticos, data del 16 de septiembre. La envió el cónsul general en Barcelona y se refería al desembarco, una semana antes, de unos míticos 37 aparatos (ADAP, doc. 81). <<

[3] «Haremos exactamente lo que haga Moscú»: CADN, caja 566B. <<

[4] Es la tesis que mucho más tarde ha resucitado Arias Ramos (pp. 115s). <<

[5] No todos los autores comulgan con esta tesis ni con las ruedas de molino franquistas. Garriga (p. 62), por ejemplo, aunque sin ofrecer la menor fuente, se hizo eco de que Franco había pedido al representante alemán, teniente coronel Walter Warlimont, que fuera a verle el 16 de octubre para rogarle que hiciera saber a Berlín que en «la lucha contra el comunismo en España deberían participar abiertamente Alemania e Italia, pues él estaba convencido de que los rusos continuarían enviando de manera abierta grandes cantidades de tropas y material, ya que la victoria de los rojos en España es para el bolchevismo una cuestión de vida o muerte» (sic). Esto cuadra mejor con lo que sabemos del Franco de la época, exageraciones y todo. Aún así, la tesis de que la Cóndor fue una mera reacción, y que no se constituyó hasta noviembre de 1936, se encuentra por ejemplo en Jesús Salas (I, p. 217) y en Beevor (p. 290). Ries y Ring se las apañan para oscurecer la fecha de la decisión pero la conclusión es inequívoca: su acta de nacimiento debe levantarse en noviembre. Es un aspecto en el que cierta literatura alemana es rotunda, como ejemplifica el caso de Lobsien. <<

[6] Este lenguaje traiciona a tales autores. ¿Por qué fue «descarado» el apoyo a la República? ¿Acaso no lo fue más el nazi-fascista a un Franco sublevado contra un Gobierno legítimo y reconocido internacionalmente? ¿No aguardó Stalin casi dos meses antes de dar su luz verde? Pocos meses antes de la aparición de tal libro, Vidal (2006a, p. 248) fue incluso más allá, criticando a autores innominados que «se empeñan en situar [la Cóndor] en la batalla de Madrid cuando ni siquiera existía en esas fechas». <<

[7] No hay que ver en ello el resultado de oscuras maquinaciones. Los archivos de la Cóndor fueron destruidos en los bombardeos de Berlín durante la segunda guerra mundial y con ellos se perdió para siempre la posibilidad de desentrañar áreas enteras de ese pasado bullente al que aludió Whitman en versos imperecederos. <<

[8] Testimonio que numerosos autores profranquistas se guardan de mencionar. Véase, por ejemplo, el reciente caso de Vidal (2006 a) quien no duda (p. 560) en considerar como la mejor obra existente una micro-monografía, centrada en el material que la Cóndor utilizó pero cuyos autores (Molina Franco y Manrique García, p. 20) tampoco citan a Proctor y ni siquiera identifican las condiciones en que se creó, a pesar de desgañitarse contra la manipulación hecha por autores comunistas (sic) de la amplitud y significación de la ayuda alemana a Franco. <<

[9] No cabe duda de que Mussolini lo pensaba. Una España profascista era absolutamente esencial para su gran estrategia de agresión en el Mediterráneo y contra Francia (Mallet, p. 90). <<

[10] Para un análisis general y de ambiente es interesante la exposición de Guerri (pp. 281-284). <<

[11] Todo lo que antecede está tomado del diario de Ciano, pp. 53s y 57. Nada de ello aparece en Arias Ramos, p. 115, que realza la figura más segura de Canaris. Su afirmación de que éste y Franco se conocían de antemano no está probada documentalmente. Va más allá Saiz Cidoncha (p. 287) para quien Canaris había sido «habitual visitante» del Marruecos español, afirmación que tampoco está demostrada. <<

[12] Tales instrucciones se encuentran en ADAP, III, doc. 113. Para el contexto véase Whealey, pp. 49s. <<

[13] Todo lo que antecede es algo que ignoran Manrique García y Molina Franco (p. 439) para quienes fue en Brunete (julio de 1937) cuando Sperrle consiguió que la Cóndor actuara unida. <<

[14] Dado que esto es algo que se escapa a la mayoría de los autores, conviene reproducir el original: «anbei schicke ich Dir Abschrift einer Weisung, die heute der Reichskriegsminister nach Rücksprache mit mir sowohl für den bereits in Spanien wieder eingetroffenen Admiral Canaris (…) erlassen hat». («Te adjunto copia de las instrucciones que, después de haber hablado conmigo, el ministro de la Guerra ha dado al almirante Canaris, que ya ha vuelto de nuevo a España»). <<

[15] Quizá sea significativo que esta última parte no la mencione en absoluto Jesús Salas. <<

[16] El cónsul británico en Sevilla informó que estaban equipados plenamente como soldados alemanes. No llevaban uniforme pero sí insignias con los colores «nacionales». Con gran velocidad desplegaron guardias y artillería antiaérea mientras el material de guerra se descargaba ante los ojos de todos (TNA: FO371/20587, telegrama desde Gibraltar del 27 de noviembre). <<

[17] El comentario de Beevor (p. 290) de que Hitler no podía saber que Stalin temía (sic) provocarle «y que no estaba dispuesto a dejar que la cuestión de España entorpeciera la política exterior soviética» me parece absurdo. <<

[18] Merkes utilizó la contabilidad alemana, que hace innecesario perderse en estimaciones ulteriores. También habría que mencionar otros elementos, nada desdeñables. Sin ánimo exhaustivo alguno destacan, por ejemplo: una batería antiaérea; 75 millones de balas; 150 000 balas de ametralladora; 20 000 proyectiles de 2 cm; 6000 de 3,7 cm y otros tantos de 8,8 cm; 10 000 granadas; 12 bombas de 500 kg; 120 de 250; 1960 de 50; 10 200 de 10; 10 000 de 1; 24 cañones antitanques; 41 blindados; 20 camiones; 30 equivalentes de jeep; 30 000 fusiles; 212 ametralladoras; más municiones, bombas, equipos de comunicaciones, material sanitario, repuestos, combustible, productos químicos, etc. Todo ello procedía de los arsenales. La ayuda a Franco no se vio lastrada por las dificultades que suscitó la variadísima gama de materiales y de calibres que redujeron la efectividad en combate del armamento alternativo al soviético que la República obtendría. Para un resumen sobre los suministros relativos véase Viñas (2008). <<

[19] Aderezado de comentarios sardónicos, el despacho de lord Chilston de 4 de diciembre de 1936 en el que figura la información precedente se encuentra en TNA: FO371/20349. <<

[20] La valoración de André (p. 13) de que el período octubre de 1936-febrero de 1937 determinó los rasgos esenciales de la intervención italiana es también aplicable, aunque en medida quizá algo menos rotunda, a la alemana. <<

[21] Es curioso que Beevor y Bennassar, por ejemplo, no digan una palabra al respecto. <<

[22] Y ya entonces le transmitió una idea significativa: en cuanto pudiera, la España fascista debía abandonar la SdN (DDI, doc. 337). Franco no lo olvidó y al final de la guerra lo hizo. <<

[23] sir Henry Chilton comentó que Faupel tenía la reputación de ser un tanto aventurero y un «lanzado» (TNA: FO 371/20559, despacho del 24 de noviembre). Los autores españoles suelen dotarle de un «von» nobiliario que nunca tuvo. <<

[24] Por si las moscas, el propio Mussolini telegrafió a Roatta al día siguiente (DDI, doc. 443) para que hiciera saber a Franco que el reconocimiento debía llevarle a continuar las operaciones con la máxima energía. Había que evitar que, fiándose de la solidaridad material y moral italo-alemana, aflojase sus esfuerzos. <<

[25] ABI: OV 61/2, nota del 26 de enero de 1937. <<

[26] Franco, mal que les pese a sus hagiógrafos, no era ni un genio ni un negociador de primera línea. Para esto último se necesita una cierta experiencia de la que él, acostumbrado al mando, carecía. También se equivocó con frecuencia. Se ofreció a entrar en guerra al lado del Eje en junio de 1940. Todavía en 1957, cuando despegaba la CEE, creía en las virtudes de la autarquía. <<

[27] Aprovechó la ocasión para reiterar, por escrito, que tal evidencia no permitía apoyar las afirmaciones de Eden. <<

[28] Su nombre aflora sucintamente en las obras de Buchanan (1997), Carley y Moradiellos (1996). <<

[29] Todo lo que antecede está tomado de «Spanish Revolt» en TNA: FO 371/20586. Moradiellos (1996, pp. 115ss) lo ha utilizado también pero en otra perspectiva. Es de destacar que O’Malley echó una pulla a Collier con una referencia escasamente críptica a sus simpatías ideológicas. El análisis y valoración críticos de este expediente están ausentes de Vidal (2003, p. 160), quien ejemplifica cómo cabe utilizar fuentes de manera profundamente sesgada. <<

[30] Se encuentra en TNA: FO 371/20354. Está publicado en DBFP como apéndice II sin los anexos del original. Sólo Collier añadió comentarios divergentes respecto a afirmaciones referentes al Tercer Reich y a la cuestión colonial. Vansittart los atribuyó a una mala interpretación. En lo que atañe a España e Italia, Collier, dicho sea en su honor, reiteró su posición. <<

[31] Luigi Barzini, entonces corresponsal de Il Popolo d’Italia (y posterior autor de gran éxito) escribió poco después a Mussolini: las fuerzas franquistas podrían penetrar como un cuchillo en la mantequilla pero si se perdía el tiempo, el continuo aumento de los suministros soviéticos, amén de la organización, la gestión y la acción de los asesores, terminarían solidificando la resistencia «roja» (DDI, p. 618, nota al doc. 550). <<

[32] Las elucubraciones que acompañaron propuestas y estudios de este tipo solían ir teñidas de referencias al escaso valor combativo de los españoles (salvo la legión y las tropas coloniales) y a la indigencia técnica de los mandos. Suelen desaparecer en las obras españolas que abordan la intervención nazi-fascista. De todas maneras, la sugerencia de dos divisiones para resolver la situación implicaba un menosprecio de los españoles, en ambos bandos, cuando menos hiriente. <<

[33] En la literatura especializada existe una cierta controversia acerca de si Hitler retrasó su ayuda conscientemente o si, por el contrario, hizo todo lo que pudo para ayudar a Franco teniendo en cuenta que España era un escenario marginal en su gran estrategia. La valoración de Merkes que se refleja en el texto continúa, en mi opinión, teniendo validez. Las noticias de las disensiones internas en Berlín llegaron a oídos del Deuxième Bureau, como veremos en el capítulo ocho. <<

[34] Coverdale (p. 115) dio a conocer las cantidades de material enviadas por Italia hasta el 1 de diciembre. Comprendían 18 bombarderos; 69 cazas; 25 aviones de observación; 6 hidroaviones; 35 tanques ligeros; 12 cañones antitanques; 42 piezas de artillería; 50 morteros; 102 ametralladoras; 16,5 millones de balas y 70 000 granadas. Es obvio que cuando se suman los aviones italianos y alemanes el resultado supera ampliamente a los envíos de la Unión Soviética. <<

[35] A decir verdad, y como ha recordado André (p. 27), los italianos apenas si prestaron atención a los aspectos económicos. En ello mostraron una diferencia sustancial con respecto a los alemanes. Por si acaso, Álvarez del Vayo se preocupó de no azuzar la ira mussoliniana y el propio Eden llegó a creer que los franquistas iban mal. Pensaba entonces que lo mejor sería que ganase la República (Harvey, p. 34). <<

[36] Contraponer la dinámica político-militar fascista y soviética no es algo que agrade a muchos autores. Uno de los más recientes, Arias Ramos, evita este tipo de comparaciones (sin duda, odiosas) y se refugia tras una versión un tanto singular del origen, motivaciones y desarrollo de las BI. <<

[37] Si los navíos mercantes británicos llevaban tal material, el Gobierno no les ofrecería protección. Si no lo llevaban y los contendientes (en realidad, sólo los franquistas) quisieran apresarlos el acto se consideraría piratería. Si tal acto se llevaba a cabo, además, sin examen previo, deberían resistirse por la fuerza. Estas instrucciones no parece que se cumplieran. <<