Documento n.º 7

SOBRE EL LEVANTAMIENTO DE LOS TROTSKISTAS

Y ANARQUISTAS EN BARCELONA

(de la carta del cam. Goratsi[1])

Preparación del levantamiento.

La preparación de la sublevación se inició bastante antes del 3 de mayo[2]. La prensa trotskista y anarquista se dedicó a envenenar al Gobierno de Cataluña, en lo que destacó especialmente el periódico trotskista La Batalla. Su número del primero de mayo estaba lleno de llamamientos a la sublevación y a exigir un cambio de gobierno. Los anarquistas y los trotskistas habían seguido armándose, comprando armas en Francia y fabricándolas ellos mismos en las fábricas militares de Barcelona. Para conseguir esto último, y so pretexto de controlarlas, se apoderaron de las principales plantas industriales barcelonesas.

De esta manera, en lugar de abastecer el frente con armamento, los trotskistas y anarquistas se autoabastecían ellos mismos, con la mente puesta en un levantamiento antigubernamental para tomar el poder.

Con su política en torno al problema campesino, realizada como si fuera en nombre del Gobierno y consistente en obligar a la colectivización y en colectivizar propiedades, los elementos trotskistas y anarquistas intentaron crear descontento contra el Gobierno entre las masas campesinas de Cataluña.

El 23 de abril un grupo de trotskistas y anarquistas no permitió a los carabineros que se hicieran cargo de la custodia de la frontera. Se quedaron con ella, lo que les permitía controlar los cargamentos procedentes de Francia.

Una serie de asesinatos de destacados políticos y de activistas sindicales, así como la desaparición diez días antes del putsch del comandante de la División Durruti, indican la existencia de un plan de sublevación elaborado previamente. El 25 de abril fue asesinado el secretario de la UGT Roldán Cortada. A continuación siguieron asesinatos provocadores durante el putsch mismo.

Uno de los hechos de la actividad de los trotskistas-anarquistas que por fin indujo la intervención del Gobierno fue la toma de las estaciones telefónicas y telegráficas y de las estaciones de radio y el establecimiento de su propio control en ellas con el fin de utilizar los medios de comunicación durante la revuelta que se preparaba. La lucha contra la policía y la Guardia Nacional parece que fue el pretexto para desencadenar la sublevación.

Correlación de fuerzas.

La correlación de fuerzas, aproximadamente, puede expresarse de la manera siguiente:

En el lado de los sublevados

Armamento: fusiles, revólveres, ametralladoras y una gran cantidad de bombas. En los últimos días se han sumado 5 blindados, hasta 3 cañones y varios morteros. La mayoría de los implicados han sido jovenzuelos. En las barricadas podía verse a adolescentes de 14-15 años. En las cercanías de la ciudad había hombres de 35-40 años. Desde el punto de vista militar la preparación fue débil.

No se confirmó el cálculo de los trotskistas y anarquistas de atraer a su lado a la masa trabajadora. La principal masa de trabajadores no se fue con ellos.

Las fuerzas gubernamentales:

Armamento: fusiles, fusiles ametralladores, bombas y revólveres. Los guardias eran meros asalariados y no lo suficientemente fuertes desde el punto de vista de la moral. No cabe duda de que el trabajo disgregador de los anarquistas entre ellos ha tenido efectos. Debido a la inactividad del Gobierno la masa trabajadora de Barcelona no se vio inducida a luchar contra los sublevados, lo que fue un gran defecto de la actuación gubernamental de cara a aplastar la sublevación. En los días de los hechos de Barcelona la masa trabajadora no fue a trabajar y no porque no quisiera trabajar. La causa de no presentarse al trabajo fue el tiroteo y los combates callejeros que estallaban en cuanto se observaba el menor movimiento.

El desarrollo de la sublevación.

El 29 de abril los grupos trotskistas y anarquistas se dedicaron a ocupar algunos puntos en las cercanías de Barcelona. En la noche del 29 al 30 de abril construyeron barricadas en la ciudad y sus alrededores y pusieron patrullas. Pero el 30 por la mañana la policía desmontó las barricadas y los trotskistas no se opusieron.

Durante los días 1 y 2 de mayo los trotskistas intentaron parar los trenes e interrumpir las comunicaciones telegráficas y telefónicas. En relación con ello el Gobierno dictó una orden sobre el desarme de todas las personas que circularan por la calle y no tuvieran permiso oficial para llevar armas. Al tiempo, se propuso limpiar la estación telegráfica y telefónica de sus «controladores» anarquistas.

El 3 de mayo, como respuesta a las medidas tomadas por el Gobierno para establecer el orden, los trotskistas y anarquistas le presentaron un ultimátum, exigiéndole la dimisión y la inmediata disolución de la fuerza. En distintos lugares de la ciudad y sus alrededores se produjeron simultáneamente ataques armados de los elementos trotskistas-extremistas.

La vida se paralizó. Las tiendas se cerraron y a los trabajadores se les privó de la posibilidad de ir a trabajar. Los anarquistas tomaron los cuarteles de la brigada de montaña y desarmaron al grupo. Las comunicaciones estaban controladas por ellos y Correos no funcionó ni en la ciudad ni fuera de ella.

El 3 de mayo el Gobierno no tomó ninguna medida. El 4 los sublevados atacaron el edificio del CC del PSUC pero el ataque fue rechazado con fuego de ametralladora. Los trotskistas y los anarquistas que tomaron la estación telefónica cortaron la comunicación con Valencia, con el frente y con los alrededores.

En la noche del 3 al 4 se produjeron combates entre anarquistas y el PSUC en los intentos de apoderarse de edificios públicos. Aumentó el número de barricadas.

Por la tarde del 4 de mayo se incrementó el tiroteo de fusiles y ametralladoras en la ciudad y en la provincia. Se marcharon los empleados de radio, telégrafos y teléfonos.

El Gobierno se propuso limpiar las calles antes de la 6 de la mañana pero fue un deseo que no se cumplió. Los trotskistas se activaron apreciablemente.

De Valencia llegó una comisión de representantes de la CNT y de la UGT que, juntamente con miembros del Gobierno, se dedicó a elaborar las condiciones que permitiesen poner fin a los combates callejeros. En la ciudad se anunció una tregua pero los grupos armados permanecieron en la calle y los tiroteos continuaron.

El 5 de mayo siguieron reunidos los emisarios de Valencia y los miembros del Gobierno. Decidieron disolver el consejo y crear uno nuevo. En éste entraron Vidella, por la UGT, Mas por los rabassaires y Feced por los republicanos de izquierda. Companys se mantuvo como presidente.

Los llamamientos del Gobierno a través de la prensa y de la radio respecto al cese de la lucha armada no dieron resultados. Los extremistas y trotskistas no le obedecían y continuaron levantando barricadas. El tiroteo se generalizó. Las instituciones públicas y las fábricas dejaron de funcionar. La comunicación con el frente era muy mala.

Los anarquistas, aprovechándose de la tregua para traer reservas, empezaron por la tarde a realizar nuevas actuaciones.

En Valencia, el Consejo de Ministros estuvo reunido hasta las dos de la noche pero sólo tomó una decisión a medias. Largo Caballero declaró la firme intención de aplastar el levantamiento pero rechazó la propuesta de dirigirse al pueblo catalán para que no apoyase a los sublevados.

El Gobierno designó para el puesto de consejero militar de Cataluña al general Pozas y, en plan de ayuda, envió un destacamento de 500 personas y dos torpederos (sic). En la noche del 5 de mayo el Estado Mayor emitió una orden sobre la lucha decidida contra los grupos de anarquistas y trotskistas que abandonasen el frente.

El 6 de mayo todos los periódicos, en nombre de todos los partidos y del Gobierno, hicieron un llamamiento para que cesara la lucha y se reanudara el trabajo pero la prensa trotskista añadió un «no dejar las armas».

A las 17 horas Companys comunicó personalmente la designación del general Pozas como consejero militar (sic). Esta designación fue recibida con hostilidad por los trotskistas y anarquistas por lo que al día siguiente empezaron a azuzar a través de su prensa contra Pozas y el Gobierno aduciendo como motivo que el central transgredía la autonomía[3] de Cataluña.

De todas maneras, el 7 de mayo el general Pozas empezó a cumplir sus funciones. La lucha callejera disminuyó, se desmontaron las barricadas y por la tarde la ciudad volvió a su vida normal. Pero los trotskistas no obedecieron y sus grupos armados no se retiraron de las calles.

Hay que subrayar que el frente no tomó parte en el levantamiento, aunque el 6 de mayo dos batallones de la División Ascaso y un batallón de la División del POUM se retiraron del mismo y en 45 autocares se dirigieron a Barcelona. La columna la mandaba el adjunto del comandante de la división. Al enterarse del desplazamiento, el jefe de las fuerzas aéreas del frente de Aragón[4], comunista, se subió a un avión, dio la orden de que regresaran al frente y prometió bombardear a los desertores en caso de que opusieran resistencia. El batallón retornó a las proximidades de Huesca pero, así y todo, pequeños grupos trotskistas marcharon a Barcelona. En total, unas 400 personas.

Los trabajadores, a excepción del sindicato del transporte y algunos pequeños grupos, no tomaron parte en los sucesos pero tampoco intervino la guarnición local.

Conclusiones

  1. 1. Para el Gobierno catalán, este levantamiento fue una sorpresa.
  2. 2. No se prestó la debida atención a la actividad subversiva de los trotskistas y de los anarquistas.
  3. 3. No hubo un mando unificado a la hora de aplastar la sublevación.
  4. 4. El Gobierno, tanto el local como el central, se mostró incapaz de organizar con rapidez el aplastamiento.
  5. 5. Los trotskistas jugaron un papel directivo en el levantamiento pero también actuaron escondiéndose tras las proclamaciones de los «Amigos de Durruti» y similares. Si bien, formalmente, los elementos trotskistas y anarquistas obedecieron al Gobierno no dejaron las armas y, según todos los datos, preparan una nueva provocación.
  6. 6. El POUM, que desempeñó un papel provocador en todo el movimiento, ha quedado comprometido definitivamente ante los ojos de la sociedad.
  7. 7. La designación del general Pozas es algo positivo. Los problemas de disciplina, organización, activación del frente y enseñanza se resolverán en el buen sentido. Se plantea el problema de la limpieza y desarme de la retaguardia.
  8. 8. El levantamiento reforzó considerablemente la unidad del frente antifascista y mostró que la clase trabajadora y los campesinos no se dejan arrastrar por las provocaciones de los trotskistas y de los anarquistas.

FUENTE: AHPCE, Tesis, manuscritos/ carpeta 24/1, «N.º 19. Anotaciones del diario de Berzin sobre la situación en Cataluña y el putsch del 3 de mayo de 1937», abril-mayo de 1937. Es traducción del ruso. Hay al final de la última página una referencia que dice «Archivo central estatal del Ejército soviético. Fondo 899c [esto está tachado] / 35082, inventario 1, asunto 356, hojas 4, 5, 6, 7, 8 [esto también está tachado]. [Sigue escrito a mano] 4-8 originales.