ARRIBA SIENTA CÁTEDRA: LA INTERPRETACIÓN CANÓNICA DEL FRANQUISMO SOBRE EL ORO
Los caminos del oro español
El Gobierno español se ha dirigido a diversas Cancillerías extranjeras denunciando los pagos en el extranjero que pueda hacer la URSS con oro procedente del depósito hecho en Moscú por el Gobierno rojo en 1936.
Unos días después de haberse ordenado por Negrín el envío de las reservas de oro del Banco de España en octubre de 1936 a la URSS, Radio Nacional, desde Salamanca, denunciaba este robo perpetrado contra la Nación española y prevenía al mundo de su ilegitimidad. En el curso de la Cruzada de Liberación fueron formuladas las mismas advertencias sobre pagos que se hicieran con este oro, así como se iniciaron labores de rescate de cantidades que tenían el mismo origen. Igualmente España ha denunciado en distintas ocasiones empresas o negocios montados con el producto del saqueo de nuestra Economía. Más tarde, concluida la segunda contienda mundial, nuestro Gobierno firmó los Acuerdos de Bretton Woods, y a pesar de ser víctima de un acecho contra el que se elevaba aquella resolución —es decir, impedir el lucro con cualquier clase de bienes procedentes de saqueo, despojo o robo, incluso con apariencias de legalidad—, cumplió estrictamente las obligaciones que de ellos se derivaran. Es lógico que nuestro Gobierno reitere su protesta cuando le consta que la URSS está efectuando exportaciones de este oro para financiar pagos financieros o de otro orden, concretamente a Checoslovaquia, Finlandia y también a otros países de la Europa occidental.
Hoy se conocen exactamente los detalles de este robo, por haber sido relatados por sus propios protagonistas. Es más: se conocen sus móviles y la verdadera dimensión de la superchería montada para justificar su salida de España rumbo a Odesa.
Las «apariencias» de soberanía montadas por el Gobierno rojo han sido desmontadas hace ya mucho tiempo. Desde el principio de nuestra guerra de Liberación, la zona roja fue gobernada de hecho por emisarios soviéticos dotados de todos los poderes. Si el embajador soviético Rosenberg (sic) tenía a su cargo el control político, el general Berzin asumía los poderes militares. En cuanto a la explotación económica, corría a cargo de otro ruso, Arthur Stashevsky.
Este hombre, al que los dirigentes soviéticos instalados en España llamaban el «hombre más rico del mundo» por disponer sin cortapisas de ningún género de los recursos de que disponían los Bancos y los particulares de la zona roja, fue el encargado de preparar la operación que debía valerle a la URSS la incautación de las reservas en oro del Banco de España antes de que Stalin, en una maniobra cautelosa, decidiera desentenderse de la ayuda a los comunistas de un país que en la XII Conferencia de la KOMINTERN, celebrada en 1932, había sido señalado como primer objetivo, aunque el Alzamiento Nacional del 18 de Julio demostró disponía de reservas espirituales más fuertes de las calculadas por el Kremlin.
Para cumplir esta tarea, Stashevsky, hombre de confianza de Stalin, se atrajo a Negrín, ministro del Gobierno de Largo Caballero. Fue Negrín quien, como ministro de Hacienda, dio orden de «poner en seguridad» el oro del Banco de España. Lo que se entendía por tal seguridad era conocido de otros dirigentes de la zona roja. Se hacía de acuerdo con el embajador ruso, Rosenberg, que desempeñaba un cargo dirigente de la NKVD. Probablemente fue España uno de los primeros sitios donde se utilizó el servicio de las fuerzas policíacas chequistas con carácter «económico». Así, casi desde el principio de la contienda la ayuda militar de la URSS a la España roja se hizo —para evitar protestas diplomáticas— a través de «Sindicatos» dirigidos por un capitán de la Policía de Pagoda llamado Ovslansky, y el suministro de cañones, tanques, aviones y toda clase de material, e incluso el reclutamiento de milicianos internacionales, corría directamente a cargo de Yagoda, el jefe de la OGPU. El saqueo de España era, en efecto, una doble operación, económica y política, y la forma en que debía hacerse el abastecimiento del Gobierno rojo era también una operación política destinada a controlar la bolchevización de la zona sometida a Largo Caballero. Rosenberg y sus colaboradores tenían la misión de hacer que la mayor parte del material enviado fuera a parar a unidades dependientes directamente del partido comunista.
Además de Rosenberg intervinieron en la preparación del traslado del oro José Díaz, secretario del partido comunista y miembro del Gobierno (sic), y Valentín González «el Campesino», que mandaba milicianos fanáticamente obedientes al partido comunista. Igualmente estaba en antecedentes Álvarez del Vayo, ministro de Estado y agente de Moscú en Madrid, en cuyo domicilio el agente de la Komintern Codovilla (sic) se entrevistaba sin demasiada espectacularidad con los dirigentes de la España roja.
Díaz transmitió a «el Campesino» la orden de apoderarse del oro encerrado en los sótanos del Banco de España. Para ello fueron seleccionados milicianos de confianza. La operación se realizó a las dos de la madrugada del 26 de octubre de 1936. Siete mil ochocientas cajas, en las que iban 510 toneladas de oro amonedado y en barras, fueron transportadas a 35 grandes camiones. La operación duró menos de una hora. La vigilancia del Banco de España corrió también a cargo de milicianos del partido comunista. En las afueras de Madrid, los conductores de los camiones fueron «reemplazados» por nuevos chóferes, a quienes se les hizo creer que la caravana transportaba explosivos mediante la bandera roja en la trasera de cada vehículo. Este material fue almacenado en el depósito de explosivos de La Caleta (sic) y embarcado después por artilleros rusos a bordo de un buque soviético que zarpó para Odesa.
En aquellas cajas marcharon a Rusia 1 581 642 millones de pesetas oro. Esta cifra y detalles coinciden en los relatos hechos por el propio Valentín González, por Jesús Hernández y por Prieto. Todos ellos tienen razones suficientes para estar enterados, puesto que fueron autores directos o encubridores hasta que las rivalidades por el reparto del botín les lanzaron a los unos contra los otros.
Incluso los púdicos «republicanos» como Araquistáin habían pensado en el envío del oro español a Rusia. Éste, unas semanas después, al aproximarse las tropas nacionales a Madrid, recomendó a Negrín que pusiera en seguridad las reservas del oro español en Odesa. ¡Imagínense la sardónica sonrisa de Negrín ante la «idea» de Araquistáin! Hacía semanas que las cajas de oro estaban en Moscú.
Otra parte del oro español que utiliza la URSS procede del botín que el Ejército rojo se llevaba consigo en la retirada de Cataluña. El encargado de transportarlo fue el comunista Villasantes, exjefe de Intendencia del Quinto Regimiento, por orden directa de Líster y con la ayuda de un «comandante» Manolo, jefe del batallón especial de Líster.
Con este oro y con el que fue a parar a otros países fue financiada la campaña de inspiración comunista contra España, subvencionando o adquiriendo periódicos y emisoras de radio. La URSS, que no había enviado más que armamento viejo a cambio del oro robado, lo gastó en la segunda fase su intento de apoderarse de España a partir de 1945.
Y ahora utiliza otra parte en sus transacciones comerciales. El hecho de que puedan utilizarse bienes que pertenecen a los españoles justifica más que sobradamente la advertencia que hace el Gobierno de nuestro país.
Queda un detalle curioso: el trágico destino de los hombres que intervinieron directamente en el saqueo. Rosenberg, el embajador, fue liquidado por el Kremlin en una de las periódicas purgas, así como el general Berzin. José Díaz se «cayó» desde el cuarto piso de la casa en que vivía en Tiflis. Cuatro comunistas de confianza que viajaron con las cajas hasta Odesa fueron liquidados a su llegada a la URSS. Los rusos que participaron en la descarga de las cajas fueron ejecutados. «El Campesino», condenado a muerte en la URSS, se libró después de largas aventuras. El llamado «comandante» Manolo murió en Rusia, acusado de espionaje. Stashevsky fue «depurado».
Los caminos de este oro robado han sido siniestros.
FUENTE: Arriba, 13 de enero de 1955.